Viernes, 2 de mayo de 2008 | Hoy
PSICOLOGíA › POLEMICA SOBRE PSICOANALISIS Y MARXISMO
Por Sergio Rodríguez
El artículo de Juan Bautista Ritvo publicado el 24 de abril en esta sección, bajo el título “Ese objeto temido, profundamente aborrecido”, da una respuesta que juzgo inconsistente a mi trabajo publicado el 10 de abril bajo el título “Lo imposible no cesa. Nueva propuesta de articulación entre psicoanálisis y marxismo”. Dicha inconsistencia se manifiesta de las siguientes maneras:
1) Dice: “Sin duda, Lacan, como ha hecho en numerosas ocasiones, jugó retóricamente con un léxico y una sintaxis que le son extraños (¿?, S. R.). No es éste el sitio ni la oportunidad para indagar las razones de sus juegos; pero sí para decir que, si los literalizamos sin interrogar su ámbito de validez, corremos el riesgo del ridículo”. Agrega: “Veamos. Las referencias de Lacan a la teoría marxista del valor aparecen en el entorno de Mayo del ‘68, cuando derecha e izquierda no cesaban de hablar de Marx y Althusser comenzaba a ser un autor obligatorio”. O sea, indaga sobre lo que supone razones de sus juegos. “Así, en las clases iniciales de su seminario ‘De un otro al Otro’, en noviembre del ‘68, Lacan le da vueltas (lo digo así: ‘da vueltas’, porque expone con notoria imprecisión y distanciamiento) a la plusvalía, que él equipara al ‘plus de gozar’, función del objeto a.” La discrepancia de Ritvo no es con mi texto, sino con Lacan, por considerar que “da vueltas” y “expone con notoria imprecisión y distanciamiento”.
2) Me atribuye cuestiones que no digo y, que por el contrario, analizo críticamente. Es más, mi artículo tuvo su origen en analizar causas y razones del fracaso de lo que fue el más grande experimento en la historia de la humanidad, buscando establecer un régimen social que la liberara de la explotación inter humana. Fracaso que costó millones de vidas. En función de esas cuestiones, la pregunta sobre qué quiere el otro de mí, “¿Cuál es mi valor para el otro?”, es clave. Y no es de psicólogo, de moralista o de pastor, sino –enunciada o implícita– del discurso diario de todo ser hablante. Justamente porque reconozco el muro del lenguaje y sus efectos de malos entendidos que tornan incalculable el valor de los amos, digo que es de respuesta imposible. La interrogación por el valor no puede tener respuesta calculando solamente las horas de trabajo de los trabajadores. Pues interviene también el valor producido por la función amo, que no es calculable en horas de su trabajo sino en eficacia de su liderazgo empresarial. Por no ser calculable el valor, aparecen los precios, como resultado del entrecruzamiento del gasto de fuerza e inteligencia del trabajo del amo y del trabajador, de deseos de los compradores ensartados en la oferta de dicha mercancía, y de existencias y tiempos de perecibilidad de la misma. Su cifra resulta de ofertas, demandas y negociaciones finales.
3) Sobre la relación entre el concepto de plus de goce en Lacan y plusvalía en Marx, remito al lector al seminario “El revés del psicoanálisis” y a Radiofonía y televisión, donde Lacan llama a su concepto sobre el plus de goce “Marxlust”.
4) Dice Ritvo: “Hablar de masa implica hablar de segregación; noción que no se deja absorber en la marxista lucha de clases –lucha que, huelga decirlo, continúa fracturando a la sociedad más allá de las indudables debilidades teóricas del marxismo; más allá asimismo del débil y municipal espíritu de la conciliadora voluntad socialista–, porque es interior a cada clase. Aunque lo segregado sea puesto afuera, proviene de adentro: ese objeto odiado, temido, profundamente aborrecido, que aparece desconocido como otro, encarna lo peor de las entrañas del grupo”. Nuevamente me parece que el polemista carga contra molinos de vientos, ya que no sólo comparto este planteo sino que lo he desarrollado extensamente. Seguí, para hacerlo, el planteo lúcido de Lacan en la “Proposición del 9 de octubre de 1967” sobre la función de la transferencia como efecto de la angustia del sin saber, el deseo que éste instaura de encontrar un saber eficaz, y la suposición imaginaria de atribuírselo a quien se suponga líder (o analista al que se consulta). Pero me parece que lo más interesante de dicho párrafo proviene de cuando dice: “Aunque lo segregado sea puesto afuera, proviene de adentro: ese objeto odiado, temido, profundamente aborrecido, que aparece desconocido como otro, encarna lo peor de las entrañas del grupo”. Su interés radica en que, al recortar sólo el efecto imaginario de segregación, ubica bien la fuente especular del objeto confrontado. Efecto en el que no es difícil caer cuando las confrontaciones convocan.
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