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El caso del jardinero

El caso denunciado por el PAMI guarda una evidente analogía con la película El jardinero fiel, estrenada aquí y en buena parte del mundo hace un año y medio. Entre el alegato político, el thriller y la épica narración de una historia romántica, el film (“The Constant Gardener”), de Fernando Meirelles, logró hacer foco en los abusos y los negociados de las grandes corporaciones farmacéuticas. Basada en una novela del maestro del espionaje John Le Carré, la película fue filmada en Kenia y causó en su momento un intenso debate. Con extrema dureza, el director de Ciudad de Dios reconstruye en varios tiempos narrativos la historia de amor entre un funcionario de la British High Commission (encarnado por Ralph Fiennes) y su esposa (Rachel Weisz), una activista asesinada por haber denunciado las irregularidades de las corporaciones farmacéuticas en Africa. Las imágenes muestran cómo se experimenta con los más pobres, reducidos a la condición de simples cobayos a cambio de favores para sus familias. El caso puntual que reconstruye el film es el de una compañía que, ante la inminencia de un brote de tuberculosis a escala planetaria, decide testear drogas en el cuerpo de africanos indigentes. El tema está narrado por Meirelles con crueldad pero sin manierismos ni golpes bajos. Más allá de la seductora oferta económica que recibió para dirigir El jardinero fiel (la película es una producción británica, con un alto presupuesto), Meirelles se involucró en el proyecto porque venía siguiendo el tema de las corporaciones farmacéuticas desde 2000, cuando el gobierno brasileño decidió no respetar las patentes de drogas destinadas a combatir el HIV. Aquella decisión había desatado una impresionante presión lobbysta por parte de las multinacionales del sector.

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