ESPECTáCULOS
Tras los puntos cardinales de un autor extranjero en todas partes
Mauricio Kagel vive en Alemania y nació en Buenos Aires. Hoy se tocarán aquí, por primera vez, varias de sus obras de cámara.
Por Diego Fischerman
En sus notas para el folleto de la edición discográfica de La rosa de los vientos, Mauricio Kagel dice: “Todavía hoy, para mí el sur no evoca el calor sino el frío, Patagonia, Tierra del Fuego, la Antártida”. La necesidad de esa aclaración es ejemplar, en todo caso, del hecho de que el compositor argentino más importante de la segunda mitad del siglo XX sea considerado por los alemanes el compositor alemán más importante de la segunda mitad del siglo XX. Alguien que, en sus propias palabras, es “extranjero en todas partes”.
Tal vez como homenaje a ese germanismo sudaca, quizá como alusión al sudor necesario para tocar en Buenos Aires la música de uno de sus hijos con el que mantiene una relación más conflictiva, el concierto en el que hoy a la noche se presentarán por primera vez en esta ciudad varias de sus composiciones de cámara aparece presentado por un cierto Ensamble Süden. K de Kagel es el nombre del espectáculo y en él participan la Banda Apócrifa Municipal y el Quinteto de Pan, con la dirección de quien es, además, ideólogo y organizador del evento, el compositor Marcelo Delgado. A las 20.30 y en el Espacio Callejón (Humahuaca 3759) se escucharán tres de las cinco piezas de La rosa de los vientos, para orquesta de salón, escrita entre 1988 y 1991 (Osten, Nordesten y Nordwesten), Marchas para malograr la victoria, para vientos y percusión (1979), Pan, para piccolo y cuarteto de cuerdas (1985), y Tango alemán, para violín, piano, bandoneón y voz (1978). “¿Qué Oriente?”, se pregunta Kagel acerca de la primera de las piezas de Rosa de los vientos. “Ni el lejano ni el próximo, sino la región ante portas, de contornos imprecisos, que comienza alrededor de la línea definida por los ríos Oder y Neisse y termina... ¿dónde?”
La misma pregunta bien podría hacerse acerca de la estética de Kagel y de su situación en el panorama musical contemporáneo. Empieza, con certeza, en las revoluciones de mediados del siglo XX. Pero, ¿dónde termina? Suele hablarse de Kagel como del creador (o por lo menos aquel que lo llevó más lejos) del teatro musical. En sus composiciones no se trata, desde ya, de música para obras de teatro sino, más bien, de músicas cargadas, en sí, de sentido teatral. Esa información dramática en ocasiones descansa en la propia tímbrica, en el uso de instrumentos inusuales (como en su Música para instrumentos renacentistas) o, directamente, en la manera en que determinadas escenas (el secuestro de una orquesta, una carta a una mujer abandonada, un match de tennis entre cellistas, con un percusionista como umpire) construyen y determinan el universo sonoro.
La ironía y un humor muchas veces irreverente son para él, en realidad, una manera de trabajar con la historia y con los materiales de la tradición occidental. En 1970, con motivo del bicentenario del nacimiento de Beethoven, recomendó, por ejemplo, la abstención de programarlo durante todo el año, para evitar la continuación de los malentendidos a su alrededor. Y su propio comentario al respecto fue un film, bautizado Ludwig van, en el que, con forma de farsa, se dedicaba a cuestionar los usos contemporáneos de la música de este autor. La farsa involuntaria, eventualmente, es la que rodea la casi inexistencia de la obra de Kagel en los escenarios argentinos. La puesta de Variété en el Colón, en 2000, y este año, la versión de Una carta, con la participación solista de Klara Csordas junto a la Filarmónica de Buenos Aires, son algunos de los datos que tienden a revertir esa historia. La movida del Espacio Callejón, donde Marcelo Delgado es programador musical, es, en ese sentido, un verdadero acontecimiento cultural y culmina un año en el que, en ese lugar, pasó mucho de lo más importante de la actualidad musical.