ESPECTáCULOS › DANIEL DIAZ TORRES, REALIZADOR Y CATEDRATICO
“El cine cubano tiene humor”
El director de “Alicia en el país de las maravillas”, presentada en la reciente “Antología del cine cubano”, cuenta aquí por qué cree que el cine de la isla “no está manejado por burócratas”.
Por Mariano Blejman
El absurdo es materia de estudio para el cubano Daniel Díaz Torres, director de Alicia en el pueblo de Maravillas, Jíbaro, Otra mujer, Quiéreme y verás y Hacerse el sueco. Porque, dice Díaz Torres, el absurdo forma parte de la cultura de América Latina. “Si se lo piensa bien, es delirante que un militar diga que no son 30.000 desaparecidos sino ‘sólo’ 8.000”, dice. Díaz Torres está a cargo de la cátedra de dirección de la Escuela de Cine Internacional de San Antonio de los Baños en Cuba, y pasó por Buenos Aires a presentar sus películas en el ciclo “Antología del cine cubano II”. Conocido por su manejo de la sátira, Díaz Torres dirigió la polémica Alicia... antes de la caída del bloque socialista del Este, pero la estrenó en 1991. Alicia es una profesora de literatura, enviada al pueblo de Maravillas, en una exagerada reflexión sobre Cuba. Sectores del gobierno cubano lo acusaron de “contra”, y en Miami transmitieron el film por Radio Martí. Pero Díaz Torres sigue pensando que Alicia es revolucionaria. El realizador –que vino en 1988 y 1999– estuvo por tercera vez en Buenos Aires y conversó con Página/12 sobre el cine cubano, el humor y cómo se usa un film según el contexto.
–Doce años después del estreno, “Alicia...” sigue abriendo polémica.
–Alicia... fue polémica para algunos dirigentes cubanos. Se estrenó en 1991, una época de especial sensibilidad. Algunos la vieron desestabilizadora, pero satirizaba algunos aspectos del proceso revolucionario. Las películas no se hacen pensando en momentos. Se guionó en el ‘88, se filmó en el ‘89 y se estrenó después de la caída del Muro. Entonces algunos tuvieron una mirada deformada, potenciada por los acontecimientos a nivel mundial. Pero Alicia es revolucionaria. Quiere enmendar situaciones absurdas: mira el abuso del poder, la propaganda abusiva, la pérdida de la capacidad de asombro. Sigo reivindicándola.
–¿A pesar de que la hayan pasado en Miami...?
–Alicia... es la única película pasada íntegramente por radio. La dieron completa por Radio Martí desde Miami. Se escucharon los diálogos, la música y de repente no se sabía qué pasaba. Antes se había exhibido en Berlín, donde la crítica jamás pensó que era contraria a la Revolución. Incluso algunos escribieron que era un signo de madurez haber hecho una autocrítica desde el cine cubano.
–Luego vinieron otras como “Fresa y Chocolate” o “Madagascar”...
–Que fueron más amargas que Alicia... e hicieron ese enfoque no propagandístico. Porque los países socialistas del Este hicieron películas didácticas insoportables. Pero a mí me interesa mantenerme cercano al humor. En 2000 hice Hacerse el sueco con otra realidad. Si Alicia... es de la Cuba de los ‘80, Hacerse... es la Cuba de finales de los ‘90.
–Sin embargo su humor es serio.
–El humor es más serio que lo serio. Es una cualidad esencial de la inteligencia, que sin humor es peligrosa. Y el cine cubano siempre tuvo tradición humorística desde clásicos como La muerte de un burócrata o Memorias del subdesarrollo, hasta Fresa..., un humor que hace pensar.
–¿Un pueblo es su cine?
–El nuestro es un cine auspiciado desde el Estado con reflejo en su público, a diferencia de Rusia o incluso China. En Cuba se pone Suite Habana de Fernando Pérez y llena la sala. Al lado se ponen films estadounidenses que aparecen por vía misteriosa –porque no creo que se paguen los derechos– pero se ponen. Un buen cine debe sentir identificación. Aunque hay carencia de materiales. Antes se hacían diez películas por año, ahora tres y coproducidas desde afuera. Nos falta audacia en la distribución.
–¿No frustra hacer poco cine con tanta capacitación?
–No por eso hay que dejar de mejorar. Me enteré que aquí en la UBA hay miles de estudiantes de cine: en todo caso se contribuye a formar unpúblico excelente. No importa quién eduque. El hecho de pensar por sí mismo es la primera posibilidad de liberación. En nuestra escuela la mayoría de estudiantes son extranjeros y los pocos cubanos, como Arturo Soto, están trabajando.
–¿Es posible escapar de la coyuntura?
–El cineasta no puede atenerse a las coyunturas, el político vive de ellas. Si el cine se fija en eso, muere. En el ICAI hacíamos un noticiero, pero con características que trascendían lo semanal. Son testimonios de época. El cine cubano, pese a ser estatal, no fue dirigido por burócratas. Estuvo Alfredo Guevara, Julio García Espinosa y Omar González, todos de relación madura con el cine. Nunca se pidió propagandismo, a diferencia de otros socialismos. Incluso la película sobre Fidel la hizo Oliver Stone.
–¿En qué está pensando ahora?
–Tengo dos guiones. Uno es sobre la crisis de octubre de 1962: mientras se venía la guerra atómica, una mujer rusa vive en un pueblo cubano sin saber que está al borde del apocalipsis. El otro es En la aurora, cuando un adolescente rebelde baja de Sierra Maestra a un pueblo que no se enteró que la Revolución triunfó y se quiere acostar con una prostituta. La mujer le dice que para acostarse con ella, él debe afeitarse la barba.
–Se mueve en el absurdo...
–Es que sería terrible ser como Dinamarca, pero aún allí hay universos cercanos al realismo mágico. Todo es un gran absurdo. Ahora los soldados estadounidenses en Irak están paranoicos: sacan nenitos de Ohio, los ponen en un avión, los meten en Bagdad y tienen miedo de que les metan una bomba. Imagínese el absurdo: un soldado armado hasta los dientes, con miedo de la población civil. Tan loco como los militares argentinos que dicen “¿Cómo hacemos para que un prisionero confiese rápido? Lo torturamos”.