ESPECTáCULOS › “MATRIOSHKI”, POR MOVIE CITY
El oscuro camino del sexo rentado
De origen belga, la serie se interna con crudeza en el tráfico mundial de mujeres.
Por Emanuel Respighi
En un momento en que el sexo explícito –ya sea a través de desfiles de mujeres completamente desnudas, ficciones entramadas casi exclusivamente a través de relaciones sexuales o juego eróticos en cualquier horario y tipo de programa– se convirtió en la herramienta preferida de los jerarcas de la televisión abierta para librar su propia batalla por el rating, la TV paga trae en estos días una serie que sirve para demostrar que es posible hablar del mundo de la prostitución y el erotismo sin caer en la vulgaridad de mostrar culos y tetas por doquier a la búsqueda de cifras. De origen belga, Matrioshki es el título de una serie que retrata con profundidad y sin escatimar crudeza visual el funcionamiento de la trata de blancas en Europa occidental. Una serie de registro naturalista que sumerge al espectador en un mundo plagado de asesinatos, extorsiones y convivencia policial y delictiva inusual para los parámetros de la TV de este lado del mundo.
Pese a la infinidad de series que se emiten en los numerosos canales de la TV paga, cada una con sus particularidades temáticas y narrativas, pocas ostentan la crudeza que acompaña la trama de Matrioshki. Con fuertes escenas de sexo y violencia, la serie que Movie City estrenó el último domingo a las 21 (cuyo primer episodio se repite hoy en el mismo horario) se mete de lleno en el comercio de mujeres para la industria sexual de una parte de Europa. Una serie adulta en la que cada desnudo o escena erótica responde siempre a determinados aspectos de una problemática que tiene como motor organizador a la mafia rusa.
A lo largo de los diez capítulos escritos por Marc Punt, Matrioshki muestra sin eufemismos la manera en que el comercio sexual de mujeres es una práctica usual en todo el mundo, dejando en claro la connivencia que existe entre los pakhan –nombre con el que en Rusia se denomina a los jefes de las organizaciones criminales dedicadas a la industria sexual– y el poder, sean funcionarios o las policías locales. La serie, que fue filmada a lo largo de 135 días en varios países de Europa, está conformada por un elenco multicultural, con más de 120 actores y actrices oriundos de Bélgica, Holanda, Moldavia, Chipre, Grecia, Lituania y Reino Unido. Incluso, su compromiso social y la rigurosidad con la que es tratada la problemática hicieron que su misión traspasara el fin comercial: Amnesty International usará parte de la serie en un documental que presentará en escuelas de Europa occidental para advertir a los jóvenes sobre las prácticas del comercio sexual.
La trama de Matrioshki no omite ninguna de las etapas y los engaños por las que pasan miles de jóvenes europeas que, con la ilusión de triunfar en determinadas ramas artísticas, son “secuestradas” y terminan ejerciendo la prostitución contra su propia voluntad. La historia comienza mostrando a un grupo de mafiosos belgas reclutando bellas jóvenes en Lituania, bajo la promesa de un futuro mejor en Bélgica, Holanda y Alemania como simples bailarinas. Agobiadas por un presente que les es esquivo y un futuro incierto, una docena de chicas se presenta al casting con el afán de convertirse en actrices o bailarinas de danzas clásicas. Un mundo de ensueño que pronto se cae a pedazos, cuando lejos de sus pueblos natales son obligadas a bailar en burdeles y prostituirse. La trama toma color cuando un ex miembro de la mafia y ahora periodista comienza a realizar una investigación que destapará la verdad de esa red de corrupción, abuso y maltrato que extiende sus lazos por toda Europa y parte de América latina.
Aun cuando su registro narrativo se ubique más cercano al documental que a la ficción, Matrioshki no deja nunca de darle al espectador un desarrollo dramático atrayente, apoyado en un guión que combina dosis de suspenso y ciertos guiños propios del género policial. Una serie que no sólo permite a los espectadores tomar contacto con una industria audiovisual de la cual casi no hay antecedentes por estas pampas, sino que también sirve paraechar por la borda la máxima local de que la realidad y la ficción deben caminar por senderos paralelos.