Miércoles, 16 de enero de 2013 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
Diego Ezequiel Litvinoff asegura que la imagen del fútbol no es neutral y propone un balance de conquistas y deudas para la consolidación de una imagen subjetiva en Fútbol para Todos.
Por Diego Ezequiel Litvinoff *
La implementación del programa Fútbol para Todos puso en evidencia, de manera inmediata, el carácter político de la producción y circulación de las imágenes, aun de aquellas de carácter deportivo. La propiedad privada de la transmisión de los partidos llevó a que su valorización se concretara mediante un proceso de exclusión, como las enclousure acts valorizaron la propiedad de los terratenientes ingleses, en los orígenes del capitalismo. Restringiendo la posibilidad de mostrarlas por fuera de los canales a los que les pertenecían, se impuso la lógica del mercado, según la cual “lo más democrático”, como afirmó un empresario, “es que el que quiera ver, que lo pague”, o lo que es lo mismo, el que pueda pagarlo, que lo vea.
Fútbol para Todos no implicó solamente un cambio de manos, sino que significó el pasaje de su estado privado a un estado público, otorgándole a la imagen del fútbol, como fenómeno cultural argentino, la dimensión de un derecho y no de un bien restringido. No obstante, la significativa transformación en cuanto a la posesión y circulación de las imágenes no redundó automáticamente en una modificación de su contenido. No fue sino hasta algunos años después que se pudieron observar las primeras modificaciones importantes.
La primera de ellas es la posibilidad de medir el tiempo de juego real. Lo interesante de este dato es que puso de manifiesto un problema característico del fútbol argentino, comparado con otros campeonatos de primer nivel en el mundo, al evidenciar la cantidad de tiempo que se detiene un partido por las faltas cometidas, las lesiones reales o ficticias y la espera hasta reiniciar las jugadas. Este dato aportado por la transmisión pública exige a las autoridades de la AFA elaborar mecanismos para agilizar el juego.
Un segundo dato relevante que se incorporó es el porcentaje de posesión de la pelota por equipo, que permite incrementar los elementos considerados para entender el desarrollo de los partidos. Al relacionarlo con las jugadas de peligro y los goles, se puede comprender mejor por qué gana un equipo o el otro, identificando dónde se encuentran las falencias. Del mismo modo, ese dato de la posesión sería enriquecido de ser acompañado por el lugar de la cancha en que se produce: si en campo propio o rival.
Otro valioso aporte incorporado a la televisación pública de los partidos es un recurso tecnológico que permite detener las jugadas clave del juego, para ser analizadas desde distintos ángulos. De esa manera, siguiendo el recorrido de los jugadores, por medio de líneas y luces que indican el campo de visión, es posible, a través de la imagen, entender la complejidad de aquellas jugadas que determinan los partidos. Así, además de una mayor comprensión del desarrollo del juego, por medio del porcentaje de posesión, se accede de manera precisa a la dimensión del acontecimiento, que en este deporte es fundamental.
Estos avances en cuanto al enriquecimiento del contenido de las imágenes, sin embargo, siguen acompañados de algunas características que constituyen lo peor de la herencia del pasado reciente de la televisación del fútbol. Entre ellas, merece ser destacada la fuerte tendencia a la repetición de lo más desagradable. Resulta curioso que las patadas más indignas suelen ser repetidas, durante el partido, una cantidad de veces mayor a la de las imágenes más bellas que brinda el fútbol. Los 90 minutos en los que el espectador mira el partido serían enriquecidos si se repitieran en mayor cuantía las jugadas bien elaboradas, aunque no terminasen en gol, o los buenos pases, aunque sean en la mitad de la cancha, y en menor cantidad los codazos y patadas.
La repetición de esas imágenes violentas no sólo se relaciona con el mercado mediático privado, en su tendencia a la exposición de lo desagradable, que atrae la atención del espectador morboso. Hay también una noción de la imagen-fiscal, considerada como aquella que, desde la neutralidad objetiva, puede evidenciar la corrupción del mundo del fútbol. Un tirón de camiseta, por ejemplo, desde un ángulo que no se ve, no es penal: es parte del fútbol.
La lucha contra la corrupción en el fútbol debe ir acompañada de la lucha contra la corrupción de las imágenes. Mientras acusaban a los árbitros y dirigentes, los dueños de las imágenes se robaban los goles. Hoy, que la transmisión del fútbol es pública, falta dar el último paso para saber que esas imágenes son subjetivas y que, por eso, deben embellecer este deporte.
* Sociólogo, investigador UBACyT.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.