ESPECTáCULOS
La ficha
Daniel Burman es el cineasta de películas tan distantes entre sí como su opera prima Un crisantemo estalla en Cincoesquinas y la última estrenada El abrazo partido. Se hizo conocer como el cronista más agudo de la vida judaica al sur del continente, por desentrañar misterios y vida cotidiana del Once hasta instalar un verdadero boom que glamourizó el área. Filmó también Esperando al Mesías y Todas las azafatas van al cielo, con Alfredo Casero. Eligió desde el principio al actor uruguayo Daniel Hendler como un alter ego y fetiche para contar historias de antihéroes urbanos modernos, con una alta carga de escepticismo, con frecuentes conflictos con sus padres ausentes o presentes, pero siempre en un alto grado de conflictividad. En Derecho de familia, que acaba de terminar de rodar, vuelve a la carga con sus historias de padres e hijos en la ciudad, pero con menos alusiones al judaísmo de los personajes, por fuera del Once y con el agregado de un nuevo tema que preocupa al cineasta: la influencia de la realidad jurídica sobre nuestra cotidianidad.
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Daniel Hendler es el actor inconfundible de la mayoría de las películas de Daniel Burman, portador de un aire de antihéroe que lo coloca frecuentemente al borde del abismo, sin saber qué hacer con su vida, en dilema sentimental, profesional o familiar. Ocurrió en Esperando al Mesías, también en El abrazo partido y volverá al ruedo en la recién filmada Derecho de familia. Se hizo famoso, claro, por fuera de la pantalla grande, en avisos de Telefónica en los que personificaba a Walter, congelado y sorpresivamente despertado una década después para descubrir los encantos de una empresa privatizada. Actuó, además, en El fondo del mar (de Damián Szifrón), en Sábado (de Juan Villegas) y en 25 watts (de la dupla uruguaya Rebella-Stoll). A ellos también les dedicó una aparición fugaz en su última película, Whisky, junto a su novia en la vida real, la directora Ana Katz, de veraneo en Piriápolis junto al trío de protagonistas.