ESPECTáCULOS › “IMAGINARIA”, DE ALFREDO ROSENBAUM, CON ITA SCARAMUZZA

Indicios de una situación terminal

La nueva pieza del autor de “Mar en calma” y “Blanco sobre blanco” se plantea como “la historia de una familia perdida en un desierto”.

 Por Hilda Cabrera

La primera incógnita surge del título de la obra, Imaginaria, que impresiona como un compendio de fantasías, pero no se sabe exactamente en torno de qué. El poeta, dramaturgo, director y docente Alfredo Rosenbaum, autor de la pieza, se resiste a dar definiciones, aunque se inclina a relacionarla con los temas de la vigilancia y la inseguridad. Sin abandonar esa cautela casi primigenia, ofrece algunos datos sobre este trabajo experimental que puede verse únicamente los sábados a las 23, en Espacio Callejón, de Humahuaca 3759: “Es la imagen de un país en una situación terminal o la historia de una familia perdida en un desierto, o una obra sobre el lenguaje, entendido como utopía y fracaso de esa utopía”, enumera, advirtiendo al mismo tiempo que la adopción por separado de esas líneas de lectura reduce la complejidad del espectáculo. Prefiere que sean los espectadores quienes tejan el entramado, según su saber y entendimiento. Ese gusto por la libertad y la apertura hacia otros conocimientos es algo que comparten Rosenbaum y la actriz Ita Scaramuzza, intérprete de la obra y, como el poeta, también en diálogo con Página/12. Si bien Ita se inició en el teatro en 1973 y alternó su oficio de actriz con el de autora y directora teatral, asegura que se la conoce más por una breve participación en Hombre mirando al sudeste, de Eliseo Subiela, que por la totalidad de su tarea en la escena: “Fue un papel gratificante”, recuerda. “Yo era una enfermera que sin necesidad de explicar nada debía dar a entender al espectador qué se le estaba dando al paciente.”
El trabajo en equipo de estos dos artistas viene de tiempo atrás, intensificado en los últimos años junto a otros nombres, como el de Alejandro Mateo, escenógrafo y vestuarista de esta puesta, y quien pondrá en escena el año próximo otra pieza de Rosenbaum: Fotografía de gritos de pájaros. Mateo se ocupa también de las luces en colaboración con Cristina Lahet, asistente de dirección. La música es de Joaquín Apesteguía e integran el elenco, además de Scaramuzza, Nicolás Mateo, Gerardo Otero y Jorge Prado. La actriz, que prepara como directora otra nueva pieza de Rosenbaum, compartió con él varios trabajos, entre otros Mar en calma (estrenado en 1992, en el Teatro San Martín); Madre e hijo, de César Aira (en 1997, en el Centro Cultural Rojas), y Blanco sobre blanco y Edilicia, en dos ciclos de Teatro por la Identidad. Los artistas entrevistados se caracterizan no sólo por la multiplicidad de proyectos en que se embarcan sino por la búsqueda de un lenguaje teatral que, según el autor y director de Imaginaria, puede resultar “extraño” si se lo compara con lo que se está haciendo hoy en Buenos Aires: “Creo que he logrado que los actores piensen los personajes sin necesidad de representarlos”, apunta. En todo caso, la obra resulta marcadamente fragmentada y nada complaciente: “Me interesa que el espectador sienta alguna molestia frente a la obra y que, en lo posible, produzca asociaciones de tipo ideológico”, sostiene Rosenbaum.
–En Imaginaria se sitúa a una familia en un desierto. ¿Esta metáfora que toma en cuenta un espacio geográfico se relaciona con Mar en calma, donde se trabajaba en gran medida sobre las sensaciones?
Alfredo Rosenbaum: –Acá también se produce ese efecto utilizando lenguajes de diferentes disciplinas. Con esos lenguajes tomados de la literatura, la música y las artes plásticas vamos quebrando la linealidad de la historia de esta familia, que es “natural” si pensamos en los quiebres de nuestra sociedad. Esta es la forma que más me interesa desarrollar en el teatro: “mostrar” a través de sensaciones en lugar de contar una historia puntual.
–¿Cuáles serían esos mecanismos?
A. R.: –Son los que se relacionan con la falta de comunicación entre las personas. En Imaginaria se da dentro de una familia insertada en un espacio semejante a un páramo. Sus integrantes, y concretamente sus cuerpos, son víctimas de esa terrible soledad, consecuencia, en cierta medida, de históricos quiebres que, además, se reproducen.
–¿Se trata de una cuestión psicológica?
A. R.: –No, porque el problema no es solamente no tomar conciencia sino tener dificultades para accionar. Esa es una falla del comportamiento de las personas, una falla de carácter político de la gente común que les hace sumar impedimentos en lugar de facilitarle salidas.
Ita Scaramuzza: –En mi papel de actriz en Imaginaria me preguntaba, en los ensayos, cómo actuar de manera que mi personaje no aparezca determinado por rasgos psicológicos particulares. Me di cuenta de que era necesario instalar al personaje dentro de una poética de acciones. Si deseo que el público perciba algo de lo que le pasa a mi personaje, en ese “largo viaje de regreso” de una familia desde el desierto a la ciudad, no tengo que imponerle mis impresiones, sino dejar que sea el espectador el que cierre la escena. Si lloro, el público puede llorar por simpatía, pero se pierde su propio llanto. La idea no es hacer catarsis desde el escenario. No se pretende que la obra resuelva cosas.
A. R.: –En Imaginaria hay indicios de una situación terminal: los personajes se van secando. No es una pieza realista, aun cuando apela a una realidad, que aparece sólo a través de imágenes. Nuestro espectáculo niega la posibilidad de plantearse utopías de reconstrucción, más allá de que la utopía sigue siendo el único modo de cohesión social, el punto ideal hacia el que determinado grupo o sociedad se dirige.

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Scaramuzza y Rosenbaum, frente a una multiplicidad de proyectos.
 
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