Jueves, 17 de abril de 2014 | Hoy
PSICOLOGíA › LINCHAMIENTOS PúBLICOS
Por Miguel Tollo *
¿Qué resortes activan el linchamiento público, la violencia en la subjetividad de algunos contra un semejante? ¿Qué ha funcionado en el imaginario colectivo con un impacto tan profundo en las subjetividades para que ciertas personas y grupos sean discriminados de ese modo? El sentimiento de inseguridad y la desconfianza hacia el otro cunden no sólo por efecto de los medios, como se ha dicho, sino porque éstos encontraron esa veta dispuesta en la subjetividad actual. Si revisamos los mecanismos sociales inclusivos que funcionaron en nuestro país desde fines del siglo XIX, advertimos cambios. La escuela ha dejado de ser un ámbito de integración plural. La población se divide entre sectores desfavorecidos que se vuelcan a la oferta pública y otros que acceden a establecimientos privados. Con el sistema sanitario pasa otro tanto. Y el espacio urbano presenta territorios para grupos sociales privilegiados, clivados del resto de la población.
¿Por qué se mata alevosamente a un semejante? El principio de “no matar al tótem” es uno de los diques constitutivos de la comunidad fraterna. De él emana la justicia como constructo normativo capaz de amalgamar la diversidad a pesar de las rivalidades. Gérard Haddad (El hijo legítimo. Fuentes talmúdicas del psicoanálisis, Buenos Aires, De la Flor, 1990) afirma, con respecto al enfrentamiento entre hermanos, que “la importancia del complejo fraterno, base del lazo social, es tan grande que el judaísmo le dedica cinco puntos del decálogo: no matarás, no robarás... Siempre es el hermano de quien se trata”.
Si se trata del lazo fraterno, no es sólo cuestión de fortalecer medidas y dispositivos con el fin de impedir actos de violencia, sino fundamentalmente de suscitar en los seres humanos acciones tiernas, amorosas, solidarias. Resulta aparentemente una ingenuidad y sin embargo no existe otra salida posible. La reiterada búsqueda de detener la violencia mediante el acrecentamiento de las penas, alentada por cierto espíritu vindicativo, nunca ha dado resultado.
¿Cómo inspirar un lazo más comunitario? ¿Cómo elaborar las diferencias de modo que no se caiga en el odio? ¿Cómo el sujeto sería capaz de tramitar sus propias contradicciones y aminorar la proyección de lo destructivo en el afuera? Probablemente algo de esta anomia social, de este descreimiento en una transformación positiva, afecte nuestros anhelos y capacidades para pensar y desarrollar aportes constructivos.
* Psicólogo. Psicoanalista. Integrante del Forum Infancias. Texto extractado del trabajo El linchamiento público. Una alerta.
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