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Por E. R.

El actor Ben Stiller tiene un karma: parece gracioso casi siempre, aun cuando está hablando en serio. Tal vez porque en la retina de los espectadores quedaron grabadas alguna de sus escenas en películas como Loco por Mary, La familia de mi novia o Zoolander. El actor cree que esto puede ser algo así como un don genético. Es que es hijo de Jerry Stiller y Anne Meara, dos actores cómicos que brillaron en el mercado audiovisual estadounidense de los años 60 y 70. “La gente nace o no con sentido del humor. Sea para reírse de las cosas, o para hacer reír a los demás. Es una predisposición. No creo que hacer reír a la gente se pueda aprender. Es algo muy extraño”, sostiene Stiller en una entrevista que Film&Arts estrena el próximo martes, a las 14 y 22.
Como tantos otros cómicos de su generación, el protagonista de Divinas tentaciones y Los excéntricos Tenembaums, entre otros films, se formó en el célebre programa televisivo de improvisación “Saturday night live”. Pero a diferencia de Mike Myers, Jim Carrey o Adam Sandler (por citar sólo tres casos), la carrera cinematográfica de Stiller tomó vuelo propio, sin estancarse en una veta actoral exclusivamente cómica. Así, famoso en la tele pero novato en el mundo del cine debutó como director y guionista en 1994, con la adolescente Generación X, la primera de las tres películas que dirigió (las otras dos fueron Un loco a domicilio y la más reciente Zoolander).
El apoyo de sus padres fue una pieza clave para acercarse desde muy pequeño al arte, cuenta. “Amo las películas desde chico. Siempre quise ser director de cine. Ya lo sabía a los 9 años, cuando mi papá nos filmaba con una cámara Súper 8 que luego me regaló. El me apoyaba mucho y hasta me había conseguido un equipo de edición. Fue genial: él era como mi estudio de cine y yo el cineasta consagrado. Pero, a diferencia de la mayoría, era un estudio que me brindaba mucho apoyo.” Pese a haber vivido en ese ambiente, el ingreso al circuito actoral no le fue fácil. Antes de lograr su primer papel de teatro, se presentó a todas las audiciones posibles durante dos años seguidos. Hasta que a mediados del ‘86 lo tomaron para “Bloxy Blues” y un año más tarde Steven Spielberg lo convocó para interpretar a un prisionero de guerra en El imperio del sol. “Trabajar con él fue increíble. Es un tipo al que le encanta trabajar con actores y alienta la improvisación. Recuerdo que yo había hecho un corto y se lo di. Aún hoy no puedo creer las pelotas que tuve para dárselo. Y al día siguiente vino y me dijo: ‘Vi tu película. Me gustó’. Fue motivante”, subraya.
Aunque ya se había convertido en una cara visible de la comedia estadounidense, su consagración en la pantalla grande le llegó en 1998, por su papel en Loco por Mary, el film dirigido por los hermanos Bobby y Peter Farrelly. En la entrevista, Stiller confiesa que no le gusta para nada el humor escatológico del film. “La película me pareció divertida, pero el género es ridículo”, aclara. “Los hermanos Farrelly tienen una técnica absolutamente contraria al mundo del espectáculo. Son antitécnicos. Son muy relegados, dos tipos que tratan de divertirse todo el tiempo y tienen la virtud de hacer que ese elemento se traslade a la película”, explica.
Sobre el final de la entrevista, Stiller tiene tiempo para explicar las sensaciones que circularon por su cuerpo cuando le ofrecieron trabajar en La familia de mi novia, junto a Robert De Niro, uno de sus actores favoritos. “Actuar con De Niro fue lo más. Cuando me enteré de la noticia sólo pensaba: ‘no tengo que arruinar esta posibilidad, no debo hacer que él crea que como actor soy horrible’”, admite sin ponerse colorado. Luego, da a entender que tan mal no le fue: ya está confirmada para el año próximo una segunda parte de la comedia, que se titulará Meet the Fockers.