ESPECTáCULOS › ENTREVISTA CON DAMIAN SZIFRON, QUE ESTA DIRIGIENDO
SU SEGUNDO LARGOMETRAJE, “TIEMPO DE VALIENTES”
“Hace falta productores que arriesguen”
Con Diego Peretti y Luis Luque como protagonistas, el creador de Los Simuladores está embarcado en una historia policial que gira en torno de una “probation”. La película se ubica, según Szifrón, “dentro del cine industrial de autor”, una categoría que implica presupuesto y libertad.
Por Mariano Blejman
Primero apareció la escena en su cabeza, después inventó la historia para llegar a ella. Así de curioso es el mundo interno de Damián Szifrón, que después de descollar con dos temporadas de Los Simuladores por Telefé y de estrenar su ópera prima, El fondo del mar, viene a producir y dirigir una película que podría enmarcarse dentro del cine industrial “de autor”, o algo más o menos así, y que se llamará Tiempo de valientes. El rodaje es una “comedia de acción”, algo que no ha sido del todo explotado por la industria ni por el cine independiente, y –hay que decirlo– aquellos que lo hicieron tampoco fueron demasiado talentosos. Pero la ironía y la sutileza al mando de Szifrón pueden darle a un guión más o menos gracioso una vuelta de tuerca interesante. “Me ubico dentro del cine industrial de autor, aunque no suele darse la independencia artística.”
–¿Lo ve como un riesgo o como un desafío?
–Lo importante es que los intereses de los inversores no afecten a la historia que uno quiere contar, que no atente contra una mirada personal. Además, los productores aportan también. Tienen experiencia. La llegada del productor Oscar Kramer fue feliz. Tengo mi corte final. Claro que escucho opiniones de gente que sabe mucho de cine, pero modifico o no con libertad total. Lo desesperante sería trabajar en esas producciones donde lo pueden despedir al director. Pero la película que quiero hacer no se podría hacer en otro contexto. La figura del productor es sana. En el cine industrial argentino hay un problema: más que falta de directores, hay falta de productores que arriesguen. Sobre todo como vivimos en una industria llena de subsidios, el riesgo es más que nada financiero. No sé si realmente los productores se ocupan de conseguir el mejor guión para filmar. Es un negocio que se puede hacer bien de todos modos. El Gobierno paga subsidios, se inflan los presupuestos y hay ganancias por el solo hecho de estrenar. Podría elegirse mejores películas.
–¿Cómo se siente dentro del cine industrial?
–Como dije, lo mío es una especie de cine industrial de autor. Que los elementos de la industria tienen que dar libertad. Es bueno poder filmar y no tener que pensar en la industria. Me siento más libre con el presupuesto, no tengo que pensar en el equipo técnico como si estuviese filmando solo. Ponerse a manejar el dinero hace perder mucha energía. Además, creo que no tiene sentido ponerse a discutir qué es mejor.
–Además le gusta el cine de “género”.
–Sí, pero es un género con personajes que no son de género. Porque está el universo de ficción en una casa de familia, me interesa ese choque de mundos. Además la influencia de hacerlo en la Argentina es parte del guión.
–Bueno, ¿y de qué trata su film?
–Me cuesta adelantar, sin contar todo. Se trata de una desaparición de dos empleados militares. Entonces le asignan el caso a un detective de la policía, Díaz (Luis Luque), ya que el comisario tiene que asignarle el caso, elige a Díaz que está tremendamente deprimido, toma pastillas, y los compañeros sugieren al tipo para levantarle un poco el ánimo. En el medio, le ponen de compañero a un psicoanalista (Diego Peretti) que está haciendo una “probation”.
–¿Y cómo surge lo de la “probation”?
–Es curioso, pero ahora estoy por repetir una experiencia que se me ocurrió primero para la ficción. Ando con un juicio, y estoy por tener que hacer una “probation”, por una pelea que tuve. Curiosamente fue antes la idea de la ficción que de la realidad. Como soy cineasta a lo mejor tengo que dar clases de cine a una escuela rural o a lo mejor me mandan a hacer un documental de Policía Federal. En la ficción, el tipo tiene el gusto reprimido por la aventura. Es un tipo más intelectual que emocional.
–Es una idea un poco borgeana: la belleza de la acción de un tipo que no puede ser activo.
–Si fuera en inglés, le hubiese puesto Probation a la película. Es una prueba, y una especie de castigo. Es un aprendizaje que le permite ponerse a prueba. El psicoanalista es de izquierda, progresista, tiene prejuicios contra la policía, así que se produce un choque de mundos. Trabajan juntos porque él atropelló a una mujer con el auto, y tiene que acompañar al policía, al que comienza a psicoanalizarlo. La peli incursiona en diversos sentidos de inteligencia, energía nuclear, enriquecimiento de uranio, cosas que afuera se ven en películas de James Bond. El contraste entre estos mundos se da una mezcla de universos.
–¿Cómo se lleva con la policía en estos casos?
–Me interesa más que nada el cruce de mundos. Tengo un amor por el género policial. En Estados Unidos es impresionante cómo se limpia la cara la policía. Aunque está Sérpico, Los Intocables, evidentemente es una fuerza menos corrupta que acá. Pero no creo que las instituciones no tengan que existir. La policía tiene que existir. No me imagino una sociedad que no tenga policías. En general no me cuido tanto de si algo que voy a poner va a molestar o no. Soy genuino en el momento de escribir. Lo único que me queda es mi visión en el mundo. Quedar bien con todo el mundo es un esfuerzo muy grande.