ESPECTáCULOS › EL GRAN ACTOR ANTHONY HOPKINS CUMPLE HOY 65 AÑOS

La cara del perfecto psicopata

Por Gisela Ostwald *
Desde Nueva York

Sueña con interpretar alguna vez a un héroe de películas del oeste. Pero para los aficionados al cine de todo el mundo Anthony Hopkins es sobre todo el piscópata caníbal Hannibal Lecter. A ese papel en El silencio de los inocentes (1991) le debe muchas cosas: una enorme cantidad de trabajo, unos salarios a los que no estaba acostumbrado, un Oscar, que la reina Isabel II lo nombrara caballero y haber alcanzado una cierta paz espiritual. “El Oscar cambió mi vida, porque me quitó las inseguridades”, dice el actor, que hoy martes cumple 65 años. Y eso que Hopkins, nacido como hijo de un panadero en el sur de Gales, ya había demostrado su talento en muchas otras oportunidades. Fue descubierto por Sir Laurence Olivier en Londres y en 1968 debutó en el cine en El león en invierno como Ricardo Corazón de León. En Broadway, fue muy alabada a comienzos de los años ‘70 su interpretación del psiquiatra Martin Dysart en el drama de Peter Shaffer Equus. También sus papeles en el cine en El hombre elefante (1979) de David Lynch y como capitán Bligh en la nueva versión de The Bounty, de Roger Donaldson, fueron grandes éxitos. Pero fue el encanto demoníaco y la mirada gélida de su Hannibal Lecter lo que convirtió a Sir Anthony en el actor más demandado de toda su generación.
Desde entonces, rodó Bram Stoker’s Dracula (1992), de Francis Ford Coppola, y se destacó junto a Emma Thompson como el perfecto mayordomo sin vida propia en Lo que queda del día (1993), de James Ivory. Le siguió una interpretación de un presidente estadounidense desgarrado por dentro en Nixon (1995), de Oliver Stone. En Surviving Picasso (1996), de James Ivory, encarnó junto a Julianne Moore la complejidad del genial y mujeriego pintor español. Tras La máscara del zorro, se atrevió en 1999 con el romántico cuento fantástico “Mi nombre es Joe Black”, para volver a meterse pronto en la piel del cultivado y bestial asesino Lecter en Hannibal, de Ridley Scott.
No se sabe si Hopkins aprovecha su propia experiencia o si es su talento lo que le permite cambiar sin problemas de registro. Lo que está claro es que de joven padeció mucho miedo al fracaso y se pasaba semanas sin decir una palabra. Sin terminar la escuela, trabajó seis meses en una fábrica de acero hasta que llegó la salvación. En su ciudad natal Port Talbot vio pasar a Richard Burton en un Jaguar y decidió: “Yo quiero ser así”. Poco después tomó unos cursos en el Colegio Galés de Música y Dramaturgia en Cardiff. Tras el servicio militar, se inscribió en la Academia Real de Arte Dramático y se ganaba la vida con pequeños papeles en teatros locales, hasta que llegó el éxito.
“Tengo un trauma desde mi época de actor joven, cuando pasaba días sin comer. Esa penetrante sensación de hambre no la quiero sentir nunca más”, comentó sobre sus comienzos. Tras un matrimonio fracasado y la superación de su adicción al alcohol, Hopkins se trasladó a Estados Unidos. Allí conoció a la que sería su segunda mujer, la secretaria de producción Jennifer Lyton, ocho años menor que él, de la que se separó este año tras 29 años de matrimonio. Hace poco el astro de Hollywood consternó a los participantes en un encuentro de Alcohólicos Anónimos en Malibú cuando dijo: “Me alegro de haber sido alcohólico. Las cicatrices que desarrollé en esa época son ahora mi fortaleza. Beber fue el mayor regalo que recibí jamás”.

* De la agencia DPA.

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Hopkins en el papel que más le dio de comer en su larga carrera.
 
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