PSICOLOGíA › “PROFESION IMPOSIBLE” E IMAGINARIO SOCIAL
La vocación del psicoanalista
Por Hugo Lerner *
Probablemente, la respuesta a la disminución de la vocación de abrazar la profesión de analistas se relacione con que en la actualidad no promete una salida laboral segura, ni la mirada social devuelve una imagen tan prestigiosa como la que nos otorgaba hace no tanto tiempo.
Hoy ser psicoanalista no nos coloca, dentro del imaginario social, en el lugar del prestigio y poder del que todo lo conoce. Cada vez más nos fuimos trasladando al territorio que ocupan los trabajadores de la salud mental, el que ocupan todos aquellos que indagan sobre el padecimiento humano, los que se preguntan sobre el hombre. Hemos dejado de ser “especiales”.
Las vocaciones, como sabemos, surgen de una combinatoria de factores difíciles de enumerar. En ámbitos académicos de Estados Unidos y Europa, muchos están cuestionando la perdurabilidad de la vocación y algunos concluyen que resulta complicado mantener viva para siempre esa elección que se hizo siendo muy joven.
Agreguemos que, en dichos ámbitos, esos planteos pueden ser seguidos de un cambio profesional, dado que allí la movilidad social es posible. En nuestro país no sucede lo mismo: muchas veces la vocación desaparece, pero igualmente hay que seguir “atado a la profesión”.
Con el psicoanálisis ocurre algo semejante. Elegir esta “profesión imposible”, como decía Freud, no presupone un contrato irrevocable. Deberíamos repreguntarnos asiduamente acerca de nuestra identidad y sentir, en el caso en que así fuese, que la volveríamos a elegir.
Fernando Ulloa (“De ocasiones y vocaciones”, en Estar de paso, comp. por Carlos Altschul, ed. Granica) escribió: “Tal vez por sostenerme en lo que por arduo muchas veces queda en intención, con alguna reiteración expreso la idea de que un oficio es una manera de vivir, una forma de ser lo que se hace, pero también un intento, para bien o lo contrario, de hacer según lo que se cree ser; y esto sin desconocer que la creencia, en especial sobre nosotros mismos, es la materia del delirio. ¿Acaso una vocación, que de esto estoy hablando, no supone una cierta forma de pasión y sus consecuencias, que pueden aproximar la utopía, esa pariente noble del delirio?”.
* Analista didacta en la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA). Miembro de Sociedad Psicoanalítica del Sur. El texto forma parte del libro Psicoanálisis: cambios y permanencias (ed. Libros del Zorzal). Libro de próxima aparición.