ESPECTáCULOS › DANIEL SUAREZ MARZAL, DIRECTOR DE
“NUMANCIA”, QUE SE ESTRENA EN EL TEATRO CERVANTES
“La puesta es temeraria pero ilusionada”
El director Daniel Suárez Marzal, también adaptador de la obra de Miguel de Cervantes, que se estrena este sábado, relata cómo trabajó para adaptar un texto clásico –cosa que ya ha hecho en varias oportunidades– respetando los versos pero haciéndolos “comprensibles a los oídos contemporáneos”. Actúan Víctor Laplace y Rubén Stella.
Por Cecilia Hopkins
Ubicada a pocos kilómetros de la actual ciudad castellana de Soria, junto al río Duero, Numancia fue la capital de los pueblos celtíberos que se resistió a formar parte del Imperio Romano. Luego de 30 años de acoso continuo, el general Escipión Emiliano (quien ya había tenido éxito sitiando a Cartago) resolvió levantar una muralla de 9 kilómetros alrededor de la ciudad y así, en la primavera del 133 a.C., consiguió terminar con los rebeldes. Las crónicas cuentan que, al saberse sin ningún recurso, los numantinos planearon una acción extrema para impedir su avasallamiento: prenderle fuego a la ciudad para luego suicidarse. Entre 1580 y 1587, Miguel de Cervantes Saavedra escribió su pieza teatral La destrucción de Numancia, en recuerdo de aquel gesto de independencia de todo un pueblo. A partir del sábado 19, en versión y dirección de Daniel Suárez Marzal, Numancia podrá verse en la sala María Guerrero del Teatro Cervantes, en homenaje a los 400 años de la primera edición de El Quijote. El elenco está integrado por Víctor Laplace, Rubén Stella, Sandra Ballesteros, Walter Santa Ana y Osvaldo Bonet, entre otros.
No es la primera vez que Suárez Marzal (quien durante 10 años se desempeñó en Sevilla como director del Centro Andaluz de Teatro) realiza la reescritura de un texto clásico. Su primera incursión al respecto, según cuenta en una entrevista con Página/12, sucedió mientras traducía textos de Shakespeare, con la intención de refrescar las estructuras clásicas, consciente de que estaba escribiendo “una versión algo distanciada del original”. Tras experimentar con el idioma inglés se abocó a versionar clásicos castellanos: “Para los españoles, los sudamericanos tenemos la ventaja de no guardar un exceso de respeto por los autores clásicos”. Luego de haber dirigido una vasta cantidad de obras en verso (en España puso en escena La vida es sueño y La dama duende, de Calderón de la Barca; El perro del hortelano, de Lope de Vega y entremeses de Cervantes, entre otras obras), el director sigue sosteniendo que “hacer teatro clásico hoy no es elitista, porque podemos volverlo popular siempre que hagamos una actualización respetuosa para que el verso llegue con frescura y vitalidad”.
Suárez Marzal, quien dirigirá en octubre al elenco de la Comedia Cordobesa en la puesta de otra obra de Cervantes, La gran sultana, decidió reducir los 53 personajes de Numancia a 17, para ser interpretados por 14 actores. “Sin perder la médula de la obra –aclara el director– pensé en cómo hacer los recortes necesarios para que la puesta no dure más de una hora y cuarto. Me gustaría que viniese a verla un público joven. Los tiempos han cambiado y no siento la necesidad de sostener el capricho de ser literal.” En relación al vestuario, obra de Mini Zuccheri, a los romanos les correspondió el tono broncíneo, para los numantinos el elegido fue el color de la piedra. Según el diseño escenográfico de Marcelo Valiente, la expresión de lo barroco aparece para acompañar las alegorías que presenta el texto, cuando España y la Guerra aparecen personificadas. “Tratamos de encontrar en el espacio vacío un lenguaje visual, desde los materiales y los colores”, explica el director.
–¿Cómo recibieron en España sus versiones de textos clásicos?
–Me ayudó haber hecho primero versiones de Shakespeare y haber sido muy bien recibidas por especialistas españoles. Siempre han gustado mis versiones porque encontré una forma neutra que, sin traicionar al original, cambia el verso alambicado por un verso comprensible a los oídos contemporáneos. Yo sé que hay que tener coraje para meterse con estos textos, pero no podemos dejar morir a los clásicos porque el verso suena envejecido. El teatro clásico apunta a las grandes ideas, expuestas con gran dinamismo... El teatro en verso debería volver a los conservatorios, para que los jóvenes experimenten con él.
–¿Por qué afirma que hay un antes y un después del Congreso de la Lengua?
–Lo digo en relación a la toma de conciencia de que nuestra lengua se ha ido forjando en un ida y vuelta entre España y América. Todos nos sorprendimos con la posición de Carlos Fuentes cuando dijo que el español no fue sólo un idioma de conquista sino también un nexo que permitió que se relacionaran y comprendieran entre los mismos pueblos americanos que hablaban lenguas diferentes entre sí. Y esto es importante en el acto de tomar conciencia de que el castellano es nuestro idioma.
–¿Siente que el teatro clásico español es parte de nuestra herencia?
–Hace años que yo elegí ocuparme de estos textos porque éste, junto con el teatro inglés, es el mejor teatro de Occidente. Y todos –también nosotros, los latinoamericanos– tenemos la responsabilidad de cuidarlo. Los españoles hacen suyo a García Márquez y a Vargas Llosa, los norteamericanos hablan de nuestro Shakespeare, así que me parece que también nosotros tenemos que comenzar a hablar de nuestro Cervantes, nuestro Tirso, nuestro Calderón. Esto no nos quita nada como nación. Deberíamos sentir que somos co-autores del mismo idioma.
–¿Qué particularidades presenta su versión del texto de Numancia?
–Hay cambios de léxico y de estructura pero no hay argentinismos ni neologismos o palabras muy modernas. Conservé las medidas del verso y la rima... Se trata de un trabajo delicado, que exige mucha paciencia.
–Los especialistas sostienen que ésta es una pieza irrepresentable.
–Siempre se consideró que esta obra tiene un caos de composición que la vuelve episódica. Es verdad que no tiene una secuencia lineal y cuenta con extravagancias alegóricas pero permite un enfoque cinematográfico, acciones simultáneas. También presenta algunos puntos políticamente incorrectos, pero me cuidé mucho de no hacer maniqueísmo y no decir lo que Cervantes no dice. Hacemos una puesta temeraria pero ilusionada.
–¿Cómo fue el tratamiento de las alegorías?
–Si bien no hay escenografía en la obra, para el momento de las alegorías se sugiere el fasto cortesano de la época de Felipe II usando elementos de la Semana Santa sevillana (ver recuadro). Una de las alegorías representa a una España triste y doliente que dialoga con el río Duero para pedirle que no permita que Numancia sea cercada, como finalmente hizo el general Escipión Emiliano. La otra alegoría es muy dura y presenta a la Guerra agradeciendo al Hambre y a la Enfermedad el que hayan podido cumplir con sus mandamientos crueles y severos.
–¿Qué otros aspectos ideológicamente cuestionables encuentra en la obra?
–Desde este siglo XXI, no es fácil aceptar la exaltación desmedida que se hace del imperialismo. Porque Cervantes habla del naciente imperio de Felipe II (entre 1556 y 1598 fue rey de una España en expansión, la unidad territorial más amplia de la Edad Moderna) y yo sospecho que lo hacía desde el convencimiento de formar parte de la construcción de esa España. En relación al espectador contemporáneo, me parece interesante que pueda interrogarse sobre cuál es su responsabilidad acerca de lo que pueden parecer las fatalidades de la historia. Los imperios generan una arrogancia extraordinaria de unos pueblos sobre otros. ¿Pero qué papel jugamos los débiles frente a esta realidad? Cervantes habla del sufrimiento de una ciudad que se inmola frente a los poderosos, así como los griegos hablaron del poder que se va alimentando y regenerando de un lugar a otro. Pero no quise, aunque estuve tentado, incluir signos que hablen de una realidad cercana... Se nota demasiado que Numancia representa a Irak como para que yo, además, lo diga.