El comisario Osvaldo Seisdedos se hizo famoso cuando protagonizó la movida más efectiva de la Bonaerense en los últimos años: tras las protestas por distintos asesinatos en el marco de robos de autos, se dispuso una ofensiva sobre los desarmaderos. A Seisdedos, siempre de anteojos negros en su altísimo perfil mediático, se lo vio una y otra vez descubriendo desarmaderos inmensos que durante años contaron con la protección policial y eran el vehículo de comercialización de los autos robados. La decisión política de iniciar la ofensiva sobre los desarmaderos redujo a menos de la mitad las muertes en ocasión de robo de autos. Cuando se produjo el asesinato de Axel Blumberg y tras la renuncia del entonces ministro de Seguridad Raúl Rivara, Seisdedos logró su ansiado ascenso a jefe de Investigaciones.

El primer desafío en su nuevo cargo fueron, justamente, los secuestros. Y otra vez la clave de la solución fue la voluntad política. Desde la Casa Rosada y La Plata la presión fue enorme y, asombrosamente, fueron cayendo una a una las bandas de secuestradores. Algunas resoluciones fueron llamativas –el caso Nine y el del padre de Jorge Rodríguez– y dio la impresión de que integrantes de las bandas, en comunicación con los investigadores policiales, fueron la clave para esclarecimientos espectaculares. Hoy en día, sólo hay casos más bien aislados de secuestros express y, paralelamente, los secuestros de varios días casi desaparecieron.

Las bandas se fueron dedicando a otros delitos y, sin dudas, el más impactante fue el robo al Banco Río. En La Plata, la instrucción hacia Seisdedos fue clara: “Vaya a San Isidro y no vuelva hasta que no haya resuelto el caso”. Se consiguieron las primeras detenciones, pero el malestar con Seisdedos crecía en La Plata y entre los fiscales. El perfil mediático alto y las filtraciones de información terminaron por crear un clima de desconfianza. Desde hace un mes, la suerte del comisario estaba echada.