Jueves, 25 de enero de 2007 | Hoy
Por Oscar Steimberg *
No se olviden de Cabezas” es una consigna breve, genérica y con amplísimos sentidos posibles. Sabemos que refiere a un asesinato, pero la referencia hay que traerla desde un afuera cada vez más alejado de las palabras. Cuando el crimen estaba cerca, tenía la fuerza del hecho que nombraba; hoy, aquel horror se ha convertido en una estación de la memoria. Dependerá de cada circunstancia convocante que la repetición de la frase asuma un sentido u otro; algo nuevo habrá que pensar para que esos receptores posibles (los que no deberían olvidar) conserven alguna entidad social; para que el mismo nombre de Cabezas permita seguir pensando en el que fue. En algún momento se plantea, siempre, la alternativa entre memoria e historia: se vuelve a lo que una sociedad insiste en nombrar o se busca (y se formula otra vez, y se postula, y se discute) el sentido de eso que se recuerda. Y entonces nuevas frases (en general, algo más que frases) ocupan el lugar de aquellas consignas –-trágicas consignas– que el tiempo fue remitiendo a una época. Y borroneando: en algún espacio o tiempo puede ocurrir que “No se olviden de Cabezas” se convierta en una advertencia a los jóvenes rebeldes para que dejen de serlo.
Tal vez, de la discusión histórica surjan algunas sustituciones de palabras en las formulaciones de base, además del agregado de otras. Es sólo un ejemplo: si en esas discusiones tomara la escena una frase como “No se olviden de Yabrán”, y más aún si se le agregara algún otro nombre de persona o colectivo social, podría pensarse que el tema ha vuelto a plantearse, y no sólo a recordarse, y que siguen interesando, todavía, los contenidos y los efectos políticos de esa discusión.
* Semiólogo
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