ESPECTáCULOS
La era en que la torpeza en cámara se convirtió en marca registrada
Maru Botana, Mariana Fabbiani, Marley y Susana Giménez lideran la tendencia de hacer lucir a los torpes en un número casi circense.
Por Julián Gorodischer
Se atora, se desorbita y los ojos se le van a las sienes, como el payaso, pero no es otro que Marli (rebautizado) haciendo el circo en “El show de la tarde”, que fue el primero pero no es el único. Ahora la torpeza es una marca registrada que se expande en los canales como garantía de simpatía. Y si no, basta mirar a “Mariana de casa” haciendo el gag con Martiniano, y a Marli con Florcita (Marley y Florencia Peña), o en su defecto a Maru Botana con su partenaire-el-oso. Para todos, se ha reservado una dupla que da el tortazo y hace oír la voz tan chillona desde que comienza hasta que el show termina. Marli balbucea y Flor le pega el cachetazo: “Hablá bien”. Maru se tropieza y sus animales (el coro) le gritan que aprenda a caminar. Mariana se equivoca de receta y Martiniano piensa en voz alta: “Mujeres, las de antes”.
“Es la experiencia tan vívida de las decadencias personales, de los fracasos, de los destinos tirados a la basura”, describió César Aira a “Los dos payasos”. Como esos clowns, Maru y un oso se empujan ante cámara para que no queden dudas de su falta de habilidad. Caminar mal o tirar un jarrón será la prueba del decontracté: esto no es tele como la de antes. Maru tiene una cohorte de animales como interlocutor a la altura, balbuceantes y haciendo mucho ruido, porque el ruido es el off ideal para que nada se escuche demasiado. Y, mientras, ella patalea y las piernas se le enredan en los patines; se tropieza. Después, se saca las botas y se sube las medias porque –dice— le estaban molestando. Como el payaso, revolea los brazos y parecería que va a levantar vuelo, pero después se apura (como en la vida “legal”) para ir a la cocina. Pasa el chivo tartamudeando, como certificación de “no estar guionado”, y lanza la carcajada que corona el acto cómico.
Más de lo mismo, en Canal 13, cuando Mariana Fabbiani lo hace mal y la tribu de varones la quiere callar. Ella da un consejo por teléfono, y el coro grita: “Basta”, para que se apague el sermón. En vez de animales circulan mutantes extraños por el estudio, que tienen un ojo cada uno, o dientes salidos, orejas inmensas, y no hablan castellano sino un dialecto poco entendible. Mariana lo entiende, y después entabla su propio duelo de clown con Martiniano (Molina). Para que haya una payasada, se necesitan dos, y entonces comienza el intercambio de acusaciones: torpe, incapaz, impuntual o descerebrado, mechado con canciones para amenizar. Mariana canta un tango pero interrumpe porque se olvida la letra. “¡Andá...!”, recibe de la tribuna. Su recurso para ser natural es estar todo el tiempo perdida, dirigida desde el off.
Una vez identificado el curro, ganará quien cruce el límite. Lo de Flor y Marli (así se llaman entre ellos) ya no es el monigote sino el latigazo: “Vos ya sabés que sos retrasado”, dice ella con soltura. “Das más gordo; sos una especie de morsa...”, y hace hablar a un apócrifo bebé mediante técnicas de ventrílocuo: “Idiota”, con voz finita. Se cansan y van al corte. La pantalla torpe alienta la forma corporal del desgarbado y de la embarazada (ella lo fue hace poco) porque todo es, en suma, una forma de la desfiguración: bailar mal (si bailan), equivocar el guión, errarle al nombre del entrevistado, hacer la defensa del “no laburo” y tirarse halagos paradójicos: “Qué malo es el programa”, con un único y final viento a favor: “Esto es verdaderamente nuevo”.
Hasta Susana Giménez quiso hacer de su tendencia a la “pifiada” un valor calculado. Cultiva el “payaso iletrado” con la diputada Gascón (Humberto Tortonese) y ahora agrega también un bloque junto a Fabio Alberti para dar cuerpo a otro “par de pájaros”. De a dos, Susana saca afuera lo que mejor le sale: el bruto entrador y, en cualquier caso, será dócil para ser aleccionada. Ya había creado la sección de las perlitas, y cultivó su propia burrada en “El imbatible”. Le dijo “embarazada” a la gorda. Yconfundió el nombre de dos vedettes, todo junto y en una semana, mucho después de aquel famoso “un dinosaurio... ¿vivo?”, ahora que la torpeza se puso de moda y además de serlo o parecerlo hay que ser competitivo.