ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A LOS SUSODICHOS
Chicos bellos, sucios y malos
El grupo teatral, que creció en los márgenes de la escena, vuelve en Magoya a demoler mitos urbanos. Después de Marea y Total, su nuevo espectáculo seduce con adrenalina y sarcasmo.
Por Julián Gorodischer
Están cansados de hablar del Camino Alternativo o de la dignidad del joven actor argentino no televisado. ¡Basta! Es cierto que ellos lo tenían todo para “triunfar” en Verano del ’98 (belleza y juventud), pero se desviaron a otra zona: la deformidad. Esa fue la apuesta de Los Susodichos desde la adolescencia, cuando debutaron a las órdenes de Nora Moseinco y empezaron a despuntar el vicio: demoler mitos. En sus obras anteriores, Marea y Total, quedó plasmado el gusto por las escenas breves y la vocación por descreer de las instituciones corrientes: la pareja heterosexual, la familia, la juventud-divino-tesoro. Con Magoya, que se estrena hoy en el Centro Cultural Recoleta, vuelven a lo que mejor les sale: instantáneas de un chat sexual entre dos varones, una esposa aburrida con fantasías de divorcio, un empleado que recuerda sus vacaciones recientes y dos chicas desnudas bailando un gato ahora que Los Susodichos suelen salir “en bolas” para refundar un nuevo tipo de objeto de deseo. “No es sólo exposición física –cuenta Ezequiel Díaz, actor y director, en la entrevista con Página/12–; el compromiso es emocional. Podés estar desnudo y que no te pase nada, o comprometerte a hablar de tus cosas íntimas.”
Aunque les huela mal el slogan ¡Todavía es posible!, y recaiga sobre ellos la expectativa del sueño “puertas afuera de la TV”, Los Susodichos no tienen otro recuerdo laboral que no sea la autogestión, la sala de ensayo en Devoto, el horizonte con incertidumbre. “Dudo de mí todo el tiempo, dudo en general –dice Federico Vaintraub, actor del grupo–; la incertidumbre es algo bien argentino...” Algo de ese sentimiento cambiará el tono de Magoya respecto de sus obras anteriores: lo que se verá podría pertenecer al recuerdo de la vida cotidiana de un grupo de muertos desde el Más Allá. “Las escenas –dice Ezequiel Díaz– podrían pertenecer a la memoria de unos suicidas. El disparador fue espacial: empezamos a pensarlo en la fábrica de la Fundación Konex, que inspiraba a tirarse por una escalera. Fantaseamos con hacerlo en la obra, pero nos hubiéramos matado de verdad.” Pero, ¿qué pasó cuando ellos, cultores del sarcasmo, intentaron un ingreso a la TV?
–Yo fui un montonero en una biografía de Perón. Y fui el terrorista de un documental sobre la AMIA. Ah... y fui un reventado en Epitafios (Ezequiel Díaz).
–Yo fui una travesti en Ciudad de pobres corazones (Azul Lombardía).
–Yo fui un Muñekote junto a Marina Borensztein y 700 nenes gritándome. Días corridos que no le recomiendo a mi enemigo (Lucas Mirvois).
Ese es el destino Susodicho: en los márgenes, reservado a papeles de delincuentes, monstruos o minorías (“¡por suerte!”, dicen) en los antípodas de los lindos de Verano del ‘98, Montaña rusa y, más atrás, Pelito y Clave de sol. Ellos saben que la tira juvenil es la plataforma argentina para el sueño del actor consagrado (desde Leo Sbaraglia a Gastón Pauls...), pero la eluden o se les retacea, obligándolos a recorrer el destino del “alternativo”: el karma de ser siempre aficionado, de trabajar de otra cosa o de volver a la casita de los viejos. “Me preocupa no tener un peso, y volver a los 25 no es fácil –dice Lucila Mangone–. Yo tengo mis tiempos y para ellos no es normal que duerma hasta las doce del mediodía.”
–¿Ese destino es la marca generacional de los de 25?
A.L.: –Nosotros tuvimos amagues de crisis al dejar el secundario, cuando nos dimos cuenta de que íbamos a seguir para siempre igual, sin dinero, siempre a pulmón, ensayando en un galpón de Devoto....
E.D.: –Somos una generación que tiene en común la resistencia. Eso significa mantener al grupo desde hace doce años sin que nadie ponga un peso.
A.L.: –Pero no lo pensemos todo en términos de generación: la dificultad emocional que se expresa en Magoya está inspirada en Raymond Carver, es universal, a todos nos pasa....Sobrevivieron con cierto orgullo de pertenecer a una casta “amateur”, con cachet módico y pocos privilegios. Les gusta pensar, por momentos, que esa lateralidad es una forma de “hacer política”. Una cruzada por “plasmar una mirada y un lenguaje” (dice Ezequiel Díaz), por expresar “una voz propia” (acota Federico Vaintraub).
–En ese marco, ¿cómo los afecta la actualidad?
–Una tragedia como Cromañón –dice Cecilia Monteagudo– enseguida me hace eco personal. Me preocupa mi grado de sensibilidad.
L.M.: –Cuando se vuelve invierno en pleno febrero me hace mal. Y lo peor es la culpa del ser humano: Bush, Irak. Hay mucha gente que habla mal de Greenpeace y no sé qué creer. No alcanza con militar contra el derrame de petróleo en el mar.