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El Norte ordena
Por Pablo Vignone
Decía don Arturo Jauretche –ponernos de pie, cipayos go home– que si en cualquier dependencia pública o privada en cuyas paredes colgara un mapamundi, sólo con colgarlo al revés, el Norte sería el Sur y el Sur, el Norte, sin darles demasiada entidad al Este y al Oeste, en premonitoria visión de lo que vendría.
Algo parecido recitaba Raúl Alfonsín en campaña, allá por principios de la década del ochenta, cuando insistía en que el meollo del conflicto, la antinomia, en fin, no era “Este-Oeste”, sino “Norte-Sur”. La no resolución del entuerto-contradicción, con aquello de “no pudimos, no supimos, no etcétera” forma parte de otra historia.
Pero lo del mapa es así nomás. Y de algo parecido conversaban Mario Benedetti y Joan Manuel Serrat en ocasión de su encuentro en Montevideo para el lanzamiento del trabajo de Serrat con letras del poeta uruguayo que, por otra parte, entre otras delicias y tragedias incluía el terriblemente hermoso El sur también existe, con Pinochet todavía en el poder en Chile, cuando coincidían en que, geografías aparte, la dictadura chilena era absolutamente representativa del Norte.
Con bombos y platillos, apenas finalizada la quinta copa mundial de rugby en Australia, pareció que lo trascendente fue que por primera vez un país del Hemisferio Norte, Inglaterra, quebraba la hegemonía del Sur que encarnaban Nueva Zelanda, Sudáfrica, Australia, y, como bien reflexionaban Serrat y Benedetti, respecto del Chile de Pinochet, ¿desde cuándo y pese a Mandela, Australia, Nueva Zelanda y/o Sudáfrica pueden ser rugbísticamente considerados del Sur?
Y así el juego, rescatado más que honrosamente en la televisión argentina por el programa Hablemos del mundial, que mucho más que dignamente condujeron Raúl Taquini y Alejandro Coccia, con el agregado de varios ex jugadores como Lisandro Arbizu, Gonzalo Béccar Varela, Fernando Morel y Ernesto Ure, entre otros, que sabían de lo que se trataba, pareció limitado a los premios, en especial el otorgado finalizado el Mundial a Johnny Wilkinson, el pateador –más que medio apertura– del seleccionado inglés, como el mejor jugador de la Copa, producto una vez más de las evaluaciones tilingas y resultadistas, que parecen no ver más allá de las planillas.
Es como la acroeconomía. El Norte es el que ordena.