ESPECTáCULOS › LA CAIDA DE LA CULTURA GENERAL EN LOS PROGRAMAS DE ENTRETENIMIENTO
Una pregunta fácil no se le niega a nadie
Aun así, los actuales participantes se desorientan. Quedaron atrás los sabelotodos que contestaban en programas como “Odol Pregunta”. Ahora la TV pregunta sobre sí misma: no queda otra que ver más TV.
Por Julián Gorodischer
El tipo es un bruto: responde mal o se queda en silencio. Por suerte ya no le piden que se sepa una lista de escritores o países. Que todo quede librado al azar cuando adivine el numerito del maletín para ganarse el fajo de 250 mil (en Trato hecho). O que sepa mucho, mucho, sobre la propia tele, hasta dominar la grilla como un memorizador profesional de novelas, heroínas, galanes y romances, vida privada y fama, en un cóctel que demuele el último bastión de los programas de concursos: la cultura general. Ahora se imponen otras prioridades: fama, tele y ruleta numérica para desterrar al especialista y al mejor alumno. El tipo ya no tiene que acreditarse el mote de prodigio; ahora, en Pulsaciones, le piden solamente que sepa pedir ayuda al mejor soplón. El que llega es un cambio de modelo: del culto al actualizado o, mejor, del “prestigioso” al cholulo. El participante balbucea, se atora, se demora y se muestra un poco tembleque, mirada perdida, cuerpo corvo. Este es su momento, silencio en la tribuna, pregunta formulada, minuto para contestar: a ver, a ver...
–¿Capital de Chubut?
–¡Posadas! (Sabés o sonás, Canal 7.)
Allá lejos y hace tiempo, el sabihondo televisivo se preparaba durante meses para encajar en la serie de Claudio María Domínguez, inauguración del mito del niño prodigio en los tempranos ‘60, en el Odol Pregunta de Cacho Fontana. El precursor de nerds respondía sobre mitología helénica con el tonito alienado que mantendría en la madurez. En los ‘90, el último rebote del participante “culto” llegó con Tiempo de siembra, un clásico de las preguntas a cargo de Pancho Ibáñez, que ofreció, otra vez, ese objeto fetiche: el maletín forrado. Federico Kessler, periodista conocido como Ice Man por el decir imperturbable, armó carpetas de estadísticas de la Historia de los Mundiales, un saber total compilado en páginas de números y anécdotas extraídas de su colección de revistas El Gráfico. Se ganó los 100 mil dólares, pero también el prestigio de la “respuesta correcta”, allí donde el experto en pájaros, libros o cine nacional demostraba el valor de “dominar el tema” y era halagado por Horacio Sanguinetti, presidente del jurado y rector del Nacional Buenos Aires. “Hoy –dice Kessler–, la TV no da lugar al especialista.”
A la figura del sabihondo se le opone otra más actual: el TV hacker, un vivillo que se regocija con la caída de la “cultura general” y se desafía a ejercer la burla. “Armé una organización celular de equipos programados para responder según estadísticas de los temas más consultados –dice Luciano Favero, participante de Pulsaciones–. Nada complicado: los capacité con un Diccionario Larousse, una Enciclopedia Salvat y una Encarta de Geografía.” Ensayaron, en vivo, durante las emisiones y siempre acertaron siguiendo el método: armar listas consultando por teléfono. “Pero me filtraron en el último casting –dice–, trataba de hacerme el estúpido para pasar, pero nunca era suficiente...”
–¿Qué programa conduce Cecilia “Caramelito” Carrizo?
–... (Me veo todo, en Dale Georgina.)
Araceli, en Hacelo por ella, cambió el concepto de “respuesta correcta”: ahora significa acertar a lo que la media hace según parámetros salidos de una encuesta de hábitos. Susana, en El imbatible, es la única que los desafía a contestar rapidito y ¡sin opciones! Pero, eso sí, se reserva para sí el rol del bruto cuando festeja a “la imbatibla” o equivoca una respuesta válida. Pero todos, desde Pulsaciones hasta el flamante Dale Georgina, encumbran un tema por sobre los otros: la fama. Para ganarse el fajo habrá que saber labor y romances de la Alfano, la Mazocco y la Casán, un continuado de consultas sobre nombres de programas, de galanes y conductoras que reclama un nuevo status al conocedor: ser un teleadicto militante. “La cultura general, tal vez, se haya agotado –dice Jorge Marchetti, un productor histórico de juegos desde los tiempos de Seis para triunfar–, el entretenimiento fue buscando su propio piso, y la gente le presta más atención al espectáculo. La actualidad reemplazó el foco.”
En cualquier caso, el cambio podría pensarse en términos de blanqueo. “Siempre te dicen que no ven televisión –ironiza María Teresa Faisal, productora de Dale Georgina–, pero da la casualidad de que justo pasaban por el bar cuando daban la novela o el programa de chimentos. Preguntar sobre TV es una forma de reconocer que la gente sabe de tele y se conoce la programación de todos los canales.” Julián Di Lorenzo, productor de Pulsaciones, buscó reemplazos a la enciclopedia aplicada a la pantalla chica: “Nunca hacemos una pregunta pensando en televidentes adictos, la idea no es que memoricen sino que sepan buscar en Internet. La TV, es cierto, se alimenta mucho de la propia TV, en todos los formatos, y yo lo tomo como un dato de lo que está pasando, que no es ni preocupante ni alentador”.
–¿Ciudades de Suiza?
–Mmhhh...
–La respuesta es... ¡incorrecta! (Valeria Mazza en Pulsaciones).
El programa más visto de la tele es una ruleta hecha para adivinar números de maletines. El participante podrá llevarse 250 mil pesos, o un poco menos. Si no acierta, se va sin nada. La emoción de estar “al límite” de perderlo todo mantiene en vilo, pero también reformula las leyes del capitalismo: acumular es azaroso. Si bien el filtro para llegar al podio, es cierto, fue responder a un multiple choice bien facilito, el plato fuerte es la adivinación. “No es novedoso que a la gente le guste ganar dinero apostando –explica Adrián Santucho, productor de Endemol para Trato hecho–, por eso existen la quiniela, el hipódromo, el Prode. Es algo que funciona en la Argentina: si se televisara un juego de ruleta, que está prohibido, haría treinta puntos de rating.”
“El ciudadano según la tele –reflexiona Inés Dussel, doctora en Educación de Flacso– es bastante bruto, pero más que echar culpas me preocupa ver qué hacemos. La cultura general es fundamental para ayudar a pensar nuestros problemas, vivir mejor, dar identidad y acceder a otros mundos, ser mejor trabajador, mejor ciudadano. Hoy, hay pérdidas: nuestros referentes comunes vienen dados por el marketing. Lo que nos unifica se convierte en algo muy efímero.”