Jueves, 25 de enero de 2007 | Hoy
Por Raúl Kollmann
¿Quién cometió el crimen de José Luis Cabezas?, nos preguntábamos hace diez años. Y la respuesta era siempre la misma. Alguna de las dos mafias que operaban en tierras provinciales. Una, la que encabezaba Alfredo Yabrán y que apretaba a cualquier competidor que surgiera, provocaba atentados contra dueños de pequeños correos privados o les disparaba a quienes pretendían hacerle alguna guardia periodística. La segunda, la Policía Bonaerense, cuyos comisarios más pesados y millonarios, Mario “El Chorizo” Rodríguez, Mario Naldi, Jorge “El Coco” Rossi y tantos otros habían sido pasados a retiro en los meses anteriores. Para colmo, el manager de la operación del crimen fue un oficial de la Bonaerense, Gustavo Prellezo, quien llevó a la costa a cuatro ladrones contratados por él mismo en el barrio de La Plata de Los Hornos, se alojaron en un departamento conseguido por otro policía y les mostró quién era Cabezas otro efectivo de la Bonaerense.
A las 48 horas del asesinato publiqué una nota en Página/12. Salió el martes 28 de enero de 1997 (en aquel entonces nuestro diario no se publicaba los lunes) con el título “Huellas en la arena”. Empezaba así: “Distintas fuentes en las que investigó Página/12 relacionan el crimen con una organización delictiva conformada para robar en la zona de Pinamar. Fuentes ligadas a la estructura de la Bonaerense relataron una asombrosa y siniestra historia. Según ese relato, un subcomisario y dos suboficiales reclutaron en Quilmes, Florencio Varela y La Plata a confidentes de la policía y delincuentes comunes para trasladarse después a la costa y conformar la banda”. En aquel momento ni se hablaba de la banda de Los Horneros ni mucho menos del oficial Prellezo ni de los suboficiales Luna y Camaratta. Faltaban varios meses para su detención y en el medio todavía se puso en escena la parodia de Pepita la Pistolera, la mujer marplatense a la que pretendieron adjudicarle el crimen del fotógrafo.
Fui convocado al juicio oral para contar cómo obtuve esa información que meses después se confirmó. Me pidieron como testigos los abogados de Gregorio Ríos, jefe de la custodia de Yabrán, condenado en aquel proceso. Pero me pareció que en ese juicio todo estaba decidido de antemano, porque el trasfondo del caso Cabezas fue la brutal interna política que se desarrollaba. Para la gente de Carlos Menem, el culpable era la policía de Eduardo Duhalde. Para la gente de Eduardo Duhalde, el culpable era el empresario (Yabrán) símbolo del menemismo. Y lo concreto es que el duhaldismo dominó la investigación de una punta a la otra: tenía bajo sus órdenes al comisario Víctor Fogelman, de la Bonaerense, a quien le encargaron la pesquisa; José Luis Machi, el juez, también aceptaba todas las sugerencias del duhaldismo, los homicidas del barrio de Los Hornos fueron llevados a la Justicia por un senador del duhaldismo y el dominio se extendió hasta a los abogados defensores de Los Horneros, o sea de los asesinos mismos. Se produjo un caso único en la historia de la Justicia Penal argentina: los primeros abogados, en lugar de decirles que no declaren, o sea lo habitual, los llevaban a declarar día tras día, y no era para decir que ellos no fueron sino todo lo contrario. Cada 24 horas confesaban más y en forma más imprecisa. Primero dijeron que se le había pegado un tiro en la nuca, pero cuando la segunda autopsia determinó que había dos tiros en la nuca entonces confesaron que sí, que en verdad los tiros fueron dos. En forma asombrosa, la sucesión de confesiones siguió y siguió. La frutilla del postre también fue aportada por este diario: Ramón “Palito” Ortega, candidato a vicepresidente de Duhalde en 1999, admitió ante este periodista –y así fue publicado en la tapa de Página/12– que aportó dinero, miles y miles de pesos, para la defensa del principal imputado del asesinato, el policía Prellezo. El argumento para semejante “generosidad” fue que Palito quería hacer una película del caso. Ese film obviamente nunca se rodó.
¿Por qué habría querido la Bonaerense matar a Cabezas? El cadáver del fotógrafo fue quemado y lo dejaron en un camino por el cual Duhalde pasó una hora más tarde cuando iba a pescar. Se detuvo, le dijeron que era un accidente –no sabían que el cuerpo en el auto era el de Cabezas– y siguió su camino. Una hipótesis es que se trató de una venganza por el pase a retiro de los comisarios porongas. Al mismo tiempo, para frenar otros inminentes pases a retiro. También para sacar de su puesto al que los echó, el entonces secretario de Seguridad, Santiago De Lázari, desplazado poco después. ¿Y por qué contra Cabezas? Porque Noticias publicó un famoso artículo llamado “La maldita policía” en el que se revelaban las increíbles fortunas de esos comisarios. Cabezas fue quien le tomó la foto de tapa al entonces jefe, el comisario Pedro Klodczyk.
¿Por qué habría de matar Yabrán a Cabezas? Según la investigación oficial y el fallo del juicio oral, porque a Papimafi, como le decían a Yabrán, no le gustaba que le sacaran fotos. Cabezas se atrevió y –siempre según la versión oficial– el poderoso empresario le dijo a su jefe de custodia, Ríos, que el fotógrafo era una molestia. Ríos habría hablado con Prellezo y éste se encargó del crimen. La investigación policial y judicial dominada por el duhaldismo llevó a esa conclusión y también los tres jueces del tribunal oral la convalidaron.
Muchos se quedaron con la duda y siguen con la duda hasta hoy. Luego se produjo la otra etapa de esta increíble historia. Las demoras insólitas de la Justicia, en especial de la Cámara de Casación, más la aplicación del dos por uno, hizo que el condenado a 20 años pasara en prisión siete. Hoy están casi todos en libertad. Es decir que las cosas terminaron en una mezcla de duda e impunidad.
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