Sábado, 27 de octubre de 2012 | Hoy
Por Estela de Carlotto *
Néstor Kirchner fue un patriota, un político valiente que se atrevió a hacer lo que algunos presidentes constitucionales no se animaron. Por eso, cuando hace dos años lo sorprendió la muerte, el pueblo argentino se terminó de sacudir la modorra del “no te metás” –impuesta por la dictadura militar primero y reforzada más tarde por el neoliberalismo salvaje de los años ’90–, para comprometerse aún más con el modelo de país que él había propuesto construir.
Hasta 2003, el Estado argentino amparó a los asesinos y a sus cómplices e hizo del olvido y la impunidad una política pública. Aquel año, con la llegada al poder de Néstor Kirchner, nuestro país asumió los derechos humanos como proyecto de país. Néstor y Cristina, cada uno a su turno, rompieron con el círculo de impunidad avalado y promovido a lo largo de dos décadas por los mandatarios que los precedieron. Los criminales de la dictadura, que hasta entonces caminaban impunes entre nosotros, comenzaron a ser juzgados y condenados.
Durante las gestiones de Néstor y de Cristina nuestra Asociación pudo resolver 32 casos de nietos apropiados, todos ellos hijos de nuestros hijos desaparecidos. Estos nietos han sido fruto de nuestra búsqueda pero también del mayor acompañamiento del Estado.
Con la asunción de Néstor nos hemos sentido más acompañadas. No somos las únicas. Millones de argentinos y argentinas sienten que ya no están frente a un Estado ausente y por eso mantendrán vivo en su memoria y en sus corazones su recuerdo. El firme compromiso que Néstor y Cristina asumieron con los derechos humanos desde el principio fue de la mano de una fuerte ampliación de los derechos sociales y de ciudadanía. Las Abuelas, que todos los días caminamos las calles, visitamos escuelas y dialogamos con organizaciones de la sociedad civil, percibimos todos estos avances que buena parte del espectro mediático prefirió ocultar, hasta que no pudo hacerlo más.
Poco conocíamos de Néstor cuando accedió a la Presidencia. Sin embargo, lentamente fuimos descubriendo su compromiso y voluntad por construir un país más justo y soberano. Fue él quien pidió perdón en nombre del Estado por las atrocidades cometidas durante la dictadura y así abrió las puertas a la verdad histórica: se anularon las leyes de obediencia debida y punto final; comenzaron los juicios a los genocidas, y cada lugar de encierro, de tortura y de muerte se convirtió en un espacio de memoria.
Todas estas políticas permitieron la reconstrucción de lazos solidarios desintegrados durante décadas en Argentina. El –y hoy Cristina– fue quien supo leer las demandas sociales y articular con instituciones y organismos que veníamos trabajando en ellas en pos de la construcción de nuevos derechos. Supo dialogar, generar puentes, confiar, apostar y exigir. Es decir, construir colectivamente, a través de la militancia.
Este legado de compromiso, de solidaridad, de lucha contra el individualismo y de apuesta a lo público es el que ha sembrado junto a nuestra querida Presidenta y es el que hoy recogen cientos de jóvenes militantes. El mismo legado que dejaron los 30 mil desaparecidos y miles de detenidos y exiliados de la dictadura.
Hace dos años decíamos que debíamos acompañar a Cristina para seguir profundizando las políticas iniciadas, para que todos y todas vivamos en un país más justo. Hoy, y luego de su reelección, hemos visto muchas de esas políticas concretadas: la Asignación Universal por Hijo, la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la ley de matrimonio igualitario, entre otras medidas que ampliaron derechos.
A pesar de los contundentes resultados de las elecciones del año pasado, existe un sector –cuya punta de lanza son los grupos mediáticos concentrados–, que sistemáticamente intentan frenar la profundización del modelo. Es necesario estar atentos y continuar apoyando todas las medidas que amplían derechos, cuidar los logros conseguidos hasta ahora, discutir hacia adentro –en unidad– hacia dónde queremos ir y, para cumplir con los sueños de Néstor y los de nuestros hijos, seguir haciendo de la participación popular un culto. Sólo así, con el respaldo real de la gente, escuchando sus demandas y traduciéndolas en políticas eficaces y duraderas, podremos hacer frente a las embestidas de los que siempre piensan con el bolsillo y nunca con el corazón.
Como hace 35 años, las Abuelas seguiremos caminando por la vereda del pueblo, como valientemente, cuando nadie lo esperaba, hizo Néstor. La llama que encendió seguirá viva. Lo vemos en nuestros nietos y en los miles y miles de jóvenes militantes que sueñan su mismo sueño, que también es el de nuestros hijos, el sueño de la patria grande y de la justicia social.
* Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.
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