ESPECTáCULOS › UNA CHARLA CON CELESTE CID,
QUE VUELVE AL RUEDO DESPUES DEL OCIO
“Estaba viviendo a mucha velocidad”
Se retiró durante un año y medio, descubrió el placer del vacío y el de la maternidad, y tuvo su iluminación: cambiar la forma de actuar en teatro o en TV. Actuó en Hipólito y Fedra, regresa a la televisión en Conflictos en red y edita su libro autobiográfico Hiel. “Tenía que llegar al otro más allá del vidrio”, dice.
Por Julián Gorodischer
Celeste Cid descubrió que el ocio es hermoso. Ella, que se había pasado los últimos siete años encerrada en un estudio de TV (desde Chiquititas a Resistiré), sólo pensaba en una fuga. Estaba cansada de que la siguieran, harta de que se le metieran en su casa de veraneo, en Brasil (para fotografiarla), peleadísima con los fotógrafos que le hacían guardias para cazarla con Emmanuel (Horvilleur). “Yo me movía a mucha velocidad, y siento que busqué ese bebé (André Horvilleur): fui hacia eso. Fue la manera más rotunda, fabulosa, de poner un freno. ¿Precoz? La madurez no tiene que ver con la edad cronológica. Emmanuel dibuja como un nene de tres años, se vuelve inocente, está buenísimo.” Su relato sobre el ocio irrumpe como una pequeña rebelión a lo acostumbrado (la agenda productiva de estrellas). Aunque Celeste Cid esté a punto de estrenar un capítulo de Conflictos en red (el próximo lunes a las 23, por Telefé) donde compondrá a una ciberloca obsesionada por un enamorado (Fernán Mirás), parece “más divertido” reconstruir los días en blanco desde 2003, cuando terminó Resistiré.
–Estudié astrología... Analizo cartas, veo los planetas. La carta es muy reveladora. ¿Te la hiciste? ¿No es lo más?
–Es un poco ambigua...
–Yo veo a una persona y lo primero que le pregunto es: de qué signo sos. Virgo es súper mental, racional, analítico, detallista. Todas las energías empiezan y terminan en un lugar parecido. La de una prostituta es la misma energía evolutiva de la virgen.
–¿Pero la prostituta debería ser de virgo, no?
–Claro, para una prostituta de virgo.
Hasta aquí, el lento transcurrir de su vida como jovencísima ama de casa a los 21, los cuidados al bebé, y hasta la edición (en mayo próximo) de un pequeño libro nacido de su retiro actoral llamado Hiel, en el que compila calcomanías, figuritas, objetos personales, fotos tomadas a su hijo, a su novio y de ella misma, como un viaje consentido a su privacidad. Hasta aquí, entonces, el relato de una huida de los flashes que desembocó en un libro de fotografías... el resguardo a la privacidad (harta de ser pescada a la distancia por un recontra zum) que derivó en su intimidad expuesta en el librito. ¿Contradictorio? “Empecé sacando fotos y me regustó la foto. Es como una agendita, con collages, figuritas, fotos mías; hay algo de mi biografía, más allá de las palabras. Son objetos, cositas que coleccionaba, y una amiga mía me convenció de editarlo en un libro. Más que hacer un libro era deshacerme de él; el libro siempre estuvo: son playas que visité, es mi hijo, mi marido, yo misma”...
–¿Será una fuente inagotable de chisme?
–No es un libro para escandalizar. Todo es muy mío. Lo hago todo sola... Una editorial importante lo haría mierda. Es una edición artesanal, la numeré de uno a mil. No van a encontrar ese tipo de fotos que se asocian a las revistas de farándula.
–Igual con Hiel le va a dar una panzada al paparazzo...
–Ay, a ver, por qué lo decís... Sería contradictorio con lo que creo si apostara al morbo, a lo escandaloso. Pero también es una parte mía. Sí, soy actriz de televisión. Pero sólo por eso, ¿no puedo cantar, ni diseñar, o escribir, o dibujar?
Hasta aquí, su lenta conversión en mujer normal, corrida de ese lugar estelar que Resistiré le entregó en 2003, cuando salía a la calle y le gritaban “Julia”, cuando ratoneaba su plano de espaldas semidesnuda, cuando sus jadeos de encuentro sexual con Diego (Pablo Echarri) conmovieron a multitudes. Ahora la estrella mira hacia atrás y sólo puede narrarse como en Historias verdaderas del canal E!: ascenso rapidísimo de la nena desde Chiquititas a Verano del ’98, su pasaje a lolita en Franco Buenaventura, posterior conversión en actriz seria en Resistiré... “¡Enloquecedor! –dice–. Todos esos años entraba muy temprano, salía de noche, no tenía un momento para enterarme de qué se trataba el mundo. ¿Si recuerdo algo? Todo era muy raro. Algo me decía que no la estaba pasando muy bien.” La estrella se toma la cabeza, bebe un trago de su té con leche, de a sorbitos muy breves, se queda suspendida como en un final abierto, mira al cielo, suspira... Sigue: “Veo cosas de las tiras juveniles que me dan vergüenza (y llega al clímax: su arrepentimiento, catarsis y, tal vez, hasta podría llorar...). Y un día me fui... Me advertían que si abandonaba un poquito habría mucha gente esperando para ocupar mi lugar. Odio ese monitoreo...”
Nada de lo contado hasta este punto tendría demasiado interés (público) si no fuera por los párrafos que siguen y justifican un año y medio en el exilio catódico: en medio del tedio, de la nada cotidiana, estimulada por las caricias de André y la compañía de su marido rockero, ayudada por el reposo, Celeste Cid vio las cosas de otro modo. ¡Su iluminación! Una idea o una sensación la sacaron de la burocracia de los guiones de telenovela. “Cambió la manera de colocarme... La vida es otra cosa..., descubrí que quería transitar otro rumbo. Y en teatro no hay nadie que monitoree la emoción. Si no te pasa nada...” De Hipólito y Fedra, la obra que interpretó (junto a Sebastián Pajoni y Alejandra Rubio, en el ciclo de tragedias griegas de la Fundación Konex), su debut teatral, le quedó el deseo de abrirse a una actuación “intensa”. Y cierta ira desatada contra El Crítico.
–Era una tragedia griega, pero no estábamos haciendo nada solemne. Los críticos son tan... No me inspiran mucho respeto. Pusieron cosas tremendas de la obra: había mucho prejuicio con los actores de la tele.
–Es que el lenguaje de una tira es tan distinto al de un texto clásico...
–La primera vez que vi dos páginas de Hipólito y Fedra, dije: yo con esto no puedo. Pero detrás de la forma había en esencia una chica abandonada, Ariadna, que habla de su sufrimiento y de todo lo que tuvo que dejar por un amor. Me fui a La Pedrera, Uruguay, y pasé toda la escena sola frente al mar. Era tremendo, lo quería filmar. Estaba sola en el atardecer, yo era Ariadna, la santa y la pura. Me averigüé todo en Internet. Y me di cuenta de que había que llegar al otro, más allá del vidrio... ¡Algo de humanidad!
Algo de ese nuevo tipo de actuación (siempre como si estuviera sola en una playa frente al mar) podría aparecer en el unitario Conflictos en red, cuando se la vea obsesionada con atrapar a su cibernovio pese al rechazo de él. Pero dice que, en la TV, “es más lo que se espera que lo que se está en escena. Y eso también permite resolver con el elemento más próximo. Por ahí hay que llorar y en diez minutos se corta la grabación, y no dan un segundo tiempo. Es conectarse con lo que se tenga más próximo”.
–¿Se verá un nuevo tono en Celeste Cid?
–Cobrizo...
El solo final de Celeste Cid incluye algunos apuntes para una teoría del periodismo. Todo sucedió cuando el cronista, con morbo, preguntó por qué Emmanuel le dedicó ese tema Soy tu nena, que dio origen al boom de fantasías sobre chicas con chicas. Considerando que “cómo se hace una entrevista” es un tema que le preocupó durante este último año y medio y fue una de las ocupaciones ociosas a las que dedicó energía, será importante transcribirlo. “Como periodista –aconseja– no tenés que distorsionar el alma del que tenés enfrente. Si no, todo se convierte en un artificio tuyo. Cuando hay tanto imaginario en torno de una actriz, me parece que a vos te convendría correrte de todo eso que se dijo. ¿Será posible?”