ESPECTáCULOS › SOBRE LA COBERTURA DE LA GUERRA

La cadena frente a una ola de críticas

Por J. G.

Las voces críticas sobre el tratamiento informativo de la cadena CNN empezaron a sumarse después de la invasión a Irak e incluyen la renuncia de un presentador estrella (Eason Jordan), la disidencia de un enviado especial (Kevin Sites), los editoriales hipercríticos de los teóricos Noam Chomsky y Naomi Klein, la campaña aguerrida del Colectivo In-
dymedia, entre otras reacciones al “emporio informativo”. Aunque, también, deberá decirse que se compensan con un enorme aparato de autocrítica y revisión que la propia cadena encaró desde su interior, a cargo de analistas y columnistas que objetaron la parcialidad y restricciones en torno a la noticia. Los argumentos en contra van desde la afinidad con la línea argumental del Pentágono estadounidense a tonos más grises que objetan la confusión entre información y avisos o la inhibición de voces personales de sus cuadros.
Si los debates sobre parcialidad informativa suenan gastados (más aún cuando la CNN los neutraliza con su propia onda revisionista, diseminada en noticieros), la nueva ola de objeciones apunta a la invasión de chivos en la programación. En el sitio especializado Mediabriefing se menciona esta cautela. “¿Puede un periodista activo dirigir un espacio promocional en el que se ensalzan las cualidades de un producto comercial? El último en sumarse a la nómina fue Aaron Brown, de CNN, en campañas de productos relacionados con la salud expuestos como si se tratara de noticias.” Al uso comercial de la credibilidad se suman planteos más duros, que a veces provienen del interior del multimedio.
Eason Jordan, jefe máximo de los servicios informativos de CNN, renunció en 2005 luego de haber sugerido que las tropas de Estados Unidos dispararon intencionadamente contra periodistas en Irak, específicamente en el ataque estadounidense contra el Hotel Palestine de Bagdad en el que murieron dos camarógrafos (entre ellos, el español José Couso). “Dejo mi cargo para evitar que la controversia afecte injustamente a la cadena CNN, para que no se empañe por los ecos contradictorios de mis recientes observaciones sobre el número alarmante de periodistas asesinados en Irak.” Otro opinador disidente, el enviado de la CNN Kevin Sites, debió suspender “a pedido” la publicación de sus despachos diarios desde el norte de Irak. La guerra lo había convertido en uno de los más famosos del mundo, con fotos y reportes en primera persona y con la virulencia de que no aceptaban sus informes oficiales. “Espero llegar a un acuerdo con la CNN para que les lleguen en un futuro cercano. Les agradezco haberme permitido ser vuestro testigo. Ha sido para mí una experiencia imborrable”, escribió la última vez, en 2003, y nunca reinstaló su weblog. Sobre la calidad informativa de la CNN y megacadenas similares de los Estados Unidos editorializó también la ensayista estadounidense Amy Goldman: “Es cierto que mucha gente ve la FOX o la CNN y piensa que se está informando”, escribió en el sitio Mediamouse.org. “Pero muchos otros ya no creen lo que ven. La televisión ofrece la versión del miedo, de la amenaza, de la catástrofe y de la oficialidad. Con tanta repetición y tanto melodrama, la gente se hace inmune a sus efectos. Hay mucha sed de obtener información veraz en este país: el modelo de información alternativa está creciendo a diario mientras que el otro, el de las grandes televisiones, se autodestruye.” En ese punto, la militante globalofóbica Naomi Klein agrega, arengada por las teorías de la sobreinformación narcotizante, que “en un extremo del espectro de la preocupación Levi’s, Europa decidió obtener ganancias de la moda contra la guerra y sacó una versión limitada de un oso de peluche con un símbolo de la paz adherido a su oreja. Lo puedes abrazar mientras miras las alertas de terror en CNN. O puedes apagar CNN, te puedes rehusar a ser un peacenik suave y abrazable, y puedes salir y parar la guerra”.
En el mismo plan esclarecedor se expresó el ensayista y crítico estadounidense Michael Collon: “Los estereotipos de demonización –dijo durante una visita a Venezuela– tienen como característica el bajo nivel para ocultar los verdaderos objetivos económicos y sociales, que están tras la campaña de mentiras (que no es otro que el ansia de petróleo por parte de las multinacionales), pero de este punto no se dice nada en los medios al servicio del imperio como CNN, US Worldnet, la RAI y Transtel”. También el australiano Phillip Knightley, en su libro La primera víctima, ejerce una denuncia vehemente sobre el manejo informativo de las cadenas informativas. “Dan por sentado que debió haber una guerra en Irak”, escribió. “La guerra debería ser absolutamente la última opción. El hecho de que los medios automáticamente hayan decidido que iba a haber una guerra añadió presión a Estados Unidos para atacar a Irak. También es preocupante que los corresponsales de guerra no tengan la libertad de cubrir la parte iraquí sin ser acusados de ser traidores, como ocurrió en la primera guerra del Golfo.” La camada reciente de voces críticas si-
guió resonando con la edición de La CNN: un instrumento de ilusión destinado a la opinión pública, texto en el que el periodista Red Voltaire describe cómo “desde 1999 la CNN ya no se conformó con hacer lo que quería el Estado Mayor de Estados Unidos e instaló al Cuarto Grupo de Operaciones psicológicas del ejército estadounidense en su sala de redacción. En cuanto a la intervención en sí, el Estado Mayor la montó como un espectáculo: las cámaras de la CNN y luces de teatro fueron minuciosamente instaladas en la playa y el desembarco se programó para la hora de público máximo”.

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