Jueves, 1 de junio de 2006 | Hoy
PSICOLOGíA › HAY “DOS PREMISAS PARA LA COMPRENSION”
Por Bert Hellinger *
La actitud fenomenológica requiere una disposición atenta para actuar, pero sin pasar a la realización. Gracias a esta tensión, nuestra capacidad y nuestra disposición para la percepción se potencian extraordinariamente. Quien logra sostener esta tensión, al cabo de un tiempo experimenta cómo lo mucho que su horizonte abarca se organiza alrededor de un centro, y de repente descubre un contexto, quizás un orden, una verdad, o el paso que lo lleva más allá. Esta comprensión viene de fuera, por así decirlo, se experimenta como un regalo y, por regla general, es limitada.
La primera premisa para la comprensión así lograda es una actitud desinteresada. Quien guarda intenciones aborda la realidad con contenidos propios, pretendiendo quizá cambiarla de acuerdo con una imagen preconcebida, o influir y convencer a otros según esta imagen. Así actúa como si, frente a la realidad, se hallara en una posición superior, como si ella fuera el objeto para su condición de sujeto, y es al revés, él el objeto de la realidad. Aquí se evidencia la renuncia que nos exige desistir de nuestras intenciones, incluso de nuestras buenas intenciones. Y también la sensatez exige esta renuncia, ya que, como muestra la experiencia, aquello que hacemos con buenas intenciones, incluso con la mejor de las intenciones, frecuentemente sale mal. La intención no sustituye a la comprensión.
La segunda premisa para esta comprensión es una actitud libre de temor. El que siente miedo de lo que la realidad saca a la luz, se pone anteojeras. Y el que siente miedo ante lo que otras personas pensarán y harán si él comunica lo que percibe, se está cerrando ante cualquier comprensión ulterior.
Una actitud libre de intenciones y de temor permite la concordancia con la realidad tal como es, también con su lado arrollador y terrible. A este respecto contaré una historia:
Un discípulo se dirigió a un maestro:
–¡Dime lo que es la libertad!
–¿Qué libertad? –le preguntó el maestro–. La primera libertad es la necedad: se asemeja al caballo que entre relinchos derriba a su jinete; pero tanto más fuerte siente su mano después. La segunda libertad es el arrepentimiento: se asemeja al timonel que se queda en el barco naufragado, en vez de bajar al bote salvavidas. La tercera libertad es el entendimiento: viene después de la necedad y después del arrepentimiento. Se asemeja a la brizna que se balancea con el aire y, porque cede donde es débil, se sostiene.
–¿Esto es todo? –dijo el discípulo.
Replicó el maestro:
–Algunos piensan que son ellos mismos los que buscan la verdad de su alma. Pero la gran alma piensa y busca a través de ellos. Al igual que la naturaleza, puede permitirse muchos errores, ya que sin esfuerzo sustituye a los jugadores equivocados por otros nuevos. Pero a aquel que deja que sea ella la que piense, a veces le concede algún margen de movimiento y, como el río lleva al nadador que se entrega a sus aguas, también ella lo lleva a la orilla, uniendo sus fuerzas a las de él.
* Psicoterapeuta alemán nacido en 1925, creador del método de trabajo de constelaciones familiares, quien visitará próximamente la Argentina. El texto es un fragmento del artículo “La fuerza del centro vacío. La epistemología fenomenológica en psicoterapia”.
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