Miércoles, 4 de abril de 2012 | Hoy
De pronto algo irrumpió en la sala. Adelante, frente a los jueces del plan sistemático de robo de bebés, una de las querellas leía su alegato. El dictador Jorge Rafael Videla seguía la lectura sin darse cuenta de que detrás del vidrio que separa en dos partes a la sala, donde suelen sentarse las Madres de Plaza de Mayo, la noticia de la muerte de Eduardo Luis Duhalde había empezado a pasar de boca en boca. Nora Cortiñas se lo decía a la compañera de al lado y así hasta el último lugar. Por un momento su presencia ocupó la sala, como si hubiera elegido ese escenario para despedirse.
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