ESPECTáCULOS › “D’AVANT” ABRE EL FESTIVAL INTERNACIONAL DE BUENOS AIRES

Bailando sobre el mestizaje

Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola, director musical e intérprete de la obra, explica aquí la multiplicidad de mensajes de baile y música presentes en la obra, que inaugura una muestra imperdible.

 Por Cecilia Hopkins

Con el estreno de D’Avant, espectáculo de teatro musical que representa a Alemania, hoy en el teatro San Martín quedará inaugurada la cuarta edición del Festival Internacional de Teatro de Buenos Aires. Si bien la creación de la pieza corrió por cuenta de los cuatro bailarines-cantantes participantes del montaje, la dirección musical estuvo a cargo de uno de los integrantes del elenco, Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola, quien además presentará a partir de mañana otro espectáculo en el marco del Festival -My dearest, my fairest–, también de su autoría, junto a la intérprete Joanna Dudley. Aunque representa a Alemania, país en el que reside desde hace años, Garaio Esnaola nació en el País Vasco, en la ciudad de Legazpi. Allí se inició en la música, a la edad de 6 años (estudió piano y acordeón), disciplina que alternó con el canto. Su interés por la música antigua lo llevó a Holanda. Su pasión por la danza surgió años después, cuando ya vivía en Berlín. Hoy, a los 37 años, hace 7 que trabaja con la coreógrafa alemana Sasha Waltz (con quien participó de la pasada edición del festival) y es codirector de la Schaubünhe am Lehniner Platz, de Berlín.
Además de Garaio Esnaola, el espectáculo cuenta con la interpretación de Luc Dunberry (también bailarín de la compañía que dirige Waltz) y Sidi Larbi Cherkaoaoui y Damien Jalet, ambos integrantes de Les Ballets C. de la B. El proyecto maduró en una residencia de tres semanas en Marsella a instancias del festival de esa ciudad: una experiencia crucial, según apunta en la entrevista con Página/12, que nutrió al espectáculo del “ambiente característico de un puerto mediterráneo, con su cruce de culturas y religiones, sus colores, su clima y hasta la pasión por el fútbol, aunque esto último aparezca en la obra de un modo anecdótico”. La historia que cuenta D’Avant, según anticipa el director e intérprete, hace referencias al pasado pero es, a la vez, profundamente contemporánea “porque hay paralelismos que se repiten: la música elegida pertenece al período de las Cruzadas, cuando las religiones creaban bandos, enemistades y había gente que, igual que ahora, pensaba que su fe era mejor que la de los otros y que por eso tenía derecho a denigrar y conquistar a otros pueblos”, concluye.
–¿Hubo otras razones para trabajar con canciones medievales, anteriores al siglo XIII?
–La elección del repertorio tuvo que ver con la necesidad de crear un universo sonoro que, por su concepción tonal, armónica, rítmica, ubica al espectador actual en un lugar desconocido, sin referencias. El repertorio elegido es muy mestizo, nos habla de cómo las diferentes personalidades se han influenciado unas a otras: hay música italiana del siglo XII marcada por los elementos bizantinos traídos por los griegos que habían inmigrado, hay música de la España invadida por los moros, también habitada por judíos. La música tiene un papel fundamental en la obra, de modo que el canto y el movimiento están en función de la historia que cuenta que, esperamos, tenga una lectura diferente, un significado para cada espectador: creo que la poesía y las metáforas son un instrumento maravilloso pero pierden sentido si se “comen” el mensaje, aquello que uno quiso decir con el espectáculo.
–¿No cree que en Europa el mestizaje parece más digerible en el arte que en otros terrenos?
–Creo que no hemos aprendido nada de la historia, que hemos ido para arriba y para abajo todo el tiempo: en Europa, los nacionalismos están a flor de piel, quizás algo maquillados, pero igualmente presentes. Y me parece que esto del querer diferenciarse, de no aceptar la mezcla y defender una cultura sin poder ubicarla en un contexto social e histórico mayor, contribuye a un drama muy grande del que no conseguimosdesembarazarnos. Con el espectáculo hemos trabajado sobre esos temas: cómo hacer para defender nuestra individualidad sin convertirnos en enemigos de los otros y cómo mestizarnos, para que un poder mayor no nos “englobe” y nos manipule. Entre los cuatro, investigamos sobre la relación entre la religión y el poder que se expresa a nivel político aunque en la obra no se juzga a nadie.
–¿Qué papel tiene la música en My dearest, my fairest?
–My dearest... es, en comparación con D’Avant, una obra mucho menos comprometida, más lúdica. Surgió cuando me propusieron hacer un recital, y como a mí me parece más rico el proceso que se crea en la confrontación con otro, invité a Joanna Dudley a trabajar conmigo con un repertorio que va desde el siglo XIII hasta nuestros días. Así se creó la historia de una pareja que, en el desarrollo de una cena, interpreta canciones de amor: en vez de platos, la pareja comparte las canciones que presenta al público. A mí me interesa lo subversivo que resulta de la deformación, de las cosas sacadas de su contexto. Los dos hemos trabajado durante años buscando la perfección de los sonidos y de pronto, nos encontramos haciendo lo mismo con instrumentos de juguete, y es como si quisiéramos reírnos de nosotros mismos. A la vez, estos juguetes aportan al espectáculo un bagaje de asociaciones que tiene que ver con la melancolía, con la vulnerabilidad y la infancia.
–¿Piensa continuar creando desde lo interdisciplinario?
–Siempre desde la mezcla. Pasé mucho tiempo de mi vida definiéndome: de músico pasé a ser cantante de música antigua y luego me interesó la danza. Con el tiempo me di cuenta de que al subir al escenario necesitaba realizar ese mix para enriquecer mis posibilidades de expresión, para asociar sensaciones con realidades. Una vez me preguntaron qué había en común en esas disciplinas y creo que son los músculos los que siempre están en actividad, tanto en el canto como en la danza: en el movimiento se entrenan los músculos del cuerpo para conseguir una calidad de movimiento, y en el canto intervienen otros músculos para dar con un color o una nota determinada. En todos los casos, yo pienso la música en movimiento.

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“D’Avant” nació en Marsella, “en un ambiente de puerto mediterráneo, con su cruce de culturas”.
 
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