Viernes, 2 de mayo de 2008 | Hoy
EL PAíS › A 31 AÑOS DE LA PRIMERA MARCHA DE LAS MADRES DE PLAZA DE MAYO
Pepa de Noia, integrante de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, recuerda, a sus 87 años, los primeros encuentros en busca de sus hijos desaparecidos. La ronda de las Madres se transformó en el símbolo de esa lucha.
Por Laura Vales
Las Madres de Línea Fundadora recordaron en la plaza el 31 aniversario de la primera ronda. Acompañadas por integrantes de Hermanos y de Hijos, se reunieron en la Pirámide de Mayo para marchar como el 30 de abril de 1977; “que en realidad fue un sábado y no jueves”, apunta Pepa de Noia a Página/12. A los 87 años es una de las Madres que puede contar la historia desde aquel día inicial, cuando en la plaza se encontraron catorce mujeres. Pensaban que juntas podrían obligar a Jorge Rafael Videla a recibirlas.
Pepa buscaba algún dato sobre su hija María Lourdes, psicóloga y profesora en la Universidad de Morón, que había sido secuestrada seis meses antes. Había quedado con las otras madres en encontrarse en la Pirámide a las cuatro de la tarde y fue la primera en llegar: ansiosa, estaba ahí dos horas antes. Encontró la plaza vacía, una plaza de feriado, y se sentó en las escaleras del monumento a Belgrano a esperar. “Y a fumar: no podía hacer mucho más y me bajé un atado de cigarrillos”, recuerda. Ahora, cada jueves que viene a la plaza vuelve a encender uno, como parte del rito.
Esta semana hicieron dos rondas. El miércoles 30 por el aniversario, y ayer la de todos los jueves. La preocupación por el secuestro de Juan Evaristo Puthod fue un tema central de los dos días. “Yo no creo que estos que hacen los secuestros se hayan armado ahora, por los juicios a los represores; me parece que nunca dejaron de estar”, opina Pepa. El secuestro de Puthod le trae un recuerdo de hace treinta años, el de Alfredo Astiz. “Siempre que pienso en él me impresiona lo que hizo con Remo Berardo, un ex seminarista que estaba en el grupo de las primeras Madres. Astiz se había hecho su amigo, Remo lo invitaba a su casa, incluso a los asados que hacía. El lo marcó y lo secuestraron el mismo día que a Azucena” Villaflor. De esos años que fueron los más difíciles, Pepa dice que también tiene buenos recuerdos, “las Madres teníamos mucha unidad. Hablábamos mucho, nos ocupábamos de todo nosotras mismas, no teníamos secretarias ni nadie que nos hiciera las cosas, y éramos como una familia”.
En la plaza, el miércoles hubo algunos militantes de aquella época, como Adolfo y Perla, un matrimonio que fue parte del grupo de la parroquia de la Santa Cruz, en el que Astiz se infiltró como paso previo a los secuestros que el grupo de tareas de la Armada realizaría entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977. En la parroquia hoy están enterradas algunas de sus víctimas: la monja francesa Léonie Duquet, las madres Esther Careaga y María Ponce de Bianco y Angela Aguad.
Este año, esa iglesia convocó a uno de los homenajes por el aniversario de la primera ronda: el cura Carlos Saracini coordinó un encuentro en el que los chicos de una escuela de cerámica montaron una escultura. Además, el martes hubo un acto en la Escuela Número 3 de la Ciudad de Buenos Aires por el Día del Coraje Civil, fecha establecida por el gobierno porteño en reconocimiento a las Madres. Finalmente, el miércoles se proyectó en el Centro Cultural de la Cooperación el documental Naranjos, de Silvia Malagrino, que relata su historia.
Pepa hace el repaso de las actividades. ¿Qué la sostiene, 31 años después? “Lo mismo que al comienzo, poder saber qué le pasó a mi hija”. Pepa cuenta que todavía no sabe qué pasó con ella y que en estas tres décadas sólo pudo saber un solo dato: que estuvo secuestrada en la Escuela de Mecánica de la Armada. El caso de María Lourdes es uno de los que integra la causa ESMA, que se tramita en los tribunales federales de Comodoro Py.
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