ESPECTáCULOS › LA TELEVISION Y EL TEMA DEL HAMBRE EN TUCUMAN

Una pornografía emocional

Distintos programas trataron esta semana uno de los temas más dolorosos de la realidad de la Argentina. Sin embargo...¿lo hicieron bien?

 Por Verónica Abdala

Es un chiste viejo: Albert Einstein intenta explicar a sus alumnos la teoría de la relatividad. Pero tras la primera exposición, éstos le plantean que no entienden. Einstein simplifica el planteo tanto como puede, y después lo simplifica todavía un poco más. Pero los alumnos confiesan que siguen sin comprender. Einstein, entonces, resume su teoría en dos frases y su auditorio se da por satisfecho. El genio sonríe. “Ahora entendieron, pero esto ya no es la teoría de la relatividad”, remata. La moraleja es que hay cosas que no pueden explicarse sencillamente, porque la simplificación las deforma. Eso ha estado pasando con la televisión argentina y el tema de los chicos con hambre de Tucumán.
Como si la indignación ante las imágenes de los bebés desnutridos bastara para dar cuenta de un problema más global, estructural, histórico, y cuyas causas reales (y responsables directos) quedan afuera de las pantallas, durante los últimos días se vieron coberturas que casi no superaron el morbo de mostrar los cuerpos devastados por el abandono y la miseria. Sin que esas imágenes fueran acompañadas por información complementaria y precisa, y hasta dejando en evidencia la falta de voluntad –o el exceso de comodidad– al respecto.
Que la conclusión al respecto de Fabián Gianola, en la emisión del notable programa “Televisión Registrada” del pasado lunes, fuera una puteada lisa y llana contra la clase política en su conjunto (“son todos unos hijos de re mil putas porque mientras estos chicos se mueren siguen discutiendo la fecha de las internas”) sería entendible si se tiene en cuenta que se trata de un programa de humor, que no tiene como objetivo desentrañar las causas profundas de un problema como éste. En caso de que eso haya sido tomado como un editorial en serio, los responsables están en serios problemas de ingenuidad. La última emisión de “Kaos en la ciudad” (jueves a las 23, por Canal 13) mostró a Juan Castro por lo menos dos veces al borde del llanto, desbordado por la realidad que se disponía a mostrar –antes de presentar su propia nota, grabada– y por el propio desarrollo de su cobertura.
No es que las imágenes de Castro, cuyo programa es uno de los mejores del año, no fueran conmovedoras, sino que eso fue todo, al margen de su emoción incontrolable. A excepción de que se tomen sus reiterados insultos a la clase política en general como una síntesis de su pensamiento, o se crea que sus invocaciones a salir a la calle a protestar operan como una explicación del asunto. Es raro porque en el mismo programa, una nota sobre las campañas políticas fue acompañada por información y opiniones que ayudaban al espectador a entender qué hay detrás de los slogans. El momento en que el conductor acusó a los espectadores “a todos, de ser cómplices de esas muertes”... precedió a una nota definitivamente frívola
de Ronnie Arias.
A Jorge Lanata le pasó, el lunes pasado, que la buena idea de hacer un programa en vivo y en directo desde el hospital de San Miguel de Tucumán en que ese mismo día había muerto un niño...se le fue de las manos. Por los problemas de técnica, por un “piso” invadido de extraños, por la imposibilidad de que los diálogos sirvieran para entender la realidad de manera más inteligente que lo habitual, el programa sólo sumó un grado muy raro de tensión permanente que poco aportó al asunto que trataba. Lanata dio en su propio clavo, cuando comenzó sugiriendo que el rol de la televisión suele ser el de mostrar con gesto compungido aquello por lo que de ahí en más no hará nada. En el transcurso del envío mostró a un hombre grande, llorando desconsoladamente, yéndose de cámara, con gesto de “no me filmen más” después de que una cronista le preguntara que sentía cuando no tenía con qué darle de comer a sus hijos desnutridos.
Es difícil pretender que las caras del hambre no se muestren en los medios –es casi imposible que pueda resolverse aquello que no se conoce y de lo que no se tiene conciencia–, pero también cabe recordar que esasimágenes ilustran sólo una parte del problema, acaso el más pornográfico. Se puede jugar con muchos temas... pero ¿puede tomarse el tema de la muerte por hambre de los chicos como una herramienta de rating, lisa y llana?

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Las imágenes desoladoras se repiten y repiten en los medios.
 
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