SOCIEDAD › DIALOGO CON LOS FISICOS BOSELLI Y LAMAGNA
Lo pequeño y su importancia
La nanotecnología, es decir, el manejo de dispositivos del orden del millonésimo de milímetro, se perfila como una nueva frontera tecnológica, en la que nuestro país se inserta con ganas.
Por Leonardo Moledo
El mundo nano, esto es, el de las cosas que andan por los nanómetros (la millonésima parte de un milímetro), hoy por hoy exhibe chapa de lo extraño, pero algún día se insertará de lleno en la cotidianidad, como ocurrió con el mundo micro (del orden de las milésimas de milímetro), que hoy brilla con microdispositivos ocultos como los inyectores de tinta en los cabezales de las impresoras. Los físicos Alberto Lamagna y Alfredo Boselli, del Laboratorio de Micro y Nanotecnología del Centro Atómico Constituyentes de CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica), adelantan en este diálogo los vericuetos liliputienses de este mundo, sus trabajos y de la nanoargentina que están construyendo.
–¿Por qué no me cuentan qué hacen en su laboratorio?
Alberto Lamagna: –Tenemos dos áreas. Una desarrolla microdispositivos para el plan espacial. La Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) es nuestro principal socio en esta aventura de meter nanotecnología en satélites. Son dispositivos para guiado satelital y también microsensores para medición de temperatura. Este proyecto en conjunto con la Conae nos permite meternos en una tecnología de punta y estratégica para el plan espacial argentino.
–De eso podríamos hablar otro día. Volviendo a los microsensores, ¿los fabrican acá?
A.L.: –No todavía. Para llegar a tiempo a las distintas misiones satelitales del plan espacial estamos asociados a dos laboratorios italianos donde fabricamos los dispositivos mientras montamos en la Argentina un laboratorio de nivel mundial, el laboratorio de nano y microtecnología que va a estar montado en un año. Las máquinas vienen de un subsidio de la SeCYT y donaciones de grupos italianos.
–Me hablaron de dos áreas.
A.L.: –La otra es la de “Narices electrónicas”, y el responsable es Alfredo.
–Parece una película.
Alfredo Boselli: –Sólo parece. Porque una nariz electrónica es un microsensor, formado por pequeñas partículas, de materiales nanoestructurados, es decir, estructurados a niveles de tamaños mínimos, que tienen la peculiaridad de cambiar alguna característica fija en presencia de un gas o de un conjunto de gases.
–¿Por ejemplo?
A.B.: –Por ejemplo, la resistencia eléctrica. La ventaja de un material nanoestructurado es que cuanto más pequeño es el material, mayor superficie expuesta. Y se busca maximizar la superficie por unidad de volumen. Fíjese que el conjunto de átomos que conforman la superficie se vuelve del orden del conjunto de átomos de la partícula de gas.
–¿Y es capaz de oler?
A.B.: –No. Esta nariz es una burda imitación de la nariz biológica, donde hay millones de células sensoras. Aquí hay solamente unos pocos microsensores, apenas decenas. Y esto introduce una limitación importante. No es universal, no puede, digamos, oler el mundo con sus infinitos olores. Pero ahí, paradójicamente, radica su principal ventaja, porque se la puede especializar, se puede calibrar. Lo que estamos haciendo es digitalizar, simular y ampliar un sentido humano. Y ahí tenemos entonces, una nariz experta.
–Como la del protagonista de El perfume, de Patrick Süsskind.
A.B.: –¿No me va a preguntar para qué sirve esta tecnología?
–Bueno, ¿y para qué sirve esta tecnología?
A.B.: –Para distinguir, por ejemplo, té de distintas procedencias.
–¿Y se usa para eso?
A.B.: –Y claro. Estos aparatos se usan en control de calidad, por ejemplo, de calidad de aire, para detectar la presencia de determinados contaminantes. O por ejemplo tuvimos un éxito tremendo con lúpulo, que es el aromatizante de la cerveza, y entrenamos a la nariz para distinguir lúpulo de distintas procedencias: lúpulo de El Bolsón, lúpulo de China, para averiguar cuánto tiempo tenía de almacenamiento, cuál era su envejecimiento, que para los productores era clave, ya que no podían arriesgarse a variar el aroma, que cuidan muchísimo. Imagínese que para un productor es una manera de tener una medida objetiva, que no depende de pareceres, hecha por un aparato calibrado especialmente.
–Y que nunca se resfría.
A.B.: –Y que nunca se resfría.
–Le digo porque estoy tan resfriado que no huelo nada.
A.B.: –¿Probó con la vitamina C? Bueno, y también se está empezando a usar en salud y seguridad, que son áreas muy importantes para las aplicaciones: en salud, seguimiento y diagnóstico de enfermedades por cambio de olor. Esta aplicación está en fase de investigación.
–¿Y en seguridad?
A.B.: –Bueno, está el tema de los tóxicos y los explosivos. El tipo de sensor para estas aplicaciones es distinto del que se usa en la industria alimenticia y es un tipo de sensor en el que estamos trabajando a nivel de investigación. En este momento estamos diseñando y simulando el funcionamiento por computadora de estas micromáquinas, que es la etapa previa a la fabricación, y que es la etapa, dicho sea de paso, que tiene el mayor uso de neuronas, en este caso de neuronas argentinas.
–Pero las fabrican en el exterior.
A.B.: –Pero es que no importa dónde se la fabrique, porque lo que cuenta es la invención, lo más importante es el diseño y la simulación de su funcionamiento por computadora. Después, fabricarlo es... Mire: piense en Leonardo Da Vinci, a él le bastaba imaginar.
–Leonardo no simulaba por computadora.
A.B.: –No, y es una lástima que no lo hiciera, pero imagínese que él inventaba algo. Después, dónde se fabricaba, era contingente.
–¿Y estas cosas se patentan?
–Todo esto se patenta y tiene muy alto valor agregado.