ESPECTáCULOS › CON LA FRANCESA “LEMMING”, ARRANCO LA COMPETENCIA OFICIAL
Cannes, hagan sus apuestas
Aunque el festival recién arranca y hay mucha tela para cortar, en la Croisette ya se empieza a hablar de favoritos. El cine mexicano se hace fuerte con Carlos Reygadas y Amat Escalante.
Por Luciano Monteagudo
Es extraño, el festival recién acaba de comenzar ayer y la prensa acreditada en Cannes –más de 4000 periodistas de todo el mundo, a quienes se suman otros 16.000 profesionales del cine (productores, directores, distribuidores, publicistas, programadores y estrellas, claro)– ya empieza a hablar de “favoritos”, en un despliegue de ansiedad que vuelve frenética a la Croisette desde el primer día. “Empezó la locura, ¿no?”, se divierte Piers Handling, el director del Festival de Toronto a la salida de la primera proyección de prensa, a media mañana, bajo un sol indeciso, mientras elogia la selección de la competencia oficial, que este año logró recuperar la mayoría de los grandes nombres del cine mundial, empezando por los de Gus Van Sant, Lars Von Trier, Wim Wenders y los hermanos Dardenne, entre quienes ya han ganado en ediciones anteriores la Palma de Oro.
“Me parece difícil, sin embargo, que haya en el festival una película mejor que Batalla en el cielo”, se apresura a afirmar Christoph Terhechte, director del Forum del Cine Joven del Festival de Berlín, que tuvo el privilegio de ver la película del mexicano Carlos Reygadas (33 años) hace unos meses, cuando la Berlinale estaba armando su propio programa. Pero esa Batalla la ganó finalmente Cannes y ahora el segundo largometraje del director de la multipremiada Japón está en el concurso oficial de Cannes, donde ya desde el año pasado se está hablando de la película, que también coqueteó con aparecer en agosto pasado en Venecia.
Como para poder barrenar la ola mexicana bien a tiempo, el matutino Libération tuvo la audacia de hacer la tapa completa del diario de ayer (con una foto de la pareja protagónica, desnuda) y tres páginas interiores completas con una película que para casi todo el mundo es todavía un misterio y que recién se podrá ver oficialmente el domingo. La cobertura de Libé –que habla de “una obra osada, un film monstruo, que propone una alianza entre el arte en bruto y el esteticismo más sofisticado”– logró imponerse entre los festivaliers y son pocos los que no trotan por la Croisette sin un ejemplar del periódico parisino, en una demostración del poder y la influencia de la prensa de cine francesa, que es capaz de subir el nivel de adrenalina del festival desde su mismo arranque.
Habrá que ver si la película de Reygadas está en condiciones de sostener las expectativas que ya se han creado a su alrededor. Pero mientras tanto, en la sección Un Certain Regard, México también se hizo presente ayer en el Palais des Festivals con Sangre, ópera prima de Amat Escalante, que se muestra como un discípulo del mismo Reygadas, de quien fue su asistente. Filmada –como Japón– en un inmenso cinemascope, la película de Escalante (nacido en 1979 en Barcelona, pero criado en Guanajuato) es un film más que intimista, se diría claustrofóbico, que aprovecha esa tensión que se produce al utilizar la pantalla de gran formato en pequeños y despojados interiores de una ciudad cualquiera de México. Apenas tres personajes aparecen en el film: Diego, un triste empleado estatal; su mujer Blanca, más joven que él, moza en una cadena de fast food; y la hija de un matrimonio anterior de Diego, que quiere volver con su padre, a pesar de la oposición de Blanca.
A esa tensión plástica que deriva de la utilización del formato Scope en ambientes cerrados, Escalante le suma a su vez una tensión dramática: los personajes ven sistemáticamente telenovelas, y su habla cotidiana está condicionada por ese lenguaje estereotipadamente apasionado, pero sus acciones son grises, mecánicas, como si la vida que llevan les hubiera abolido por completo la voluntad, incluso cuando hacen el amor. Esta apropiación de códigos de la telenovela con una intención crítica ya había sido experimentada en los años ’70 por el chileno Raúl Ruiz en su legendaria Palomita blanca. Aquí Escalante vuelve a practicar esa operación dialéctica, pero en un contexto muy particular, que se podría llamar “la tercera vía” del cine mexicano. Si la primera fue aquella que impuso –aquí mismo, en festivales de Europa– Arturo Ripstein con el melodrama como destino manifiesto, y la segunda la que desarrollaron Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu con Y tu mamá también y Amores perros como pasaportes a Hollywood, ahora aparece la radicalidad existencial de la “línea Reygadas”, que se insinúa con Escalante y espera su confirmación con el esperado nuevo film del promocionado enfant terrible del cine mexicano.
Si de linajes se trata, el cine francés, que ayer abrió la competencia oficial con Lemming, inscribe el nombre de su director Dominik Moll en la familia que inició Laurent Cantet, con Recursos humanos y El empleo del tiempo y a la que se sumó su asistente Robin Campillo con Les revenants, exhibida en marzo pasado en Mar del Plata. El director de Harry, un amigo que te quiere bien vuelve aquí a plantear una situación por demás inquietante a partir de elementos de la vida cotidiana: un joven ingeniero electrónico (Laurent Lucas), de buena posición y felizmente casado, se sorprende a sí mismo cayendo en un abismo absurdo, a partir del suicidio de la mujer de su jefe (Charlotte Rampling, extraordinaria, como siempre). El film de Moll describe muy bien, al comienzo, el desmoronamiento del mundo de su protagonista y va introduciendo elementos fantásticos que hacen bascular el orden racional y la sociedad de control para la que trabaja el personaje. Pero se diría que el director y guionista no sabe muy bien cómo orientarse en el laberinto que él mismo ha creado y termina resolviendo la película de una manera casi banal, que no está a la altura de las promesas que el propio film insinuaba. Pero a no preocuparse. Cannes siempre da revancha y, a pesar de la impaciencia de la prensa local, todavía queda todo el festival por delante.