Lunes, 9 de abril de 2007 | Hoy
EL PAíS › SANDRA RODRIGUEZ, VIUDA DEL MAESTRO ASESINADO
Por Miguel Jorquera
Desde Neuquén
“Yo le dije a mi hija, Camila, la mayor, que voy a ir a la escuela donde mamá sabe hablar”, contó Sandra Rodríguez frente a los alumnos de Carlos Fuentealba. Era la primera vez que la esposa del docente asesinado por la policía dejaba la intimidad del dolor familiar para “hablarles a los alumnos, que ya saben que van a ser míos también por siempre, porque yo sigo siendo maestra, voy a seguir siéndolo por largo tiempo”. Fue ayer en la escuela 69 de Cuenca 15, en los suburbios pobres del oeste de la capital neuquina, a donde llegó sin aviso porque los alumnos de Carlos abrieron el colegio junto a los docentes para “rendirle homenaje al maestro”.
Apenas de pie, les habló de Carlos. “Era un gran maestro conmigo. Más que decirles que era un militante, les digo que era un militante de la vida. Un hombre súper humilde, que nació en el campo, en Junín, el lugar que él ama con toda su alma, la montaña, el Lanín y el lago, es el lugar donde él quiere estar y a donde lo voy a llevar junto con mis hijas, sus hermanos, su mamá, sus grandes amigos que eran una familia para él, como lo son para mí. Pero para nosotros, familia también eran los alumnos”, dijo reprimiendo el llanto. Enfrente, los alumnos llevaban remeras con la cara del maestro asesinado con la leyenda “Juicio y castigo a los culpables”.
“Hay una palabra que a mí me dolió mucho de entrada, pero que es la verdad: a Carlos lo fusilaron. Pero no fusilaron a Carlos, fusilaron a mi familia entera. Fusilaron a todas esas cosas que es Carlos. Por suerte ese fusilamiento también nos dio vida. Están pasando todas las cosas que él quiso, lamentablemente al costo de su vida, lamentablemente. Ojalá que se acabe en este mundo que para que algo reaccione, en este maldito mundo, sea una muerte y tan injusta como ésta, porque él era un tipo bueno como hay pocos”, soltó Sandra, quebrada en el llanto que ya no pudo contener. “¡Carlos Fuentealba, presente, ahora y siempre!”, fue el grito de alumnos y docentes, mezclados en abrazos de dolor. Carlos va a ser sepultado en Junín de los Andes, “en el campo en que nació y que tanto amaba”. Hasta allí lo llevarán sus familiares. Sandra volvió con sus hijas, los alumnos y docentes buscaron refugio en las aulas.
No había ya más lugar para palabras, pero Silvia Vázquez no pudo aguantar. Se acercó a Sandra y le contó su historia de la mano de su hija Génesis: “Carlos me permitió que viniera con ella a clase para que yo no dejara la escuela. ‘Lo importante es asistir a clase, la mejor enseñanza que le podés dar a ella es que te vea aprender’, me decía”. Sandra las abrazó a las dos. Silvia ya es bachiller con orientación en relaciones humanas y ahora quiere estudiar computación, pero su condición de madre soltera y el sueldo de empleada doméstica “me lo prohíben”, contó.
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