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Operativos en el Hamara Center,
donde se reunían los complotados

En Beeston, la barriada sur de Leeds, de donde provenían tres de los cuatro terroristas islámicos, todavía es intensa la actividad policial. Los vecinos temen que se produzcan ataques racistas. Muchos vecinos recuerdan a los tres suicidas y hablan de un señor K.

 Por Guillermo Altares *
Desde Leeds

Policías especializados en la investigación de escenas de crímenes, vestidos con trajes blancos de pies a la cabeza, entraban y salían ayer del Hamara Center, en Beeston, el barrio del sur de Leeds del que procedía la mayoría de los terroristas de Londres. En ese centro comunitario, Mohamed Sidique Khan, el profesor de 30 años, que empieza a perfilarse como el jefe del comando suicida, se reunía a menudo con Hasib Mir Husain, de 18, y Shahzad Tanweer, de 22, en los meses anteriores a los atentados del 7-J. Cuando comenzaron a registrar el local, las fuerzas de seguridad evacuaron el jueves a unas 200 personas, ya que sospechaban que podía albergar una importante cantidad de explosivos.
El barrio de Beeston, donde viven unas 16.000 personas y se hablan 20 lenguas diferentes, se convirtió en el epicentro de la investigación de los peores atentados cometidos en el Reino Unido. La casa donde los investigadores creen que se fabricaron las bombas, situada en el barrio de Burley, al norte de Leeds, seguía ayer sometida a un intenso análisis policial. Situado a pocos metros del domicilio de Tanweer y de la mezquita y centro islámico Cachemira, el Hamara Center que estaba siendo registrado ayer por la policía es un pequeño local al que asistían jóvenes de origen asiático, aunque el día del atentado llevaba dos meses cerrado por obras. Las instalaciones principales de este centro comunitario se habían trasladado hace dos años a un edificio mucho más grande en la calle más importante del populoso barrio. “Es un espacio multicultural y multirreligioso que ayuda a la comunidad”, señaló David Richmond, representante en la zona del ayuntamiento de Leeds, que subvencionaba el centro.
“Era el tipo de lugar al que una persona se dirige cuando necesita ayuda o cuando necesitaba que alguien la ayudara a redactar papeles oficiales para realizar trámites o incluso si habías tenido problemas con tus padres. También ofrecían Internet gratis y actividades deportivas”, relató Fátima, una joven de origen paquistaní de 23 años, que trataba a Shehzad Tanweer desde que ambos eran niños en la zona. “Claro que conocíamos a Khan, era un trabajador social”, afirmó Khadamy Hussain, un vecino de 19 años que jugaba al fútbol con Tanweer. “Todos lo queríamos, iba mucho al parque y organizaba partidos de fútbol. Su trabajo era mantenernos alejados de las drogas y de los problemas en las calles”, agrega Sajid Khan, de 19 años, también compañero de deportes del joven que acabó convirtiéndose en un terrorista suicida y que podría haber influenciado a los otros miembros de la célula, más jóvenes que él.
En el centro Cachemira, que alberga una mezquita en el primer piso, pero que también funciona como espacio social y deportivo, con un gimnasio en su sótano, se reunían Khan y los dos jóvenes hace años e incluso se especula que se conocieron allí. “Cerramos el gimnasio durante varios meses y entonces dejaron de acudir aquí. Al nuevo lo inauguramos en octubre de 2002 y desde entonces no vinieron nunca”, señaló ayer Sarwar Khan, el secretario del centro Cachemira, tras la plegaria a la que acudieron a rezar, como todos los viernes, decenas de hombres de todas las edades. “No recuerdo si visitaban esta mezquita u otra, no podemos saber quién viene y quién no. Una mezquita tiene que estar abierta para todos los musulmanes que vengan a rezar”, agregó Khan. Como muchos musulmanes del barrio, los representantes islámicos temen que, dentro de unas semanas, cuando los policías terminen su trabajo y abandonen la zona, pueda haber problemas y ataques racistas.
Nadie, ni los amigos con los que jugaba al fútbol o al cricket todos los días, detectó cambios en Shehzad Tanweer, ni siquiera cuando regresó después de pasar dos meses en Pakistán. “Era el mismo de siempre”, aseguró Fátima. Según la prensa británica, los padres de Hasib Mir Husain, el más joven del grupo, sí detectaron que algo extraño estaba ocurriendo. Su padre, Mahmoud, se quejaba en los últimos meses de que un tal mister Khan o mister K. ejercía una influencia nefasta sobre el adolescente. “A causa de esta influencia, Hasib tenía dos religiones: el islam y un tipo diferente de islam”, relató una fuente cercana a la familia. El diario The Guardian recoge otro testimonio anónimo que asegura que se producían encuentros en el centro Hamara, “sin que se llevase a cabo ninguna actividad juvenil”. Este relato describe a Mohamed Sadique Khan, que según asegura la BBC realizó varios viajes a Afganistán.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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