Sábado, 27 de octubre de 2012 | Hoy
Por Hebe de Bonafini *
Cuando me piden escribir sobre, para y por Néstor, para que se sepa qué pensamos las Madres, a mí me surgen las ganas de hablar con él, esta cosa interna de preguntarse por qué dejamos de hablar, aunque uno a veces dialoga con él, como hablo con mis hijos.
Y a veces uno lo interpela, porque yo lo vi a él una semana antes de morir en Río Gallegos y me dijo: “¿Qué estás haciendo acá?”. Le dije: “Tengo que dar unas charlas”. “¿No querés cenar conmigo esta noche?”, me preguntó. Le dije que no podía, que los chicos que me habían invitado estaban haciendo un chulenguito. “Ah, no, está bien. Porque en este hotel no hay comida tan rica”, me dijo. Y después me enteré que él había ido a comprar la tierra en el cementerio y me dio mucho dolor porque no pensaba que él pensara que se iba a morir. ¿Habrá pensado que se iba a morir? ¿Qué lo llevó a comprar esa tierra? El, que pensaba tanto en el futuro, que quería para nosotros lo mejor, que nos abrazaba con sus discursos, con sus palabras, él que estaba siempre sonriente, aunque sé que a veces se enojaba pero en general era un tipo alegre, que amaba a su pueblo. ¿Habrá sentido que la muerte le estaba pasando cerca? ¿Por qué no nos lo dijo? ¿Por qué no lo compartimos? ¿Por qué se fue tan rápido? ¿Por qué no nos pudimos despedir? ¿Por qué no pudimos hablar, como hablábamos tantas cosas? ¿Qué pasó que no nos contó lo que le pasaba? Me queda ese dolor, esa cosa amarga de no haber podido conversar o que no nos contara lo que él sentía.
Viví momentos muy felices en mis charlas con él, que no eran largas, él estaba siempre apurado, vivía apurado: tenía muchas cosas para hacer. Nos lo demostraba con ese apuro que sentía. Nos dejó una responsabilidad enorme: llevar adelante el proyecto, acompañar a Cristina. No nos lo dijo, pero está implícito en lo que hizo y en el camino que nos trazó.
No lo puedo pensar muerto. Me pasa como con mis hijos. Pienso que está en otro lugar, pero que nos acompaña, que aprueba, cuando las cosas están bien, y desaprueba como hacía él cuando las cosas no estaban bien y se enojaba un poquito. Pero siempre para su pueblo tuvo una sonrisa, una entrega, que no tiene nada que ver con lo que uno se fue enterando que fueron sus últimos días de vida. Algo le pasó que le hizo sentir la muerte más cerca. Por eso no lo podemos pensar muerto, no tenemos que pensarlo muerto, porque seguramente no le gustaría. Estoy convencida de que a Néstor le gustaría que nos sintamos así, como que se cambió de lugar, pero que nos está viendo y acompañando en todo lo que hacemos.
Fue uno de los hombres más grandes que tuvo la historia en este país, más íntegro, comprometido, sencillo y más querido por su pueblo.
* Presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.