ESPECTáCULOS › DARIO FO, UNA AUTOBIOGRAFIA Y UNA NUEVA OBRA DE TEATRO

“Hoy sobran payasadas y falta sátira”

El dramaturgo y pintor italiano lleva adelante una pieza en la que actúa junto a Franca Rame y una colección de máscaras. Además, acaba de publicar un libro sobre sus primeros siete años.

Por Enric Gonzalez *

Dario Fo emprendió un viaje al pasado. Acaba de publicar un libro de memorias sobre sus primeros siete años, “los más importantes de la vida”, que se extiende en realidad hasta su insólita experiencia como paracaidista en las últimas tropas de Benito Mussolini, y acaba de estrenar una obra sobre la historia de las máscaras en el teatro. Pero no pierde de vista el presente, marcado por un Silvio Berlusconi “con tanto talento para la mentira que es capaz de engañarse a sí mismo” y por la “escasez de sátira”.
No aparenta sus 69 años. En los jardines del Museo Internacional de la Máscara, recién abierto en el balneario de Abano Terme, junto a Padua, se mantuvo en escena durante dos horas caminando, impostando voces, improvisando y jugando con el público. Máscaras, muñecos y hombres pintados, la pieza que representa y que un equipo de cámaras filma para la TV, carece aún de una forma concreta. Se está construyendo a la manera de Fo, función a función. Por el momento cuenta con Fo, su esposa, Franca Rame, sentada a una mesa con la tarea de apuntadora –el dramaturgo se niega a aprender el texto– y contrapunto sarcástico; una colección de máscaras de todas las épocas y diapositivas con dibujos de Fo. Con ese escaso material consigue momentos de extrema comicidad.
La base de la obra son las historias que Fo saca de la manga como un prestidigitador. Contar historias es lo suyo. El país de los cuentacuentos, que acaba de editar Seix Barral, es una autobiografía en la que el Premio Nobel de Literatura se remonta a sus primeros años de vida y al entorno mágico de San Gianno, la aldea de montaña junto a la frontera suiza en la que nació y en la que su padre, héroe de la guerra del ’14 y antifascista furibundo, ejercía como jefe de estación.
“Para medir a un hombre basta analizar sus primeros siete años de vida”, asegura, “y conocer a su abuelo. Tuve la suerte de tratar a mucha gente importante, tipos del calibre intelectual de Jean-Paul Sartre, y todos me han ratificado la importancia del abuelo en su formación”. El suyo fue un agricultor al que recuerda como “un hombre sabio”. San Gianno era llamado “el pueblo de los murciélagos” por su intensa vida nocturna: las fábricas de vidrio, los pescadores del lago y los contrabandistas trabajaban de noche, “y eso llevaba a algo inevitable: el bar estaba siempre abierto y en él, de madrugada, se reunían tipos pintorescos que sabían contar historias”.
Dario Fo era un niño con un talento excepcional para la pintura que, a fuerza de escuchar, aprendió el oficio de narrador. Ambas especialidades le sirvieron mucho cuando fue alistado, con 17 años, en el ejército nazi-fascista de la efímera República de Saló, el último resto de la Italia mussoliniana. “Vino a arengarnos Mussolini, convertido en un tipo flaco y mustio, sin interés. Nos habían convencido de que nos dejarían permanecer en nuestros pueblos como miembros de la defensa antiaérea, pero luego descubrimos que nos enviaban a Alemania para combatir junto a los nazis”, recuerda. Vivió el bombardeo de Treviso, que dejó 10.000 muertos, y guarda recuerdos atroces. La solución de Fo consistió en falsificar documentos para él y sus amigos, embaucar a unos cuantos mandos con su verborrea incontenible y alistarse en los paracaidistas, con la esperanza de que la guerra terminara antes que el entrenamiento. No fue así. Tuvo que falsificar nuevos documentos para desertar y ocultarse hasta que la entrada de los partisanos fue saludada desde los campanarios.
Luego llegaron los estudios de arte; Franca Rame, su compañera de los últimos 50 años; el primer viaje a París y el éxito de Misterio bufo, su primera sátira con repercusión internacional. Y los años oscuros del terrorismo rojo y negro. La Justicia italiana acaba de cerrar, sin culpables, el sumario por el atentado fascista de Piazza Fontana (Milán,1969, 16 muertos y 88 heridos), que abrió paso a la “década de plomo”. En 1973, Rame fue secuestrada, torturada y violada por un grupo de fascistas conectados con la policía. “Los tribunales escucharon numerosos testimonios sobre cómo se brindaba en los cuarteles de carabinieri para celebrar esa violación, escucharon nombres y detalles, y sin embargo ese terrorismo de Estado quedará para siempre impune. Estoy asqueado”, dice. Eran los tiempos de Muerte accidental de un anarquista, sátira sobre un hecho real que lo convirtió en símbolo de la izquierda y dramaturgo célebre. “Es triste, pero en muchos países donde se representó la pieza creen que es retocada para adaptarla a la realidad nacional, y no, es siempre el mismo texto, válido en todas partes porque en todas partes hay violencia, abusos policiales y encubrimientos políticos”, dice.
Ninguna conversación con Fo concluye sin que haga aparición el espectro de Silvio Berlusconi, “un tipo capaz de sorprenderme siempre”. “Los políticos suelen mentir, pero Berlusconi tiene un nivel cósmico, es un genio de la mentira. Tiene tanto talento que es capaz de engañarse a sí mismo. Yo estoy seguro de que a fuerza de repetirlo, acabó convenciéndose de que tiene en contra a todos los grandes medios italianos, aunque sean de su propiedad o estén bajo su control. Y de que mantuvo sus promesas. Y de que Italia va estupendamente. El de Berlusconi es un espectáculo acorde con los tiempos”, agrega. “Sigue habiendo grandes fabuladores, pero se tiende a la payasada fácil, que no es lo mismo que la sátira grotesca y está muy lejos de la ironía. La TV está llena de payasadas porque no molestan a nadie. Sobran payasadas y falta sátira”, concluye.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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En El país de los cuentacuentos, Fo se remonta a su infancia.
 
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