ESPECTáCULOS › JOVENES PORDIOSEROS Y SU DEBUT EN OBRAS

“Chabán era necesario para el rock, pero es responsable”

El grupo que creció al calor de su “misa stone” toca hoy y mañana, tratando de seguir adelante tras República Cromañón.

 Por Cristian Vitale

En una esquina de Colegiales, el frío taladra. Los Jóvenes Pordioseros están parados, hablando en balde y con la sangre helada. Pedi, uno de ellos, no aguanta más y decide el futuro inmediato de los demás. “Vamos, che, vamos que no me quiero enfermar justo ahora.” El pelilargo guitarrista encara rumbo al Obelisco en colectivo, sin más explicaciones. Toti, carismático cantante, y Chori, baterista, van en busca de un 47 que los arrime cerca de Villa Lugano, y Sikus, el bajista, toma el 168. “Yo voy a Chacarita, loco. Mañana nos vemos.” No parece un grupo de rock a punto de llenar dos Obras –hoy y mañana–, con todo lo que ello implica. Más bien, casi un día más en la vida. “No caemos todavía... nos llaman para tocar o hablar en lugares que hasta hace poco veíamos por televisión. Son cosas que te flashean”, dice Pedi, sincerando una característica del grupo: naturalmente, cuatro muchachos hechos en el barrio que tocan para el barrio, toman cerveza en quioscos, juegan al metegol con sus seguidores y quieren, simplemente, pasarla bien a base de vicios varios, adrenalina y chicas. “Cuando nos queramos acordar, ya vamos a tener que ir”, arremete Toti, empinando una cerveza en un bar, una hora antes de evaporarse en el 47. Así son las horas previas al gran zarpazo de la banda rolinga que más creció en los últimos años. Un ascenso meteórico divide el origen del cuarteto, que comenzó haciendo covers de Rolling Stones en las playas de la costa principiando el siglo, y este presente que los encuentra con una compañía grande detrás, dos discos editados (Probame y Vicio), varios antros llenos (Cemento, Cromañón), una mimesis incontrastable con la corriente stone que reconoce sus orígenes en Viejas Locas y deviene en La 25, Motor Loco o Callejeros, y temas propios (Cuando me muera, Te la regalo, Veneno) que fueron reemplazando a los ayer utilitarios Start Me Up o Satisfaction. “Siempre pensamos que íbamos a llegar por laburo y por objetivo”, asienta Pedi.
–Tal vez los ayudó que todos los boliches en que tocaban antes cerraron.
Toti: –Apuró las cosas, es cierto. Una de las contras que teníamos con Obras era el precio de las entradas. Nos sentamos a hablar con los organizadores y no pudimos bajar los 25 pesos que sale el campo. Muchos pibes no tienen un peso ni para viajar...
–Después de cada show, ustedes suelen extender las noches con sus fans. ¿Piensan que continuará la costumbre si siguen creciendo en popularidad o se imaginan en otro contexto social, con otras “compañías”?
Pedi: –Si tuviéramos 18, nos podría pasar lo que le pasó al Diego, por ejemplo, que le faltaba pan y de repente pasó a tener millones de mangos. La fama te puede cambiar si te agarra de chico, pero a esta edad –el promedio de la banda es 27– vos ya tenés tu cabeza armada.
Toti: –La otra vez fuimos a Canal 7 y hablábamos de eso. Le decía al Chori: “Yo no podría vivir por acá porque no puedo salir de mi casa a buscar un quiosco para tomar una cervecita”. Me mudaría solamente en caso de que tuviera hijos y sintiera que ellos y mi mujer están desprotegidos. Pero hoy por hoy me siento protegido en mi barrio por los que me rodean y está buenísimo.
Chori: –La otra vez salí de mi casa en ojotas, con una campera y en pantalón corto a comprar puchos a dos cuadras. Yo eso no lo cambio por nada.
–Ustedes promocionan sus shows como “misas stone”, que antes cumplían con el ritual de bengalas, banderas y todos esas costumbres futboleras ligadas al rock. ¿Cómo son ellas hoy, después de Cromañón?
Pedi: –Es como si faltara algo, pero está todo bien. En Mendoza tocamos en un lugar al aire libre y prendieron una bengala. Paramos para decir: “Che, gracias por el cariño, pero no da”, y la gente aplaudió al que la apagó. No dijeron: “Eh, puto, ¿qué hacés?”, como pasaba antes.
–¿Costó desterrar la costumbre bengalera? Existía una gran identificación entre ustedes y el público a través de ella.
Toti: –Costó, pero se tomó conciencia, por suerte.
–Si se concreta la visita, trascendió que podrían ser teloneros de los Stones. ¿Qué hay de cierto?
Chori: –Si vienen, ojalá. Nosotros estamos pidiendo tocar antes de ellos y, si no se da, aunque sea que nos tiren entradas gratis.
Toti: –Estamos tirando líneas hasta con el quiosquero de casa para tocar ahí.
–¿Pero ustedes se sienten una banda stone o no?
Chori: –Sí y no. Creo que musicalmente estamos muy lejos de ser una banda Rolling, pero por lástima.
Toti: –Muy pocas lo son. Podrían ser los Ratones, por la forma de tocar. Pero nosotros somos más guasos para tocar. Yo no sé nada, ni agarrar la guitarra. Yo agarro una nota y castigo. Visceral.
Pedi: –De lo que sí estamos seguros es de que la gente stone fue la que nos hizo crecer, que tampoco es gente “Rolling Stones”. Una vez nos dijeron algo muy claro: “Qué Rolling Stones, a ustedes los pibes van a verlos con Topper, pantalones rotos y flequillo. Y Rolling Stone es champagne, tapado de piel, limusina y glamour”. Lo stone de acá es no tener un mango, juntarse en el quiosco a jugar al metegol y tomar cerveza. Andá a decirle a Richards: “Che, ¿salís a jugar al metegol?”.
–¿Cuánto le deben a la lengua?
Toti: –Todo. Los primeros barcitos llenos se lo debemos a ella.
–¿Piensan retomar los covers de los Stones en Obras?
Toti: –No creo, porque tenemos muchos temas nuestros para tocar y además van a haber muchos invitados.
–¿Qué opinan del derrotero de Callejeros?
Chori: –Se están comiendo un garrón que se podría haber comido cualquiera en cualquier lugar. Un mozo en un bar, un cajero en un banco...
Pedi: –Maxi, el guitarrista de Callejeros, tiene cinco familiares muertos. ¡Qué podés decir ante eso! Por más que la Justicia saque una solicitada en los diarios diciendo “los Callejeros son tan víctimas como los demás”, el cargo de conciencia es terrible. Si no tocaban, no se les moría ni el padre, ni la esposa, ni la novia.
–¿Y de Chabán? Ustedes también tocaron en Cromañón.
Chori: –También estaba adentro y, si vos estás adentro y sabés que va a pasar algo así, te vas.
Toti: –Chabán era necesario para el rock. Ahora, que tenga responsabilidades por la puerta cerrada y eso, bueno... pero en la Argentina pasa a diario: siempre hay coimas, desprolijidades de todo tipo. Los argentinos vivimos en esta movida.
–¿Qué pasó en Cromañón?
Pedi: –Los músicos son responsables si no tocan o si agarran el micrófono y dicen: “Loco, rompan todo”; pero los chabones fueron a tocar. Con ese criterio, Stevie Wonder no puede ser músico, porque no puede distinguir qué es ignífugo y qué no. Un músico no tiene por qué estar en eso. Vos vas a comer a un bar y no le pedís al cocinero el certificado de las papas: si está abierto es porque vino un inspector y lo habilitó. Lo mismo en el rock, una banda no tiene por qué estar en esos detalles. Se alquila un lugar habilitado y se toca. Es así de simple. En todo caso, que se hagan cargos a los inspectores, los juzguen y eviten la gran María Julia.

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Con dos discos, los Pordioseros recorrieron el camino de Cemento a Obras, pasando por Cromañón.
 
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