EL PAíS
Lavagna cree que podrá concretar su módica utopía
Por qué piensa el Ministro que el acuerdo con el FMI está al alcance de la mano. Sus razones, sus temores, sus jactancias.
Por Mario Wainfeld
Antes de hora: Paul O’ Neill fue prepuntual en su cita con Roberto Lavagna. Por razones de seguridad hizo su aparición quince minutos antes de lo pactado. Llegó a Plaza de Mayo a una hora insalubre, casi en la madrugada porteña, con un frío polar que instigaba a quedarse bajo las sábanas. Pero –fuera por milagro, fuera por ansiedad– el Ministro de Economía ya estaba en su lugar de trabajo, lo que permitió que el diálogo durara algo más de lo pautado y anticipara al asedio periodístico (dentro del Ministerio de Economía) y al repudio militante (en la puerta). La anécdota era blandida por un estrecho allegado a Lavagna como una -módica– prueba más del estado de situación: las cosas salieron bien, parecidas a lo esperado. Esto es, el Secretario del Tesoro pasó por Buenos Aires a darle al Gobierno, a su modo, una nueva mano. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) está cada vez más cerca.
- A veces llegan cartas: Tan avanzado está, redondean en Economía, que ya se están intercambiando borradores de la carta de intención con el FMI. En rigor, se viene haciendo hace meses, con las sucesivas misiones técnicas del Fondo. El núcleo del acuerdo es el roll over, es decir la postergación de los vencimientos de las deudas a los organismos internacionales. La propuesta de máxima de Economía sería un roll over para los vencimientos de 2002 y 2003 lo que supondría un cierto alivio para el próximo gobierno que pasaría así sus primeros meses sin vencimientos apremiantes. Pero Economía reconoce que lo de 2003 está muy en agua de borrajas. Si el virtual acuerdo no incluye el 2003 sería un garrón fenomenal para el sucesor (o sucesora) de Eduardo Duhalde.
- El ala optimista: El panorama que Lavagna le pintó a O’Neill tanto en su reunión de anteayer junto al Presidente como en la que sostuvieron a solas ayer sintetiza la visión del ala optimista del actual gobierno, que también tiene un ala depresiva. Los optimistas registran franca mejoría en los últimos meses y en especial en las últimas semanas. Su versión oficial es que 2001 fue el año del colapso económico, social y político. Y que los cuatro primeros meses de 2002 prorrogaron esa situación, en parte por errores propios y en parte porque no se sale gratis de tamañas crisis institucionales y financieras. Pero, en el último trimestre, todo propende a estabilizarse y repuntar. En materia política, arguyen, la convocatoria a elecciones descomprimió el panorama y dio tarea a los opositores. En materia social el Plan Jefes y Jefas de Hogar ayuda como red de contención para los más necesitados. Y en materia económica, dentro de la debacle la inflación propende a frenarse (incluso la mayorista) el dólar a anclarse (allá en lo alto, pero anclado), se detiene el drenaje de divisas en el Banco Central, etc. Un cuadro que O’Neill escuchó asintiendo y del que dio cierta cuenta en la conferencia de prensa reconociendo que esos modestos indicadores y el incremento del superávit de la balanza comercial son un poroto en el haber del gobierno. “O’Neill se fue conforme. Es que, en las últimas semanas, el número de dudas bajó”, se precia Lavagna. Tal vez así sea y quede una sola, el problema es que parece insoluble. Se trata de...
- Los amparos: El único agujero negro que reconoce el gobierno, con el que coinciden todos sus interlocutores foráneos (FMI, Notables, O’Neill) es el goteo de reservas producto del aluvión de los amparos judiciales. Según los representantes argentinos, el acuerdo con el FMI debería suscribirse antes de que ese incordio tenga solución definitiva. Lavagna cumplió en explicarle al invitado que –habida cuenta del principio de división de poderes– el Gobierno no puede prometer ninguna solución definitiva en el breve plazo que queda antes de septiembre. La prolífica legislación creativa que maquinó el gobierno fue decretada inconstitucional por el Poder Judicial. Para el futuro el ministro se esperanza –y promete en inglés– urdir una ley menos vulnerable que las anteriores. Dice contar con acuerdo parlamentario y con herramientas adecuadas para evitar que los jueces le bajen el pulgar. Dos objetivos difíciles de lograr, si uno se atiene a la experiencia cercana. Cerca del Ministro dicen que, si la nuevaley naufraga, hay un plan “B” que nadie revela. Parece imposible, aún forzando la imaginación, que ese plan sea otro que consumar el pacto de no agresión con la Corte: cajoneo definitivo del juicio político y resolución ídem declarando legal alguna norma tapón. De hecho, una movida de Pablo Verani –el gobernador radical de Río Negro, dizque el más oficialista de los gobernadores argentinos– permitió que el último decreto que posterga las ejecuciones ya esté en condiciones de ser resuelto por el Supremo Tribunal. Pero, claro, el correligionario Verani es mucho más tratable que los compañeros de la Corte, muchos de ellos menemistas.
- Friends: El Ministro interpreta que el Secretario del Tesoro viene jugando para el Gobierno desde hace rato, desde cuando urdió e impulsó la Comisión de Notables que le enmendó bastante la plana a los técnicos del FMI. “No veo por qué Argentina debe caer en (su segundo) default en septiembre”, musitó O’Neill ante Duhalde y luego ante los periodistas que lo abordaron el martes y fue una de sus pocas frases esperanzadoras en estos días. En Economía la atesoran como maná, junto con otra que el visitante repitió en la conferencia de prensa, aquélla en la que ofertó ayuda de Estados Unidos si surgen algunas diferencias entre el gobierno y el FMI. Ese lugar de mediador le atribuye Economía al fugaz transeúnte que hoy por hoy, extramuros de ese ministerio, debe ser bastante más odiado de lo que fue Spruille Braden en 1945.
- Escenario optimista: El escenario optimista, en Hipólito Yrigoyen y Balcarce, es la firma de un acuerdo, incluyendo roll over de 2002 y de 2003. Bueno, 2003 si se puede. Tras él vendrían algunos créditos de organismos internacionales que prefinanciarían exportaciones –el primer rubro a normalizar de una economía, dado sus ventajas comparativas postdevaluación. Luego podrían esperarse algunos créditos bilaterales de gobiernos europeos y las exportaciones serían el “motorcito” de una modesta reactivación. El PBI del último trimestre de 2002 podría, por primera vez en años, crecer. Con eso, discurren en la Rosada y aledaños, el gobierno podría llegar, más o menos aliviadamente, a la entrega del mando y Lavagna dar moderados hurras que seguramente poquísimos argentinos de a pie aplaudirán pero que acaso le envidien algunos de sus colegas ex ministros. Ese escenario es el que ayer, por amplio margen, medían como más posible el Ministro y sus allegados.
- Escenario hiperoptimista: ¿Y si, ahora que el FMI le abrió la mano a Uruguay y a Brasil, nos tiran unos verdes? La pregunta que le hicieron los pibes de la escuela de Merlo a O’Neill tiene para Lavagna una sola respuesta. “Nosotros estamos en otra etapa que Uruguay y Brasil. No es posible, ni razonable que nos den plata. Es más, creo que no sería conveniente” definió ayer en una rueda informal con un puñado de periodistas de gráfica que compartió Página/12.
- Escenario pesimista: Lavagna se lo graficó al paladín de los carpinteros y los plomeros yanquis. “Estamos mejor que hace unos meses. Pero el progreso que hemos tenido en materia política, social y económica es muy frágil.” La sugerencia es que todo puede desbaratarse si, en cuestión de días, no hay un acuerdo firmado. Ese que el gobierno considera al alcance de la mano pero también (¡ay!) ese que viene augurando desde marzo.
- Espejito, espejito: Lavagna revista en este gobierno pero –aunque no lo verbaliza en público– se cree mejor que alguno de sus pilares actuales o pasados. Se coteja exitosamente con Jorge Remes Lenicov, Mario Blejer y Aldo Pignanelli. Piensa –y en eso cabe darle la derecha– que le ganó a los tres varias bazas, que los supera en cintura política, que cometió menos papelones y que fue menos sumiso que ellos ante el FMI. Se precia de prometer poco pero de no defraudar. “Jamás me fui a Estados Unidos con valijas vacías para traerlas llenas de dólares.” “No vendí optimismo pero lo que auguré se fue cumpliendo”, se adula. Ayer, ante su gente, auguró el advenimiento de una utopía minimalista, que para la mayoría de los argentinos no significa nada o significa una nueva abdicación pero que élviviría como un triunfo: la firma de un acuerdo mínimo pero bichoco como pocos. Valoraciones al margen, habrá que ver.