ESPECTáCULOS › HUGO MIDON Y CARLOS PAIS EXPLICAN LA OBRA “EL GRITO PELADO”
“Esto es humor sobre la desgracia”
El director y el dramaturgo estrenan hoy en La Boca una puesta que sintetiza dos piezas de Oscar Viale escritas a fines de los años ‘60.
Por Hilda Cabrera
Que no sea un pelafustán, ni chorro ni pan comido para la multinacional, canta la murga de “Los Tipitos” en uno de los más elocuentes pasajes de El grito pelado, versión de dos piezas de Oscar Viale (1932-1994) que se estrena hoy a las 18 en el Teatro de la Ribera. La obra es síntesis de El grito pelado, un trabajo de 1967 conformado por una serie de cuadros breves, y La pucha, grotesco porteño de 1969. La adaptación pertenece al santafesino Carlos Pais, autor de amplia trayectoria que acredita, entre otros títulos, Welcome los amos (1972), Somos como somos (1980), La oca (Teatro Abierto 1981) y Extrañas figuras. Es este dramaturgo quien ha elegido un colectivo y elementos de desguace para dar marco a las historias que se suceden en El grito... (un total de 12 cuadros), y quien opina que el espectáculo tiene el sello de Hugo Midón (autor y director de Pajaritos en la cabeza, Vivitos y coleando y Huesito Caracú, entre otras), que además hará la régie de la ópera Hansel y Gretel en el Teatro Colón y retoma la traslación de su pionera La vuelta manzana, de 1970, al cine de animación.
Midón cumple en El grito... (obra para adultos y jóvenes) la tarea de dirección, siendo además autor de las letras que interpreta la murga “Los Enfogonados de la Ribera”, coordinada por Coco Romero. La coreografía pertenece a Doris Petroni, la partitura y dirección musical a Carlos Gianni, el vestuario a Renata Schussheim y la escenografía e iluminación a Héctor Calmet. Integran el elenco Haydée Padilla, Cutuli, Victoria Carreras, Oski Guzmán, Anahí Martella y Gonzalo Urtizberea. Las funciones en la acondicionada sala de la avenida Pedro de Mendoza 1821 (en La Boca) se ofrecerán los jueves y viernes a las 19, y los sábados y domingos a las 18.
En la entrevista con Página/12, Pais y Midón recuerdan haber visto montajes anteriores de las dos piezas, y en el caso del autor, memora las conversaciones que mantuvo con Viale para concretar lo que después de tantos años ha logrado. La mayoría de los temas siguen vigentes, conclusión que por un lado asusta y por otro ha propiciado la puesta. Aquél era un tiempo sin democracia. El dramaturgo Pais, quien tiene un hermano menor, José Miguel, desaparecido durante la dictadura militar, subraya esa circunstancia. “Teníamos a Onganía en el poder –dice–. No sé si el público de hoy tiene idea de lo que era vivir en esa época.” Viale, cuyo nombre real era Gerónimo Oscar Schissi, fue actor y autor muy popular en el ámbito de la televisión (“La tuerca” y “Mi cuñado”, entre otros trabajos), el cine y el teatro. Dentro de la escena se destacaron Chúmbale (1971), Encantada de conocerlo (1978), Convivencia de 1979 (profundización de uno de los sketches o “esquicios” de La pucha), Antes de entrar dejen salir, Periferia (1982), Camino negro (1983) y Trátala con cariño (1985).
–¿Qué criterio aplicaron al seleccionar los sketches?
Carlos Pais: –Al principio entraron muchos más de los que quedaron. Cortamos los que no nos convencían, porque no eran demasiado claros para el público actual o porque el espectáculo se alargaba.
Hugo Midón: –Algunos temas, como el de los cruces de parejas o el de la mujer que quiere llegar virgen al matrimonio, nos siguen pareciendo de otra época, pero nos interesó dejarlos porque las historias no quedan ahí. Viale se mete con el achanchamiento de los matrimonios, y eso no caducó. En cuanto a los cortes, tengo más experiencia en el teatro para chicos que para adultos, pero estoy convencido de que hay que buscar el equilibrio. En mi trabajo, el autor se confunde con el director, y corto sin dudar.
–¿Cómo se le acercan al público actual vivencias cotidianas de otro tiempo sin caer en el pintoresquismo?
C.P.: –Estuvimos tratando de encontrar la forma de ubicar al espectador. Para los mayores, la mención de algunos elementos les va a resultar familiar, pero quizá los más jóvenes no sintonicen con el clima político. Las dos obras fueron escritas durante el negro período que siguió al golpe militar de 1966. A mí me sorprendió que Onganía recibiera entonces el apoyo de algunos intelectuales considerados progres. Y ni hablar de la revista Primera Plana y de la manipulación de los medios que desprestigiaban al presidente Illia.
–¿Por qué cree que Onganía contaba con ese apoyo?
C.P.: –Tal vez estoy diciendo algo demasiado simplista, pero Onganía tenía en esa época imagen de serio. Y lo parecía, porque no hablaba. En realidad, ese silencio se debía a que no tenía nada sensato que decir. Pero se subió al carro que le adornaban esos intelectuales que mostraban a Illia como si fuera un idiota. No voy a decir que Illia era un revolucionario pero, dentro de lo que pudo, enfrentó a algunos empresarios fuertes, como los de los laboratorios.
–¿Forjarse imagen de serio es hoy un recurso para ganar en política?
C.P.: –Todavía prende eso de parecer serio. En estas elecciones, no es difícil crearse esa imagen cuando entre los competidores está Menem.
–¿Algunos sketches de El grito... podrían haber sido escritos hoy?
H.M.: –Cuando Carlos (Pais) me mostró su trabajo, me sorprendí ante la vigencia de los temas. El humor de Viale lo conocía bien, pero empecé a descubrir más cosas en la risa que provocan estas historias. Por debajo y por detrás de estos sketches hay asuntos muy serios: la violencia dentro de la pareja, o la que se da entre amigos, o entre un padre y su hijo. En el sketch Velocidad y resistencia, un padre es capaz de tirarle el camión al hijo porque está perdiendo una carrera ciclista. El hijo debía ganar cueste lo que cueste, porque para eso él se había esforzado en comprarle una Legnano.
C.P.: –Uno no entendía de dónde salía su humor, porque Viale, en lo personal, tenía una vida con problemas, algunos muy dramáticos. El cosito es un sketch extraordinario, claro y de una síntesis perfecta. Resume la culpa y la responsabilidad social.
H.M.: –Hacía humor sobre las desgracias. Esta es una salida muy característica de los argentinos. Si no fuera así, ¿cómo podríamos seguir trabajando?