ESPECTáCULOS › EL III FESTIVAL DE CORTOS
Cómo entrenar para ponerse los largos
La muestra que arranca hoy en el Rojas integra 22 propuestas que transitan el documental, la ficción y la animación.
Por Oscar Ranzani
Las escuelas de cine son el semillero donde los directores noveles hacen sus primeras experiencias a través de cortos que, en muchas ocasiones, son el paso previo al largometraje. El III Festival de Cortometrajes Argentinos, organizado desde hoy por el C. C. Rojas (Corrientes 2038), se pensó como un espacio donde puedan exhibirse estos trabajos a nivel masivo. Este año la muestra está compuesta por 22 títulos de distintos géneros (documental, ficción y animación), donde, a diferencia de años anteriores, el jurado hizo hincapié en el abordaje narrativo antes que en el experimental. Se presentaron 70 propuestas, cantidad suficiente para demostrar que sigue siendo necesario construir espacios de exhibición.
“¿Podrán las máquinas sentir?” La pregunta que les quita el sueño a los científicos está planteada en el corto Romana 75, de Martín Aletta, graduado de la Enerc. Se trata de un trabajo de animación que comienza con un juego de ensamble de engranajes que deriva en la construcción de un robot, producto de un proceso de fabricación en serie. Una vez creado, el robot comienza a ocupar el lugar del humano acompañando a un niño, hasta que suelta una lágrima. “Las emociones que experimenta el robot también aparecen como una manifestación ante el vacío que experimenta la sociedad al volcarse al consumismo y a la comunicación solo por medio de la tecnología”, explica Aletta. El corto plantea dualidades entre la tecnología y los sentimientos. La pregunta inicial da lugar a otra más terrible: si las máquinas llegaran a sentir, ¿qué lugar ocuparían en la familia?
“Se intenta transmitir una idea de la cual nadie puede escapar y es el proceso de idealizar cosas que es inherente a uno pero que, al mismo tiempo, es angustiante”, relata Darío Palermo, del grupo Hexágono, sobre Mónaco, inspirado en textos de Nietzsche, Schopenhauer, Lacan, González Requena, Zizek y Freud. A través del relato en francés de una mujer, el grupo creó un discurso “similar a un manifiesto”. En Mónaco subyace una crítica a la publicidad: “La publicidad siempre apela a la idealización”, dice Palermo y para ejemplificarlo utilizaron una campaña publicitaria de cigarrillos “para hablar de un tema más profundo”.
La originalidad de Sandro soy yo radica en que documenta la vida de un imitador del cantante. A partir de la popularidad de Sandro emerge la figura de un imitador. “Lo que nos parecía interesante es que él había dejado de lado su vida por ser otra persona”, dice Silvina Cuman, directora junto a Eva Benito y Vanina Sierra, de la carrera de guión de Cievyc. A través del documental queda expuesto cómo la adopción de una identidad pública modifica hasta las costumbres más íntimas de la persona. Y, a la vez, se establece un juego de simulaciones: “Los que lo van a ver a él hacen como si lo estuvieran viendo a Sandro y él hace como si fuera el cantante”, subraya Cuman.
Un casamiento marca el comienzo de O callen para siempre, de Gabriel Amiel. Una vez finalizada, los recién casados salen a la calle, comienzan a besarse desaforadamente y refriegan las manos por sus cuerpos, para el asombro de los invitados que les arrojan arroz con rabia. El corto plantea hasta qué punto puede transgredirse la tradición y a qué consecuencias se enfrentan quienes lo intenten. A partir de una historia de amor inconclusa, Federico Lamas, graduado de Diseño de Imagen y Sonido de la UBA, realizó Roger, una collage de filmación y animación. El planteo es mantener una especie de cuadro eterno, como un travelling infinito. “Es como si fuera un teatro de cinco cuadras, y me desplazo por eso. O como sacarle muchas fotos a una cuadra y pegarlasuna al lado de otra. Luego rearmé la cuadra y la manipulé”, explica el director.