ESPECTáCULOS
Malaguer y Bernal
El primero, Malaguer, era un idealista con todo para hacer, pero vendido a la corporación para disponer de fondos. El quería, en Resistiré, quedar en la historia, ambicioso, pero sólo en el campo de la ciencia, tentado “por dos tetas” –dice Fanego–, las de Carolina Peleritti. Fue el típico caso del hombre que no mira al costado, enceguecido por “la meta”, no importa con qué fines, emblema del sueño argentino que intenta acertar, dar con esa pegada que podría consistir en unas medias femeninas arltianas o un tónico de la eterna juventud, pero en cualquier caso, serán medios para “un gran negocio”. Malaguer y Bernal, la criatura maléfica de El Deseo, implican a una buena parte del imaginario argentino.
El primero: un tirado venido a menos, sobrecapacitado, vendido al mejor postor porque no puede investigar en otro lado (el ámbito público). El segundo, hijo de la oligarquía terrateniente de la provincia que va rumiando su rencor profundo a los que vienen a comprarle las tierras y el negocio; los tratará de birlar como sea, pero lo atraparán en una red mucho más grande y efectiva. Bernal es el “pequeño rufián” que se descarga con la mujer y el personal doméstico por sus sueños de progreso interrumpidos, su mesianismo que naufraga. A los dos, dice Fanego, los une la lucha contra el tigre siendo ratas. Creyeron que podían ser poderosos y se vieron superados, agarrados, puestos a servir a un negocio mayor casi siempre turbio, delictivo. Son tipos que quisieron ser grandes, reconocidos, exitosos y quedaron atrapados por su neurosis o su ceguera.