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“Para filmar en Morón tuvimos que contratar guardaespaldas”
Raúl Perrone, referente histórico del cine independiente, cerrará hoy el Bafici con su nueva obra, la road-movie barrial “La mecha”.
Por M. P.
A pesar de que hace tiempo que su nombre forma parte de la historia oficial del cine independiente argentino, Raúl Perrone no perdió aquella costumbre de sus comienzos amateurs. Y sigue filmando sólo los sábados. Así fue como rodó La mecha, su último largometraje, que se exhibirá esta noche como la función de cierre del Bafici. “Es algo que no quiero perder”, asegura Perrone, que comenta divertido que cuando le contó esa costumbre a Pablo Trapero –que oficia de productor ejecutivo–, el director de El bonaerense se agarraba la cabeza. “Porque así puedo trabajar bien sobre lo que filmo en cada jornada, y tengo tiempo para pensar en todas mis dudas. Al final de todo el proceso, no me queda faltando ni un solo plano.”
Objeto de una retrospectiva en la anterior edición del festival porteño, la heterogénea y marginal obra de Perrone funciona como una orgullosa prehistoria del nuevo cine independiente local. “Antes de mis películas en el cine argentino vos no veías pibes sentados en la vereda”, dice orgulloso Perrone, que en sus últimos trabajos parece haber abandonado a sus pibes para ir aún más lejos como cineasta. “No es que los haya abandonado, sino que sigo haciendo historias de seres humanos”, cuenta. “Antes eran los pibes los que se me acercaban, y ahora creo que ellos se asoman a estas historias con un protagonista de 85 años.”
Presentado por Perrone en una secuencia en la que limpiaba discos en Pelusa y Marisita, Nicéforo Galván –su suegro en la vida real– protagonizó el anterior film del director: Late un corazón (2002). “Esta vez fue más fácil trabajar con él, porque ya sabía que íbamos a hacer una película, no como la otra vez”, cuenta Perrone, que comenta que Don Galván aún hoy no puede creer que con aquellas primeras charlas su yerno construyó una película. “Ahora fue otra cosa, porque nos esperaba ansioso todos los sábados, y ya sabía lo que era que le pusiesen un micrófono y el equipo trabajase alrededor de él.”
La historia que desarrolla el nuevo film de Perrone es tan simple y directa como su nombre, La mecha. “Es una road movie detrás de la cual hay una decisión de vida”, explica el director sobre un film que se estructura alrededor de la búsqueda de un repuesto para la mecha de un calentador que no se fabrica más. Una búsqueda que le permite al realizador retratar fielmente el Oeste del Gran Buenos Aires, al que nunca ha abandonado. “No sabés lo que fue filmar en Morón”, confiesa. Y explica: “Tuvimos que contratar un guardaespaldas”.
Como próximos proyectos, Perrone ya piensa en una historia familiar bautizada Pajaritos, o en la vida de Romanita, un pibe que cuida coches en la puerta de una bailanta cordobesa. “Hace un mes hicieron una retrospectiva de mi obra en Córdoba, y cuando fui me mostraron la república de San Vicente, un barrio del que me enamoré”, confiesa Perrone, que revela que Romanita fue su sobrenombre de toda su infancia. “Por mi corte de pelo, a la romana”, explica. Ya sabe que, de concretarse el proyecto en Córdoba –que sería producido por Trapero–, deberá abandonar su costumbre de filmar sólo los sábados. “No puedo viajar a filmar por sólo un día”, se resigna. “Pero puedo hacerlo cada tres días y volverme”, insiste, terco como siempre. De la misma manera en la que construyó una obra al margen y en el centro de todo, como debe ser.