EL PAíS › DE COMO EL DUHALDISMO ESMERILA A SUS PROPIOS CANDIDATOS

Como chicos sin Chiche nuevo

Una decisión tomada en Palacio a pura pérdida. Las teorías conspirativas y las de quienes creen en el error y la torpeza. Encuestas de todo calibre midiendo a Solá. Qué hará el gobernador. Kirchner en campaña y el Gobierno partido en dos. La elección del vice, un casting surrealista. Los temores del mejor amigo del politólogo sueco.

 Por Mario Wainfeld

”Menem está viejo, resentido. Casi no hace campaña, vive en Miami y en Chile, enfurruñado y rumiando rencores. Ya no le quedan cenizas de su seducción y sus recursos de los buenos tiempos. En el ‘89 se acordaba del apodo de una vieja que lo había convidado con mate en un pueblito de provincia veinte años atrás. Hoy se le chispotea el nombre de pila de Kohan”, exagera, apenas y con fines didácticos, un funcionario duhaldista de los que tiene buen diálogo con el riojano. Lo notable es que esa descripción no alude a un rival derrotado por la historia y sus límites etarios sino a un contendiente que, sin hacer nada, sigue pujando en primer nivel.
Es muy difícil ganar cualquier partido si el propio equipo se obstina en hacerse goles en contra y el duhaldismo se ha hecho experto en ese arte que supo cultivar también la troupe de Fernando de la Rúa. Como sucedía en aquellas remotas épocas, sobran quienes atribuyen las torpezas a astucias intrincadas, conspiraciones eximias, carambolas políticas a cuatro bandas urdidas en Villa Rosa o San Vicente. Las interpretaciones conspirativas cunden en las charlas de café o en los pasillos de palacio. La gente del común suele atribuir a los poderosos capacidades notables y, acaso por autopreservación, se niega a verlos como chapuceros que, sencillamente, vencen su propia valla. Los que pueblan el palacio suelen tener más data. No es que se equivoquen sino que son macaneadores o alcahuetes, con alta frecuencia las dos cosas.
Cuesta creer que las idas y venidas respecto de la candidatura de Hilda González de Duhalde a vicegobernadora de Buenos Aires tribute a la falta de reflejos políticos, de comunicación interna, de autopercepción y que sus principales actores sean sus principales damnificados. Y, sin embargo, si se mira de cerca, tal parece que es así no más. Lo cierto es que todo el Gobierno, empezando por el mismísimo Presidente, la venían anunciando como un hecho inevitable hasta el fin de semana pasado inclusive. Y que el paso atrás de la primera dama lijó brutalmente a Felipe Solá pero también dañó las –a esta altura razonables– chances de Néstor Kirchner. Y así aconteciera –como efectivamente puede acontecer– que Chiche, a instancias de su cónyuge, revisara su decisión y aceptara ir con Solá o se reconvirtiera a candidata a gobernadora ella misma, todo el duhaldismo pagaría por esas volteretas costos siderales sin beneficio apreciable. Si la cuestión era no acompañar a Solá bastaba con no acompañarlo y si era suplirlo bastaba con suplirlo. Lo contrario, dimes y diretes, grandes candidatos aún no comprobados por las urnas (como Lole o Chiche) que se ungen y se retractan en cuestión de horas es puro desgaste. La imagen del duhaldismo “haciendo política” lució en esta semana titubeante, ciclotímica y clase B no porque detrás de ella se camufla una baticueva plena de picardías y jugadas maestras..., sino porque es titubeante, ciclotímica y, demasiado a menudo, clase B. Veamos.
Un chirlo p’ al payador
“Creo que Duhalde le cobró varias a Felipe. Le quiso dar un chirlo, pero se le fue la mano”, explica un ministro que es confidente del Presidente y de la primera dama. Pero se declara impotente para justificar cuál es el beneficio del castigo corporal excesivo y cómo saldrán sus referentes del laberinto en que se metieron. Es más, el hombre confiesa que “la provincia se gana con Solá-Chiche o con Chiche como gobernadora. No hay otros candidatos viables”, confesando que Chiche tendrá que retractarse de algún modo, siempre costoso, de lo que su misma fuerza instaló.
Cierto es que la relación entre Eduardo Duhalde y Solá no es maravillosa. El “aparato” duhaldista, la pléyade de dirigentes que responden al Presidente, se destaca por cierta disciplina pero también por una pasmosa chatura política, hija legítima del modo de liderazgo del Presidente. Rodearse preponderantemente de punteros de bajo vuelo y magraproyección ahorra discusiones y rebeldías pero cuesta su peso en oro cuando hay que presentarse a elecciones. Por eso Duhalde –con una astucia táctica que mitiga sus carencias estratégicas, paradoja que acaso lo pinte de cuerpo entero– acude a otros cuando tiene que confrontar en serio en las urnas. Chiche en el ‘97, Carlos Ruckauf (un porteño de ley) en el ‘99 y Solá en el 2003 son recursos de última instancia para no presentar en sociedad a una tropa que no resiste la luz pública.
Los pocos dirigentes que pueden mostrarse sin bochorno en la exigente escena pública han sido importados de provincia a la Rosada y fungen de ministros o secretarios de Estado. Alguno de ellos –la ministra de Educación Graciela Giannettasio– no revalidaron sus títulos locales en las ligas mayores. Otros –como Juan José Alvarez, Aníbal Fernández y Alfredo Atanasof– prosperaron mejor. Pero el problema es que esas figuras más presentables no tienen peso territorial en el denso conurbano. O comandan distritos chicos (Juanjo Alvarez en Hurlingham) o son minoría en los propios (Fernández en Quilmes) o directamente no hacen ancla ahí (Atanasof).
Lo cierto es que nadie cierra del todo y por eso la apelación a “Felipe” (todos lo nombran así, aun los que lo detestan) brota como necesidad.
Pero la relación entre el Presidente y el gobernador sobreabunda en desconfianzas y onda, si no siempre mala, intermitente. Hablan a menudo, muchas veces por día, y Duhalde suele elogiar en público a Solá, pero también deja caer que es muy ombliguista y rezongón, que siempre se queja de improbables movidas en su contra. “El payador perseguido” lo bautizaron en Olivos y la risa de Duhalde avala más de una vez la chanza.
Los malentendidos se agravan porque, hasta ahora, según aseguran varios ministros del gabinete nacional, Solá va tercero en las encuestas de intención de voto, a la zaga de los trogloditas Aldo Rico y Luis Patti que, dicho sea de paso, se alzan con adhesiones de peronistas de sectores populares y de clase media de la rama pejotista “meta bala”. “Felipe es un dirigente ponderado y tiene votos propios en el interior de la provincia –explica un consultor que suele asesorar a los peronistas–, pero su perfil es más bien el de un dirigente del Frepaso. Por eso, le venía bárbaro integrar a la fórmula a Chiche, con más raigambre en las barriadas peronistas, en especial en el sur del conurbano. Era una fórmula compensada, ganadora.” ¿Era?
“¿Fue?”, pregunta Página/12 en las ajetreadas tardes de jueves a viernes a varios prominentes ocupantes de despachos en la Rosada. Las respuestas varían según los protagonistas, lo que da cuenta de atisbos de diferencia inusuales en esa tropa. Van dos como botón de muestra, ambas de duhaldistas de ley que integran el gabinete nacional.
- “Claro que fue, Duhalde le bajó el pulgar. ¿O la Señora se va colgar de un candidato que va cuarto?” “¿Quién es el tercero que lo supera?”, inquiere este diario. “Chiche.” “¿Y quién mide a Chiche contra el candidato instalado?”, pregunta aunque imagina el cronista. “Duhalde.” Ajá.
- “No, Solá-Chiche no fue. El Negro tiene que convencerla en este fin de semana. No hay más tiempo, ni planes B.” “¿Y por qué no la convenció la semana pasada cuando todos ustedes daban el tema por hecho?” “La convenció pero ella tiene un entorno horrible, de inútiles que le calientan la cabeza al tiempo que la desprestigian en la gestión. Empezando por la Chichí, esa ministra que nadie conoce” (se refiere a la titular tan formal cual ignota de Acción Social, Nélida Doga).
Los enigmas de Palacio se descifrarán en Palacio en las próximas horas. Intrigas, comidillas, diálogos conyugales resolverán cuestiones de Estado revelando, a confesión de partes relevo de otras pruebas, la degradación de la política argentina como urdimbre de proyectos, elaboracióncolectiva, intercambio con las masas y esos macanazos que se ufanaban de practicar las fuerzas populares en el siglo XX.
El gobernador sigue
El escenario que percibe Solá, a estar a lo que cuentan quienes lo conocen bien, es bien distinto al que prevalece en Balcarce 50. Tras el mazazo que le significó la decisión de Chiche el actual gobernador avisó a su tropa que seguirá adelante, aun en el caso (que juzga altamente improbable) de que Chiche decida lanzarse sola. Las encuestas que maneja Solá (algunas de ellas, aseguran sus fieles, acercadas por el propio Duhalde) lo dan puntero en la provincia. Y el hombre está convencido de que “los peronistas con territorio y no con escritorio” lo apoyarán. El propio martes juntó a 45 dirigentes con tales dotes y tras concluir “lo que ocurrió fue para bien”, los exhortó a seguir adelante. Y mañana mismo empezará a hablar uno a uno con los intendentes para ir en pos de una fórmula de consenso. Los dos intendentes con más peso político de la provincia –Julio Alak y Alberto Balestrini– lo apoyan abiertamente e integran el casting de los posibles vicegobernadores. Otros dos bien ranqueados son Aníbal Fernández y José María Díaz Bancalari (ver asimismo y más en detalle página). El diálogo como mínimo diario con Duhalde se ha suspendido desde, al menos, el martes. Pero cerca del gobernador creen que los puentes se restaurarán cuando el Presidente vuelva de su fin de semana larguito (empezó el martes) teniendo “in pectore” las fórmulas nacionales y provinciales asumidas.
La galaxia K
Néstor Kirchner también tuvo una mala semana y sólo una parte le es atribuible, como se verá. El mayor estrago se lo causaron quienes se supone son sus aliados, con su movida bonaerense. Es curioso lo que ocurre en el oficialismo con el patagónico. Es su primer candidato competitivo, ya que Lole nunca existió y De la Sota (por otros medios) tampoco. Kirchner integra ya el pelotón de punta y muchos duhaldistas piensan que eso es poco, porque aún no les asegura la victoria. En verdad, siendo candidato oficialista de este oficialismo estar en carrera es toda una hazaña. La autopercepción de algún sector del Gobierno, plena de soberbia, induce a desmesuras. Exagerando, apenas y con fines didácticos, parecen pensar que su candidato es Juan Perón en 1952 y no Néstor Kirchner en 2003.
En 2003 Kirchner está, conforme los sondeos que encarga el Gobierno, empatando con Carlos Menem, Elisa Carrió y Adolfo Rodríguez Saá. Para la consultora Equis de Artemio López apenas dos puntos (vale decir menos que el error muestral) separan al primero (Adolfo) del cuarto (el patagónico). Para Julio Aurelio el puntero es Kirchner y Menem está a medio punto. Carrió, la cuarta, tendría tres puntos menos que Lupín. Ambas encuestas miden escenarios de ballottage y en todos Kirchner triunfaría con holgura, siendo el más batallado contra el Adolfo y el más cómodo, tener enfrente al desmemoriado Menem.
Así las cosas, con un candidato viable, suena ilógico que el duhaldismo no cierre filas detrás de él para hacerle ganar los siete u ocho puntos que le asegurarían estar en segunda vuelta. Todos los encuestadores coinciden en que con 22 por ciento, como mucho con 25 se pasa a la ronda final. “Lo que sacó Illia –se entretiene un ministro con sentido del humor–, mire si lo puteamos a Illia por ilegítimo y ahora...” Pero lo que suena ilógico acontece. El Gobierno cuya conflictividad interna es -comparada con el menemismo y la Alianza en parejas circunstancias– de ordinario baja está marcadamente dividido respecto de Kirchner. Algunos lo apoyan firmemente: José Pampuro (pionero en candidatearlo), AlfredoAtanasof, Aníbal Fernández, Ginés González García y Roberto Lavagna. Pero otros se muestran remisos por decir lo menos. “Son los manzanistas”, define uno de sus antagonistas internos aludiendo a Jorge Matzkin, Juan Carlos Mazzón y Miguel Angel Toma. Otro kirchnerista decidido, asume motejarlos de “menemistas”. Y un tercero se azoró, compartiendo una cena amical con Toma, cuando el actual jefe de los espías maltrató con su verba y hasta se burló del patagónico.
Sus allegados en Gobierno piensan que Kirchner tiene una virtualidad, que es crecer hacia el electorado independiente. Valoran en eso su presencia personal, su discurso y su capacidad de sumar a peronistas desencantados de izquierda (Eduardo Luis Duhalde) o no tanto (Susana Decibe). Auguran que también cruzarán el charco muchos frepasistas, incluido en algún momento Aníbal Ibarra. “El otro día fui a comer con él a un restaurant de la calle Posadas, clase media alta, y todos lo saludaban con respeto. Menem no puede salir a la calle”, grafica, en ejemplo micro muy de época, un hombre del Presidente.
También destacan su formación y su voluntad militante. Pero aun los más entusiastas piensan que su campaña está mal enfocada, que sus actos de estos días fueron malos y que su discurso no es adecuado. Es sencillo darles razón. La imagen de Kirchner en Lanús (reproducida por Canal 7 en una movida oficial injustificable) nada le agregará dentro del PJ y espantará afuera. El formato desgastante de más de cuarenta actos en la provincia no parece sensato. “Uno llega al microestadio de Lanús. Hay cincuenta grados y 200 decibeles. Los punteros empujan al candidato para aparecer a su lado en TV. Habla después de Quindimil. ¿Puede hablar como un estadista o siquiera como un postulante con temple pero sensato, capaz de interpelar a gente que no quiere gritos sino contención y propuestas? No, no puede. Con ese calor, sin ver a la gente porque los carteles se la tapan, con las luces cegándolo, el tipo confiesa, como si estuviera en una comisaría”, bromea, didáctico, un peronista bonaerense que se juega por Kirchner. “Menos actos y más pantalla (de TV)”, redondea un ministro. “No arengar sin plan a gente que no te quiere escuchar. Ir con equipos técnicos, dialogar con los sectores productivos o con la gente en los barrios pero rodeado de personas capacitadas y creativas”, propone un tercero. Por ahora, Kirchner optó por el formato bonaerense.
Un casting extraño
El eventual compañero de fórmula de Kirchner, todos lo descuentan, será conocido en la semana que arranca mañana. Las encuestas mencionadas en el acápite precedente medían detalladamente a Roberto Lavagna. Otras testean cómo le a va a Daniel Scioli. Quienes han hablado con Duhalde en los últimos días (son pocos) sospechan que al Presidente le va el motonauta. Pero la decisión la tomarán dos y los allegados de Kirchner relatan que éste no le prodiga confianza política, cree que Scioli es vulnerable a ser criticado por menemista y poco dotado (quizá poco dispuesto) a refutar tamaño cargo.
Subsisten otros nombres ya mencionados en columnas anteriores (Atanasof, Fernández, Eduardo Fellner, González García), pero el solo dato de que Scioli y Lavagna –dos cuadros políticos de muy distinta densidad y dispar historia– integren un mismo casting sugiere que el Gobierno es bastante surrealista en sus criterios.
Telón tanguero
“Nos despedimos sin un llanto
ninguna escena, ningún daño
simplemente fue un adiós
inteligente de los dos”
Enrique Cadícamo. “Por la vuelta”

El periodista está de palique con su amigo, el politólogo sueco. Suelen cafetear y chichonear de política. El periodista de avanzada está preocupado. Su prima la Colorada le ha pedido que le cuente en detalle la conspiración exitosa que ha urdido Duhalde y lo conservará en el poder. Le ha requerido, incluso, que le faxee un facsímil del plan (que sospecha está escrito) no porque le interese la política, sino para darse dique con sus amigas. El periodista no lo tiene, es más, no cree que exista tamaño tramado pero su prima no ha de creerle. El hombre teme que en venganza no lo invite a su cumpleaños, proverbialmente pantagruélico. El politólogo sueco, que hace su tesis de posgrado sobre la Argentina, piensa “nada que ver con el tangazo de Cadícamo. Acá sobran llantos, histeria, daños, escenas. Inteligencia hum...” Pero, receloso de ser imputado como gorila, calla mientras bebe el último café.

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