EL PAíS

Dos miradas sobre la nueva alianza

HORACIO GONZALEZ *.
Señales

En alguno de sus reportajes, el Presidente ha dicho que no hace política “emitiendo señales”. Se le había hecho una pregunta que empleaba una de las tantas jergas que convierten a la política en un mero fluir de signos, sean guiños, señales o esguinces. Sin duda, es bueno pensar la política como una elaboración de pensamientos intensos, más perdurables que un simple ademán, más severos que una mera gesticulación. El guiño es para el momento; el argumento, para un tiempo permanente. La señal es para el drama de un presente absoluto; el raciocinio explícito, para las modalidades políticas prolongadas.
Ahora bien, el viaje presidencial a Santiago del Estero estuvo repleto de signos y hay que convenir en que este Presidente –al que le gusta apostar fuerte entre ramilletes enteros de encrucijadas– suele hablar a través del dorso retozón de las cosas. Decir que escapa de las señales era llamar la atención sobre ellas. Así, pudo hablar él y no el otro. Evitó escuchar reprimendas desde el reclinatorio. Habló él a través de un completo salmo patriótico y colocó su propia persona como tema (“estoy dejando todo con aciertos y errores”), con típicos acentos plebiscitarios. No tuvo entonces que escuchar las homilías de Bergoglio, otro orador notorio del momento, cuyos sermones son –como se sabe– profundamente confrontativos con el Gobierno, aunque envueltos en el incienso de perpetuas alegorías sobre la pobreza, el orgullo o la reprimenda.
Ya está diseñada la campaña hacia octubre a través de dos campos que cruzarán y también se sustraerán permanentemente los temas. Conocida coreografía. Los republicanos de derecha les dirán a los plebiscitarios que también piensan en los heridos por la situación social grave e injusta. A su vez, los plebiscitarios se expresarán desde el patriotismo social, pero coqueteando con los temas del orden. Nunca más ardiente la política de signos. Se ha reagrupado la derecha; liviana, imagina señales sociales mientras intranquiliza con “advertencias institucionales”. Las apuestas del campo plebiscitario, en tanto, en algo o en mucho no deberían concederle tanto a la política de las señales, pues es menester ahora presentar el armazón completo y explícito de una reparación colectiva a la que aún le faltan tanto obras como locuciones.
* Sociólogo.



ROSENDO FRAGA *.
¿Un Frepaso de centroderecha?

Una década atrás, dos expresiones políticas de centroizquierda como eran el Frente Grande que lideraba Chacho Alvarez y PAIS de José Octavio Bordón dieron origen al Frepaso, que en las elecciones presidenciales de 1995 fue la segunda fuerza con el 30 por ciento de los votos. Esta es la experiencia política reciente, con la cual puede ser interesante comparar el acuerdo de centroderecha firmado entre Mauricio Macri y Ricardo López Murphy.
Hoy, como entonces, se trata de un acuerdo electoral firmado por dos figuras con una representación política relativamente equivalente que buscan ocupar el espacio opositor, aprovechando el vacío que deja la UCR frente al PJ en el gobierno.
Frente a un peronismo corrido hacia el centroderecha con Menem, se abrió entonces espacio para una oposición de orientación progresista. Ahora con el mismo partido en el gobierno, pero inclinado hacia el centroizquierda por el discurso de Kirchner, se abre la oportunidad para una oposición de signo contrario. El acuerdo del Frepaso como el que ahora firman Murphy y Macri establece qué fórmula presidencial será elegida en internas en las que participarán los líderes de ambas agrupaciones.
Los desafíos políticos del nuevo frente de centroderecha son similares a los del Frepaso una década atrás, aunque el signo ideológico de ambas fuerzas sea contrario. El primer desafío es resolver con éxito la relación futura con la estructura nacional de la UCR que, aún desarticulada y habiendo perdido sus votantes cautivos en los distritos electorales más importantes, sigue siendo necesaria para cualquier fuerza que aspire a confrontar con el PJ. El segundo es lograr transformar una coalición electoral en una fuerza política real y concreta, sin lo cual es imposible resolver el tercero: lograr gobernabilidad en caso de llegar al poder.
El Frepaso fracasó en su relación con la UCR al ser absorbido por su estructura en la interna para elegir la fórmula presidencial de 1999, nunca llegó a ser una fuerza política concreta y real y esto se hizo evidente una vez en el poder, donde fracasó.
López Murphy y Macri tienen hoy la oportunidad de dar una nueva forma al bipartidismo argentino, como la tuvo el Frepaso diez años atrás. Ello además resulta fundamental para el funcionamiento institucional y la vigencia de la democracia en donde una oposición y la posibilidad de alternancia resultan fundamentales. La pregunta sin respuesta hoy es si aprenderán de la experiencia frustrada del Frepaso para no cometer los mismos errores en la construcción política de una nueva alternativa.
* Politólogo, director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

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