ESPECTáCULOS
Ocho divas del cine francés en las manos de un “enfant terrible”
François Ozon, el director de “Gotas de agua sobre piedras ardientes” y “Bajo la arena”, hace de un enigma policial una insólita comedia musical.
Por Luciano Monteagudo
En un contexto que tiende cada vez más a estimular el encasillamiento y la repetición de fórmulas probadas, el director François Ozon –34 años, egresado de la FEMIS, la escuela nacional de cine de Francia– parece decidido a hacer de la originalidad a ultranza su marca de fábrica. Exceptuando sus dos primeros largometrajes –Sitcom (1997), Les amants criminels (1998)–, que no llegaron a conocerse en Argentina, el resto de la obra de Ozon traza una trayectoria deliberadamente zigzagueante, en la que un film parece hecho en contra del precedente. Si en Gotas de agua sobre piedras ardientes (1999) exhumaba una pieza olvidada del alemán Rainer W. Fassbinder para recrear el imaginario de los años ‘70 con una gran estilización formal, en Bajo la arena (2000), en cambio, dio la impresión de seguir el camino inverso, de buscar una simplicidad esencial, un material dramático que abordó con gran madurez y profundidad, enriquecido por una soberbia actuación de Charlotte Rampling. Ahora con 8 mujeres, que viene de convertirse en uno de los éxitos de boletería de la actual temporada francesa (con más de cuatro millones de espectadores), Ozon vuelve a desmentirse y pergeña un divertissement descabellado, que reúne a la primera línea de divas de Francia, empezando por Catherine Deneuve, Isabelle Huppert, Emmanuelle Béart, Fanny Ardant y la venerable Danielle Darrieux.
Promocionado como el nuevo enfant terrible del cine de su país, Ozon supo aprovechar esa circunstancia para dar un astuto golpe de marketing y conseguir ese firmamento de estrellas que, por una vez, no hunden a la película sino que, por el contrario, la ayudan a levantar vuelo. Porque la naturaleza hipnótica de 8 Femmes proviene sin duda de las chispas que se sacan las actrices, recluidas por Ozon en un set deliberadamente teatral, en el que animan una pieza policial al estilo de La ratonera, de Agatha Christie, pero a la que el director parece haberle sacado los tornillos, hasta convertirla en una disparatada comedia musical.
La acción tiene lugar en una mansión aislada por la nieve, donde una familia está a punto de reunirse para disfrutar de la fiesta de Navidad. Pero el único hombre de la casa (a quien nunca se le ve el rostro pero de quien se va sabiendo que debe ser considerado a la vez padre, marido, yerno y amante) aparece asesinado. ¿Quién fue? Todas, desde su mujer hasta sus hijas, pasando por su hermana o su suegra, parecen tener motivos suficientes para el crimen, al que tampoco son ajenas las dos integrantes del personal de servicio. Que de pronto cada una de estas mujeres, en sus respectivos morceaux de bravoure, se lancen a cantar y bailar –la Deneuve brilla particularmente a cargo de un twist– es apenas una de las maneras en que revelan sus intenciones y sentimientos.
De los dos films de Ozon conocidos en Buenos Aires, 8 mujeres está mucho más cerca, por supuesto, de la lectura posmoderna que el director hacía de Fassbinder en Gotas... que de la sorda tragedia de Bajo la arena. Ese gineceo desquiciado parece por momentos una versión burlesca de Las lágrimas amargas de Petra Von Kant, revisado por la estética en technicolor del Hollywood de los años ‘50, con referencias que van desde los melodramas de Douglas Sirk hasta los musicales de Vincente Minelli,entre las referencias que el propio Ozon ha reconocido. Todo en su nuevo film parece producto de un reciclaje de materiales preexistentes, a los que el director les da nueva vida con un guiño cómplice, de evidente acento kitsch. El humor sofisticado, la estilización chic, los premeditados manierismos de actuación, todo en 8 mujeres está al servicio de un film sin duda trivial, frívolo, pero también, hay que reconocerlo, decididamente excéntrico.