ESPECTáCULOS › UNA SEGUNDA NOCHE CALIENTE DEL FESTIVAL COSQUIN ROCK

El triunfo del rock justicialista

Sobresalieron El Otro Yo y Divididos, pero fue Attaque 77 el que sacudió la plaza. Sentaron posición política y cerraron con músicos de El Otro Yo, Intoxicados, Kapanga y Karamelo Santo.

 Por Esteban Pintos

“Toda la información está en mi libreta de enrolamiento. Son datos por los que me salvé de la colimba: soy neurótico, histérico y de personalidad esquizoide. ¡Es oficial mi supuesta locura!”. De Charly García al diario cordobés La Voz del Interior en su edición del sábado, a manera de preanuncio de su esperado show a concretarse en lo profundo de la madrugada del domingo. Charly es el rey de este festival, por derecho propio y también por genio y figura, con limusina y alfombra roja incluidas. Anoche, previo al doblete de lujo y cierre de la tercera noche del Festival Brahma Cosquín Rock (Fito Páez primero, García después, con pronóstico reservado sobre un encuentro en el escenario), Pez, Mimi Maura, Vicentico y Babasónicos entusiasmaron a la multitud que colmaba la plaza Próspero Molina y sus alrededores. No era, debe aclararse, el tipo de fervor que han provocado por aquí ya Las Pelotas, o la Bersuit, Intoxicados, Attaque 77 y, por supuesto, Divididos. Entre la complejidad progresiva del rock de Pez, el sabor caribeño de Mimi Maura, la pared de percusión de Vicentico (que levantó a la masa con sus recreaciones de los Fabulosos Cadillacs) y el rock desfachatado de Babasónicos, iba cayendo la noche de un sábado que amaneció con nubes para luego exhibir el sol en todo su esplendor durante la tarde. El río Cosquín fue, antes del comienzo del maratón de shows, el mejor lugar posible donde atenuar el calor. Así es este festival: gran cartel de artistas, calor, montaña, río, miles de chicos y chicas tomando pacíficamente la ciudad.
La noche del viernes tuvo sus emociones. El set de Attaque 77 se elevó por sobre el resto a base de contundencia musical e ideológica. Para ponerlo en claro: el del cuarteto punk que alguna vez fue apenas entusiasta grupo de seguidores de Los Ramones y hoy es una madura, combustible banda de rock, fue el show más político del festival (y no solamente por el minuto en memoria de los piqueteros Kosteki y Santillán). Las canciones de Attaque conllevan un mensaje humanista que pocos artistas argentinos transmiten hoy: hablan de dignidad, tolerancia, unidad, respeto por el prójimo. Es una banda justicialista en el más estricto sentido del término. Su idea de una sociedad más justa se puede resumir, por ejemplo, en una frase tan simple pero expresiva como “un poco de suerte para el pobre”. Es llamativo y destacable cómo logran que ese mensaje llegue a su numeroso público adolescente, rebote y se eleve en forma de auténtica comunión. Nadie asegura que los miles de pibes que se agitan al ritmo de las guitarras eléctricas de Ciro Pertusi y Mariano Martínez lleguen a concretar esas ideas de un mundo mejor. Pero algo debe quedar en sus cabezas y corazones. “Creemos firmemente que la única salida para la crisis es un pueblo unido”, dijo Pertusi antes de invitar a todos los músicos que tuvieran ganas de subir al escenario, para cantar y divertirse con la contagiosa “Donde las águilas se atreven”. “Verán pasar mil años, verán muchos caer, pero si nos juntamos, no nos van a detener”, cantaron integrantes de la 25, El Otro Yo, Karamelo Santo, Kapanga y El Otro Yo, mientras se agitaban brazos, banderas, bengalas, pasión. Sin haber concluido el festival, la imagen resulta una de las grandes postales de esta versión 2003.
Antes de Attaque, pasaron otras cosas también. A saber: la banda quilmeña de rock stone La 25, con un creciente número de seguidores adolescentes, demostró que todavía le falta bastante para jugar en la primera del rock argentino. Tienen cierto angel escénico y la necesaria caradurez para subirse y tocar rock and roll, pero no basta con eso si se quiere hablar de promesa. Sus tres guitarristas suenan como apenas uno o dos, desprolijos y carentes de sutileza, cosas que aún el rock and rollrollinga conlleva. Después, Intoxicados –algo así como hermanos mayores de los quilmeños– abrió la puerta para salir del corralito stone en que se metieron por propia decisión, y sobretodo a partir del carisma de su líder y cantante, Pity Alvarez (ex Viejas Locas). Iniciaron su show con un gracioso rap suburbano, ilegal, caricaturesco (armas, punteros, marihuana... pero también “Los Simpsons” por televisión) y luego dieron rienda suelta a sus briosas canciones de raíz blusera en la tradición rockero-argentina de Manal y Pappo’s Blues. Kapanga, más tarde, reafirmó su condición de mimados de este público y este festival. Hagan lo que hagan, cumbia, cuarteto, ska, heavy metal, reggae, todo les resulta festejado: su cantante, el Mono, es un especialista en levantar multitudes y eso se impone por sobre sus limitaciones vocales. A veces el rock puede permitirse ese tipo de licencias. Les siguió El Otro Yo, una banda que a veces puede parecer venida de otro planeta, u otro país al menos. Su rock electrocutado, saturado de distorsión pero casi siempre violentamente dulce, seduce en cada una de las canciones, ejecutadas magníficamente por una maquinaria llevada adelante por los hermanos Aldana (Cristian y María Fernanda), Ezequiel Araujo y Ray Fajardo. Claro, si hay que hablar de maquinaria, no debe olvidarse a Divididos. El trío es una fija en cada edición de este festival: sus canciones no fallan y el nivel de calidad en la ejecución es siempre impecable. En la madrugada del sábado, cuando todos estaban cansados de tanta música, levantaron la multitud con “El 38”, “Paisano de Hurlingham”, “Cielito lindo”, “Aladelta” y todos los clásicos de Sumo. El final se estiró y estiró pero todos querían más. Divididos provoca ese tipo de necesidades musicales.

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El final comunitario cantando “Donde las águilas se atreven”.
 
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