ESPECTáCULOS › “CLEAN”, DEL FRANCES OLIVIER ASSAYAS
Una historia de redención sin los clichés moralistas
Clean hace foco en una historia de excesos rockeros, mientras que La marca de la bestia y La vida es un milagro apenas cumplen con su público seguidor.
Por Martín Pérez
Una mujer despierta en un auto alquilado, a la orilla de un río que no conoce, en las afueras de un pueblo que le es ajeno. Cuando regresa al motel del que huyó la noche anterior luego de discutir con su esposo, lo encuentra lleno de policías. Presintiendo lo peor, corre a su habitación, donde yace el cadáver de su esposo, la leyenda rocker en decadencia Lee Hauser, muerto de sobredosis. Y ella, Emily Wong, odiada por todos los colegas de su esposo, ya que la culpan de todas sus miserias, mezcla de Courtney Love con Yoko Ono, terminará en la cárcel por posesión de heroína, la misma droga con la que se mató a Lee. Cuando sale de allí, seis meses más tarde, Emily sabe que debe cambiar de vida si quiere dejar de perder cosas. Pero no es algo fácil. Tal como dijo Olivier Assayas cuando su película se exhibió el año pasado en Toronto: “Si alguien consume drogas, lo hace porque es la única manera en que puede soportar al mundo tal como es. Así que cuando dejan de hacerlo, deben enfrentarse cara a cara con esos mismos problemas que los llevaron a drogarse”.
Sin enjuiciar a sus personajes y narrando de manera lineal el camino de redención de su protagonista, Olivier Assayas regresa a las tragedias personales y contemporáneas que supieron ser la base de su cine. Sin embargo, lejos del vértigo o la encriptación narrativa de aquellas primeras películas, Clean es una obra límpida sobre un tema demasiado sucio por moralinas, cinéfilas o no. Con su ex mujer Maggie Cheung en el protagónico casi excluyente de Emily, Assayas se asegura una fundamental impavidez para un papel cuyas desventuras ya son suficientemente dramáticas. Road movie de un adicto en busca de cambiar de vida, Clean es tan implacable como un documental al hablar de un tema –el rock, las drogas, la vida más allá del rock– del que su director demuestra un conocimiento de fan, tal vez de protagonista.
Casi una película en la que el espectador se pasa todo el tiempo esperando que empiece, hasta que se da cuenta de que ese comienzo permanente es la película en sí, que refleja la vida de su protagonista, por Clean desfilan tanto actores fetiche de Assayas como figuras rockeras de culto (y no tanto). James Johnston, ex líder de Gallon Drunk y ocasional colaborador de Nick Cave, encarna al trágico Lee; David Roback, ex líder de Mazzy Star, hace de sí mismo, como Tricky, y la atractiva Emily Haines, líder del grupo canadiense Metric, cuya interpretación de Dead disco es una de las primeras sorpresas musicales del film. También se agradecen las apariciones de Jeanine Balibar, Beatrice Dalle y el canadiense Don McKellar, todos con papeles a medida, aunque el único realmente fundamental es el de Nick Nolte, que hace las veces de padre del músico fallecido, y es dueño de una necesidad de perdonar conmovedora.
Así como se niega a seguir el camino condenatorio de cualquier film sobre drogas, Assayas escapa a conciencia de los clichés que romantizan la tragedia desde el rock, por lo que Clean por momentos es una película que parece perder pie al irse quedando sin referencias. Lo que la salva es la aparición de ese personaje que parecía un cliché moralista, el hijo abandonado por Lee y Emily, cuya presencia sin sensiblería resignifica lo que un niño puede hacer en semejante historia. La escena en que Emily le explica a su pequeño hijo su historia con las drogas es didáctica y memorable, y justifica por sí sola una película dura pero honesta, que escapa de los clichés corriendo hacia ellos, y cuyo retrato de una redención contemporánea resulta sincero y emotivo.