ESPECTáCULOS
“Cada vez estoy más lejos de la música pura y más cerca del teatro”
Martín Ferres Trahtenbroit es bandoneonista y compone. Toca tango pero en sus obras trata de que no se note. Hoy y los próximos jueves 22 y 29 presenta “...Deriva”, una composición multimedia.
Por Diego Fischerman
Debe haber pocos instrumentos tan asociados con un género en particular. A pesar de su uso por algunos músicos de jazz como Michel Portal, de la inclasificabilidad de Saluzzi, de las interpretaciones de Bach (y de sus propias obras) por Barletta y de la Caja de Pandora de Mauricio Kagel, el bandoneón –esa caja de Pandora– parece inseparable del tango. Martín Ferres Trahtenbroit, bandoneonista y músico de tango, compone para su instrumento. Es decir: a la manera de los virtuosos del siglo XIX, crea obras que lo incluyan a él como intérprete. Y en esas obras, en las que cabe casi todo, desde puestas escénicas, hasta sonidos electrónicos y espacialización del sonido, no hay ni gota de tango.
...Deriva es una obra multimedia, para bandoneón, electrónica y composición escénica (escenografía, video y espacialización sonora), que se estrenó en el marco del III Festival Internacional de Buenos Aires y fue invitada a participar del IV Festival Buenos Aires Tango. Desde el jueves pasado, en coproducción con la Dirección de Música del Gobierno de la Ciudad (dentro del ciclo Buenos Aires Nácar, que involucra proyectos relacionados con el bandoneón) y el Centro Cultural San Martín, se repone en la sala Ernesto Bianco de ese Centro Cultural, con nuevas funciones hoy y los próximos 22 y 29, a las 19.30 y a las 21. Esta composición trabaja sobre el vínculo entre la parte en vivo (tocada por Ferres Trahtenbroit en el bandoneón), la pregrabada (realizada en estudio por Guido Altamira) y las posibilidades plásticas de un músico en escena. La obra, además, transcurre en un espacio construido dentro de la sala para ser compartido por el instrumentista y el público. Este ámbito se encuentra completamente cubierto por proyecciones editadas en video, a partir de una secuencia fotográfica (elaborada por Paula Motto) de acuerdo con la actividad musical. Las imágenes, a la vez, son la única iluminación de la sala.
Nacido en San Juan, alumno de la carrera de música de la Universidad de esa provincia y, ya en Buenos Aires, de Rodolfo Mederos, Ferres Trahtenbroit piensa que “la solución, para mí, es separar. Por un lado, toco tangos del ‘40 en una orquesta. Por otro, pienso esta música en la que empiezo por anular el formato de los tres minutos. Trato de sacar del bandoneón todos los rasgos característicos del tango. O procesarlos de tal manera que queden totalmente disimulados. Es necesario modificar, incluso, la manera de tocar”. Compositor de la música de varias obras teatrales, para este autor la idea de la escena resulta fundamental: “No digo que no se pueda hacer más música de concierto, digo que para mí eso no alcanza. No me interesa un escenario en el que hay un tipo tocando y en el que no hay un cuidado, un pensamiento, acerca de que ese también es un hecho teatral. Yo me siento cada vez más lejos de la música pura y más cerca del teatro”. Su respuesta a la posibilidad de crear una obra electroacústica, en el Laboratorio de Investigación y Producción Musical del Centro Cultural Recoleta fue, en ese sentido, clara: una pieza radiofónica llamada “Elio!” y definida como “animación auditiva en 8 canales”. Al respecto, Ferres Trahtenbroit señala una contradicción frecuente. “En muchos conciertos de música electroacústica te ofrecen la última tecnología, un sonido espectacular, obras armadas con los más avanzados programas de computadora y, por otro, te morís de frío. A nadie se le ocurrió poner una estufa. Está mal iluminado. El tipo se rasca la oreja mientras espera que la música empiece. No sabe qué hacer mientras no toca. Eso tiene que ver con la falta de concepción que tiene el músico con respecto a las otras artes.”
En su particular idea acerca del hecho estético, el compositor dice que no le interesa sólo la música. “Me preocupa, por ejemplo, dónde va a estar el público, cómo va a entrar a la sala.” La otra inquietud de Ferres Trahtenbroit tiene que ver con la necesidad de coherencia o, en sus propias palabras, “la conciencia y el compromiso con lo que está proponiendo”. Al respecto, opina que “muchos no se hacen cargo de la naturaleza de la propuesta estética que hacen. Hay que saber que se trata de un todo”. La realidad musical actual, dice, “está formada por muchas realidades musicales. Hay una explosión. Hay montones de movimientos pero ninguno reemplaza al otro. Más bien coexisten. Lo característico de esta época es la diversidad. Y en ese panorama nadie puede tener la pretensión de representar al todo. La función del músico debería ser producto de la meditación y la reflexión. En un punto, ya todo es tradición y, por lo tanto, algo de lo que se puede aprender. Es importante tener conciencia de eso para no repetir lo ya hecho pero, también, para utilizarlo. Para integrarlo en un pensamiento propio. A esta altura ya todo fue hecho por lo menos una vez. Me refiero a los recursos y no a las obras, desde ya. Hoy hacer una obra con máquinas de escribir o con pelotitas de ping-pong en el encordado del piano es tan antiguo como tocar el clave. Ambas cosas son posibles pero siempre y cuando uno sepa que no está inventando nada sino utilizando una tradición”.