EL PAíS › LA ASOCIACION MADRES DE PLAZA DE MAYO INAUGURO EL LUGAR “NUESTROS HIJOS” EN EL MUSEO DE LA MEMORIA DE LA ESMA

Un espacio donde recuperar la vida

Bajo la mirada emocionada de Hebe de Bonafini, madres, abuelas, ex desaparecidos y nietos recorrieron mediante fotos, testimonios y recortes la historia de la Argentina. Las aulas del Centro Cultural de las Madres están a punto para llenarse de proyectos.

 Por Alejandra Dandan

Ella avanza como atragantándose con los paneles de la muestra. El cuerpo grandote se abre espacio como puede entre los curiosos que llegaron a este espacio de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), mientras su abuela la sigue por atrás, tranquila, silenciosa, como protegiendo con su presencia cada uno de sus pasos. En un cartel lee en voz alta los títulos en negro y blanco de las fotos de la quema de 1978 de los libros del Centro Editor de América Latina. Las fotos son de miles de libros tirados. Montañas de páginas a punto de desaparecer.

–¿Y por qué quemaban los libros? –dice ella.

–Porque cuando te secuestraban quemaban los libros, ¡¡si eran tan brutos que ni leer te dejaban!! –se oye por detrás.

La abuela Mercedes Pérez Jara es chilena, pasó un tiempo detenida, desaparecida en el centro clandestino de Campo de Mayo. Ahora está aquí, tantos años más tarde, acompañando las preguntas que su nieta de catorce años busca desesperadamente poder hacerle.

Ambas formaron parte de la apertura del primer espacio intervenido y recuperado de la ESMA, el ex centro clandestino de detención de la Marina que ahora comienza a transformarse en espacio de la memoria. Sobre el ex Liceo Naval, uno de los antiguos edificios de formación, la Asociación Madres de Plaza de Mayo inauguró el miércoles pasado el Espacio Cultural “Nuestros Hijos”, un territorio de formación de artes y de oficios complementario a la Universidad de las Madres.

Hebe de Bonafini estuvo ahí, escaleras abajo. A punto a apretarse entre los brazos de otra de las madres, contenta, espléndida. Es a ella, a esa otra mujer, a la que Hebe de pronto le habla como pensando en voz alta. “Porque la gente se piensa que esto es un lugar de la muerte”, le dice y se da cuenta de que todo el mundo sigue escuchándola.

El último 31 de enero, las Madres abrieron simbólicamente las puertas de este lugar. El gobierno nacional les había entregado las llaves, y el desembarco –como han decidido llamarlo– se convirtió en la primera presencia real de los organismos de derechos humanos. Ese día, la intervención de las Madres empezó a cambiarle la cara al espacio, y con eso de algún modo su historia. Entregaron a cada uno de los visitantes un pincel y una paleta de colores fuertes para redibujar las paredes. El acto del miércoles pasado fue la continuación: la inauguración formal del predio que comenzará a funcionar normalmente con talleres y seminarios en el mes de junio.

Teresa Parodi es directora general de la propuesta, convocada por las Madres. “Primero, es emocionante”, dice a este diario. “Todo lo que representa, representó y todo lo que las Madres quieren que represente ahora, es un desafío; acá se preparó a la gente para el horror y el proyecto las va a preparar para el arte. Pertenezco a una generación que creyó que un mundo mejor era posible, fundamentalmente su tremenda juventud, por eso esto para mí es doblemente importante: es conmovedor que me llamen las Madres y también lo es poder estar aquí en nombre de mis compañeros que no están.”

Entre ellos, apareció el nombre del último desaparecido. La noticia todavía incierta de la ausencia de Juan Puthod se coló en medio de la apertura, como si alguien hubiese estado esperando este día para hacerlo, como un mensaje, como un ensamble. “Justo hoy –dijo Parodi–: no es una casualidad este día.”

Atrás quedó la abuela en esa especie de viaje iniciático al túnel del tiempo. Alrededor, las puertas de las antiguas aulas de formación de los marinos siguen cerradas. El centro cultural que aún no está terminado por ahora es el puñado de paneles que se extiende delante de las aulas, como tapándolas sin hacerlo del todo, como imponiendo otra condición sobre este lugar. Frente a ellos, las Madres montaron una muestra permanente con colecciones de revistas y de las publicaciones más simbólicas surgidas antes o durante la dictadura y las biografías y objetos de intelectuales, escritores, ensayistas y periodistas desaparecidos. Conocidos y menos conocidos.

Bajo una de las vitrinas aparece el nombre de Haroldo Conti. Arriba, el curador de la muestra dejó escrita alguna de sus marcas. “Secuestrado desaparecido el 5 de mayo de 1976. Nació en Chacabuco, provincia de Buenos Aires el 25 de mayo de 1925. Fue militante político, maestro rural, actor, piloto civil, seminarista, profesor de latín, empleado bancario, constructor de veleros, navegante, pescador.”

Una mujer saca una foto

Inmediatamente, aparece una imagen distinta. Esta vez, en otro panel, es Alicia Eguren la rescatada, la que reaparece vestida de escritora entre las paredes de la ESMA. “Poetisa, militante católica. Desaparecida el 26 de enero de 1977”, dice una insignia. Y cerca están los nombres y los libros de Tilo Arnest Wenner, escritor, periodista y traductor; Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Enrique Raab; Mario Roberto Santucho, rescatado no sólo como militante revolucionario con esa capacidad de las Madres de rescatarlo, sino también como escritor; Rodolfo Ortega Peña, Oesterheld, Susana Piri Lugones, y Diana Griselda Guerrero, periodista, socióloga, ensayista, desaparecida el 27 de julio de 1977. “Pero no es posible ser un pequeño-burgués no hipócrita –dice ella en una de las citas que han dejado expuestas– ya que esta condición consiste fundamentalmente en ocultar su verdad, o la contradicción entre su materialidad y los valores que supuestamente debe realizar.”

El paseo no termina. El túnel introduce a los visitantes ahora entre las páginas de las publicaciones. De Crisis, al diario Mayoría; Cristianismo y Revolución, de García Elorrio, y El Descamisado. Allí, una tapa del 3 de septiembre de 1974 con sus títulos inmensos vende la nota más emblemática: “Mario Firmenich y Norma Arrostito cuentan cómo murió Aramburu”, dice la publicación ahora encerrada como en una caja de cristal.

Del otro lado, hacia el hall de entrada, dos auténticos “León Ferrari” abren la otra exposición. Con dimensiones hiperbólicas aparecen obras de Luis Felipe Noé y de Juan Carlos Romero, entre otros. La abuela y su nieta continúan su recorrido. Ahora están detenidas frente a los últimos paneles. ¿Libertad de prensa o de empresa?, leen sobre las réplicas, decenas de ellas, de las páginas de los diarios de la época. La nieta pregunta algo y la abuela le dice que hasta el director de ese diario, de ese que señala enfrente, estuvo secuestrado. La tapa de La Opinión habla del golpe. Y la abuela dice, que le promete a su nieta, que va a llevarla a la Feria del Libro para comprarle el Nunca Más.

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El ex Liceo Naval es el lugar en el que la Asociación Madres de Plaza de Mayo hizo su espacio.
Imagen: Alfredo Srur
 
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