ESPECIALES › OBISPO JORGE CASARETTO, DE LA COMISIóN DE PASTORAL SOCIAL

Sembrar la justicia

Hablar bien de Bernardo Kliksberg es una obviedad. Yo lo he conocido ya hace un tiempo, hemos compartido muchas veces encuentros, reuniones y, sinceramente, cada vez estoy más admirado por su pensamiento. Este libro es imprescindible para la agenda argentina. Por supuesto que para la agenda latinoamericana también.

Estaba leyendo el libro cuando llegó el domingo, día para el que normalmente preparamos la predicación, leyendo las lecturas que nos tocan. Este domingo tocó una del profeta Isaías y cuando terminé su lectura, y había avanzado bastante pero no había concluido con la del libro, dije: “Esto que dice el profeta es lo que significa este libro para nosotros”. Isaías dice así: “El espíritu del Señor está sobre mí porque el Señor me ha ungido. Me envió a llevar la buena noticia a los pobres. A vendar los corazones heridos. A proclamar la liberación a los cautivos. La libertad a los prisioneros. Yo desbardo la alegría en el señor porque él me vistió con las vestiduras de la salvación, me envolvió con el manto de la justicia, con un esposo que se ajusta a la diadema, y una esposa que se adorna con sus joyas. Porque así como la tierra da sus brotes y un jardín hace germinar lo sembrado, así el señor hará germinar la justicia ante todas las naciones”.

Cuando terminé de leer este texto, pensé que se podía aplicar al libro de Bernardo, porque es un libro que pretende sembrar la justicia entre las naciones. Cuando uno lee textos siempre trae a la mente a alguna persona o algún recuerdo. A mí me pareció que fue como un pensamiento de Dios, haber terminado un libro y encontrarme con este texto de Isaías.

Este libro es profético porque nos dice “Primero la gente”. En el contexto universal actual, la gran tentación de los economistas y financistas es arreglar primero la economía y finanzas y después ocuparse de los pobres. Este libro está diciendo “todo con los pobres y nada sin ellos”. Primero la gente, primero los pobres, y con los pobres vamos a poder arreglar este sistema, porque la gran oportunidad que tiene el mundo de hoy es privilegiar la justicia, es poner a la persona humana en toda su dignidad como objetivo fundamental de la economía y no solamente el lucro o el afán de ganancia o poder.

Todos los temas que el libro plantea son actuales. Por ejemplo, la inseguridad. Los medios de comunicación, como tienen que dar respuestas rápidas, intentan plantear el problema en la imputabilidad o en la multiplicación de los policías. Se quiere arreglar el tema de la inseguridad de una forma inmediata, cuando no se va a poder solucionar así, si no se tiene en cuenta todo el contexto. En un extenso capítulo del libro, Bernardo analiza agudamente las causas de la inseguridad en América latina.

Un chico murió en un acto de violencia por dos bandas en el mismo barrio. Uno de los chicos, hijo de una familia paraguaya –y los paraguayos religiosos tienen la costumbre de que, cuando una persona muere, durante nueve días seguidos rezan–, entonces el sacerdote va a rezar uno de los días junto a la familia. Cuando entré en la casa del chico muerto me encontré con otros cinco chicos pasados de droga. Los invité a rezar, pero no podían mantenerse en pie. La inseguridad no es un tema de imputabilidad o no imputabilidad, se trata de ver cómo enfrentamos la exclusión social y la inclusión de todos los argentinos. Siempre estamos con soluciones intermedias, cuando acá lo que estamos planteando es ir a las cuestiones de fondo, a las raíces de las problemáticas.

Este libro, y todo lo que es la vida de Bernardo, nos llama la atención siempre de una forma profética. Porque Bernardo es como un itinerante predicador que va por distintos escenarios diciendo verdades fundamentales.

Este libro plantea mucho diálogo, encuentro e intercambio. Pero no para polemizar, para que salgan luces. En las sociedades se cree que los problemas se solucionan con la derrota de unos grupos u otros. Los países no tenemos solución si no encontramos una posibilidad de diálogo y de encuentro. Aunque hay muchas personas que piensan bien, no se encuentran, entonces tampoco pueden acordar. Cuando Bernardo habla del capital social habla de la capacidad de dialogar, que es la verdadera riqueza de un pueblo. Es necesaria la riqueza económica, pero cómo es posible que la Argentina, que puede alimentar a cinco países como el nuestro, tenga todavía bolsones donde haya desnutrición. Esto quiere decir que hay algo que excede el tema productivo y económico. Hay un problema ético y moral que nos impide los encuentros. Cómo es posible que no podamos ponernos de acuerdo para que todos coman y tengan educación legítima en Argentina. El libro también plantea políticas públicas, que trasciendan los gobiernos y el oportunismo.

Los obispos acabamos de sacar un documento donde planteamos la Argentina hacia el Bicentenario, en el que coincidimos con lo que Bernardo plantea en su libro. Dialogar, acordar, políticas públicas, nuevos liderazgos que estén basados en la dimensión de servicio y no en la autoexaltación y búsqueda de poder y brillo de cada uno.

Me llamó mucho la atención el último capítulo muy original sobre “Las religiones y la deuda social”.

En este tiempo lo religioso ha vuelto a tomar importancia en la solución de los problemas sociales. Estamos saliendo de tres siglos de excesivo racionalismo. Una visión iluminista del mundo, a la que le faltaba vida. Lo religioso me provocó amor profundo por los pobres y una preocupación muy grande por todos ellos. Las grandes religiones tienen que seguir siendo un motor de preocupación por lo social. Y este es un camino que venimos recorriendo. El diálogo tiene que existir entre los que tienen fe y los que no, y la prioridad tiene que ser la preocupación sincera por los más pobres. Los pobres nos hablan en nombre de Dios, si somos verdaderamente auténticos. La influencia de los pobres en la vida de cada uno de nosotros no puede dejar de existir. Yo no puedo vivir tranquilo sabiendo que alguien no tiene lo mínimo para vivir. Por eso, toda esta ostentación a la que nos llama el capitalismo a ultranza, toda esta vida figurativa, es una vida que está profundamente equivocada desde sus raíces. Los pobres nos ayudan a ser más espirituales y a buscar los valores rectores de nuestra existencia, que es lo que pretende este libro tan lúcido que estoy presentando. Así que, Bernardo, felicitaciones, que llegue a cada vez más manos.

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Imagen: Leandro Teysseire
 
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