EL MUNDO
“Sin un calendario, no hay luz al final del túnel iraquí”
Entrevista exclusiva con Ghassan Salamé, consejero principal de la misión de la ONU en Bagdad. Junto al fallecido Vieira de Mello trabajaron codo a codo en el análisis del futuro para Irak.
Por Eduardo Febbro
Ghassan Salamé, el consejero principal de la Misión de la ONU en Bagdad, pasó por París gracias a un milagro. Cuando explotó el coche bomba que mató al enviado especial del secretario general de la ONU a Irak, Sergio Vieira de Mello, y a otros 20 colaboradores, Salamé estaba en otra parte del edificio. Este ex ministro de Cultura libanés ocupa hoy uno de los cargos más delicados del organismo multilateral. Como consejero principal de la Misión de la ONU, Salamé tiene la “obligación” de elaborar la estrategia de esa organización en Irak. Contrariamente a las apariencias, la ONU no colabora con Estados Unidos sino que parece en estado de guerra contra la administración Bush. En esta entrevista exclusiva con Página/12, el funcionario resume las falencias de la ocupación y denuncia la conducta de los ocupantes que quieren de hacer de un país el ejemplo para toda una región, Medio Oriente.
–Al igual que Francia, la ONU tiene como estrategia romper el cerco de la ocupación en Irak. Sin embargo, la ocupación prosigue sin cumplir sus objetivos y justificándose con los mismos argumentos.
–Uno de los problemas de las fuerzas de ocupación es el del tiempo. Hay que hacer pasar el mensaje de que no se trata de una ocupación abierta en el tiempo sino que se van a multiplicar las condiciones para poner fin. No hay que olvidar que esta guerra se desencadenó con el objetivo de encontrar armas de destrucción masiva que nunca se encontraron. Lo que se quería hacer en realidad era remodelar todo Medio Oriente a partir de Irak. Y para los iraquíes lo grave está precisamente en eso, es decir, en la idea de que no se fue a Irak para resolver los problemas del país sino que se está ahí sólo para hacer de Irak un ejemplo, una escuela para otros Estados. Hoy se habla de terrorismo, pero nada prueba que Irak esté comprometido con los atentados del 11 de septiembre. En nombre de la lucha contra el terrorismo se quiere justificar la ocupación de Irak.
–¿Existe acaso un riesgo de guerra civil?
–Por supuesto que sí. En Irak encontramos los tres ingredientes capaces de provocar una guerra civil: el hundimiento del Estado, la propagación de la inseguridad y la intervención de elementos exteriores en los asuntos internos. Los iraquíes mostraron hasta ahora mucha paciencia y sagacidad como para no verse encerrados en la conjugación de estos tres elementos. Sin embargo, estos ingredientes son capaces de desencadenar una guerra civil. La comunidad internacional, con sus divisiones y su pasividad, creó la situación actual. Esa misma comunidad debe ahora ayudar a los iraquíes a evitar que esa posibilidad no se vuelva una realidad, debe ayudarlos a reencontrar su soberanía, su capacidad a autogobernarse. El país tiene actualmente un porcentaje de desempleo que supera el 50 por ciento. La situación económica no despega a causa de la falta de inversiones y porque el país es incapaz de recuperar el dinero del petróleo. Si se quiere dar vuelta la página de la guerra y de las divisiones internacionales, las finanzas públicas iraquíes deben normalizarse. En este contexto, es preciso que se respete la fecha del 21 de noviembre para poner fin al programa petróleo a cambio de alimentos. Me pregunto por qué ahora que hay un ministro iraquí de finanzas no se cuenta con un presupuesto nacional.
–¿Acaso la ONU no falló en la aplicación estricta de su mandato en Irak?
–Nosotros fuimos a Irak a principios de junio en base a una resolución, la 1483, impregnada aún con el perfume de la guerra. A principios de junio, con Sergio Vieira de Mello habíamos decidido asumir un papel político ofensivo e interpretar ciertos artículos de la resolución demanera que fuesen generosos para la ONU. Estimamos que, a pesar de la situación inédita que imperaba en Irak, nos concernía en lo particular afirmar la acción política de la ONU. Por eso De Mello y yo nos entrevistamos con los iraquíes, con los grandes líderes religiosos, profesionales y políticos. Fuimos a Bassora, Najaf, Erbil, Hilla, y llegamos a la conclusión de que los iraquíes necesitaban tres cosas fundamentales: la seguridad, el funcionamiento correcto de los servicios públicos y una autoridad que hablara en nombre de ellos. Sobre la seguridad no podíamos hacer mucho porque la resolución le otorgaba esa responsabilidad a las fuerzas de ocupación. En lo que atañe a los servicios públicos, nosotros hicimos un gran esfuerzo movilizando a todas las agencias de la ONU y llamando al FMI y al Banco Mundial a que se comprometieran en el terreno. Lamentablemente, muchos de los expertos que se unieron a nosotros murieron en el atentado del pasado 19 de agosto. Llegamos a una conclusión clara: lo que la fuerza angloamericana había montado en Irak, es decir, un consejo consultivo de notables nombrado y presidido por el administrador civil, era inaceptable para los iraquíes.
–Si bien la ONU consiguió influenciar el comportamiento de Estados Unidos, la respuesta iraquí consistió en ampliar el abanico de los atentados.
–Efectivamente, ocurrió eso. Se produjo un deslizamiento en los actos de violencia. Estos pasaron de una especie de enfrentamiento binario entre las tropas norteamericanas y quienes se oponían a su presencia a una confrontación hacia otros blancos que nada tenían que ver con la presencia norteamericana: hubo un ataque contra una cárcel civil, otro contra la embajada jordana en Bagdad, después intervino el sabotaje de las cañerías de agua, hubo amenazas contra las ONG y por último el atentado contra la sede de la ONU. Las pérdidas fueron enormes. En mi opinión, hoy es preciso cambiar las cosas de manera sustancial. Es necesario permitir que los iraquíes sean los responsables. Hay que cambiar permitiendo que sean los iraquíes quienes ocupen la primera línea, mientras que las ONG y la ONU deben asumir un papel de apoyo al restablecimiento de la paz y la reconstrucción del país. La tendencia que apunta a utilizar estas instituciones como una excusa no tiene ningún sentido.
–¿Qué involucraría ese cambio?
–Es imperativo acelerar el refuerzo de las instituciones iraquíes para que se pueda elaborar un calendario preciso a fin de crear estructuras permanentes. Debe nombrarse un gobierno provisorio legítimo a finales de este mes para que éste cree a su vez una conferencia constitucional. En tres o cuatro meses es posible elaborar una constitución que luego será sometida a referéndum en las primeras semanas del 2004. Así puede pensarse en organizar elecciones generales a partir del mes de mayo próximo. Uno de los elementos más graves de la situación iraquí radica en que no hay luz al final del túnel, que no existe ninguna fecha fijada. A veces se tiene la impresión de que el único calendario que cuenta para los iraquíes es el electoral. Los 26 millones de iraquíes no merecen eso. Tienen que funcionar según su propia agenda.